La decana gruno levemente.
– Pues mucho me temo que va a llamar la atencion. Ya no se hacen esas cosas. Va vestida, limpia y fresca. Y encima, un domingo por la tarde. Me averguenzo de usted. Al menos, espero que en ese paquete que lleva bajo el brazo haya discos de cantantes.
– Ni siquiera eso -replico Harriet.
Lo que habia era su diario del problema de Shrewsbury. Habia pensado que lo mejor seria que Peter se lo llevara y lo estudiara a solas y despues decidiera que se podia hacer.
Llego puntual al puente, pero Peter ya estaba alli. Su obsoleta cortesia quedaba acentuada por la presencia de la senorita Flaxman y otra alumna de Shrewsbury, que estaban sentadas en la plataforma, al parecer esperando a su acompanante, acaloradas y enfadadas. A Harriet le divirtio dejar que Wimsey se ocupara del paquete, la ayudara ceremoniosamente a subir a la batea y le arreglara los cojines, y tambien saber, por su mirada ironica, que Peter comprendia bien la razon de su insolita docilidad.
– ?Que se te antoja? ?Hacia arriba o hacia abajo?
– Bueno, hacia arriba hay mas alboroto, pero el fondo es mejor; hacia abajo se va bien hasta la bifurcacion, y despues hay que elegir entre el cieno y el vertedero.
– Pues habra que elegir el mal menor, pero tu solo tienes que darme la orden. «Mi oido se abre cual avido tiburon para percibir la melodia de una divina voz.»
– ?Cielo santo! ?De donde has sacado eso?
– Aunque no te lo creas, es el estrepitoso final de un soneto de Keats. Cierto que es obra de juventud, pero hay cosas que ni la juventud puede justificar.
– Vamos rio abajo. Necesito soledad para recobrarme del susto.
Peter saco la batea al rio y salvo el puente habilmente. Despues dijo:
– ?Que mujer tan extraordinaria! Has permitido que extendiera la cola de la vanidad ante esas dos Ariadnas abandonadas. ?Prefieres ser independiente y coger la pertiga? Reconozco que es mas divertido llevar que que te lleven, y que el deseo de divertirte tu mas que nadie constituye las nueve decimas partes de la ley de caballeria.
– ?Sera posible que tengas una actitud justa y generosa? A mi, a generosidad no me gana nadie. Me quedare aqui sentada como toda una senora y te vere trabajar. Es bonito ver las cosas bien hechas.
– Si dices eso, empezare a creermelo y hare alguna tonteria.
Realmente resultaba agradable verlo con la pertiga, moviendose con naturalidad y sorprendente rapidez. Se abrieron paso entre la multitud por el sinuoso rio a una velocidad increible hasta que en un estrecho tramo los detuvo otra batea que giraba con torpeza en medio de la corriente y encajonaba peligrosamente dos piraguas contra la orilla.
– ?Antes de meterse en estas aguas, tendrian que aprender las normas del rio! -grito Wimsey, empujando a los infractores y mirando ofensivamente al joven responsable (nervudo, desnudo de cintura para arriba y rosa como una gamba por el sol)-. Esas piraguas tienen preferencia, y si no sabe sujetar una pertiga como es debido, le recomiendo que se retiren a las aguas estancadas y se queden
En aquel mismo momento un hombre de mediana edad, cuya batea estaba amarrada un poco mas arriba, volvio bruscamente la cabeza y grito con voz resonante:
– ?Dios santo! ?Wimsey, de Balliol!
– Vaya, vaya, vaya -dijo su senoria, abandonando al joven rosado y situandose junto a la otra batea-. ?Por todos los santos, Peake, de Brasenose! ?Que te trae por aqui?
– Pero si yo vivo aqui -respondio el senor Peake-. Mas bien habria que preguntar que te trae a ti por aqui. No conoces a mi esposa… Carino, lord Peter Wimsey, el as del criquet. El resto de mi familia.
Senalo vagamente con la mano un surtido de vastagos.
– Nada, he venido a dar una vuelta -dijo Peter cuando hubieron acabado las presentaciones-. Es que tengo un sobrino aqui y esas cosas. ?Que haces? ?Eres tutor, profesor…?
– Bueno, doy clases. Una vida de perros, de verdad. ?Dios mio! Ha pasado mucha agua bajo el puente Folly desde la ultima vez que nos vimos, pero habria reconocido tu voz en cualquier parte. Nada mas oir ese tono brusco y desdenoso, he dicho: «Wimsey, de Balliol». ?Tenia o no tenia yo razon?
Wimsey subio la pertiga y se sento.
– ?Ten piedad, hijo, ten piedad! «Deja que los muertos entierren a sus muertos.»
– Es que, vereis -le dijo el senor Peake al mundo en general-, cuando estabamos juntos… de eso hace un monton de anos ?pero es igual!, cuando a alguien le endosaban un primo del campo o un viajero estadounidense que preguntaba, como siempre hace esa gente: «?Que es eso que llaman el estilo de Oxford?», le ensenabamos a Wimsey, de Balliol. Encajaba estupendamente entre los jardines de Saint John y el monumento a los Martires.
– Pero ?y si no estaba o no queria desempenar su papel?
– Esa catastrofe jamas ocurrio. Era imposible no encontrar a Wimsey, de Balliol, plantado en el centro del patio dandole ordenes a alguien con exquisita insolencia.
Wimsey escondio la cara entre las manos.
– Haciamos apuestas sobre lo que dirian de el despues -anadio el senor Peake, que parecia conservar el humor estudiantil, sin duda debido al continuo contacto con la mentalidad de los de primer curso-. La mayoria de los estadounidenses decian: «?Caramba! ?Si es el perfecto aristocrata ingles!», pero algunos decian: «?De verdad le hace falta ese cristal en el ojo o forma parte del disfraz?».
Harriet se rio, pensando en la senorita Schuster-Slatt.
– Carino… -dijo la senora Peake, que parecia de natural bondadoso.
– Los primos del campo -continuo implacable el senor Peake- invariablemente se quedaban estupefactos y habia que reanimarlos con cafe y helados en Buol's.
– Yo, como si no estuviera -dijo Peter, cuyo rostro era invisible, salvo la punta de una oreja carmesi.
– Pero te conservas muy bien, Wimsey -anadio el senor Peake, benevolo-. Mantienes la linea. ?Todavia sirves para una carrerita por el terreno de juego? No puedo decir que yo sirva ya de gran cosa, excepto para el partido de padres, ?eh, Jim? Es lo que tiene el matrimonio, que engordas y te vuelves vago, pero tu no has cambiado, ni pizca. Sigues siendo inconfundible. Y tienes razon con lo de estos patanes del rio. Estoy hasta la coronilla de que me empujen y de que me metan sus asquerosas pertigas en la proa. No saben ni pedir perdon. Les parece divertidisimo. Si seran zoquetes… Y con esos gramofonos vociferandote en los oidos… ?Pero miralos! ?Miralos! Si es que te dan ganas de vomitar. ?Son como la jaula de los monos del zoologico!
– «?Noble, desnuda y antigua!» -apunto Harriet.
– No me refiero a eso. Me refiero a trepar por la pertiga. ?Fijense en esa chica! Una mano encima de la otra… ?y arriba! Y ahora gira y empuja como si estuviera desatascando un desague. Como no tenga cuidado, al agua que se va.
– Va vestida para eso -replico Wimsey.
– Voy a decirte una cosa -dijo el senor Peake con tono confidencial-. Esa es la verdadera razon del traje. Esperan caerse. Esta muy bien salir del agua con esas preciosas arrugas en los pantalones, pero si te caes asi, es todavia mas divertido.
– Cuanta razon tienes. Bueno, estamos impidiendo el paso. Ire a verte un dia, si me lo permite la senora Peake. Hasta pronto.
Las bateas se separaron.
– ?Ay, Dios mio! -exclamo Peter cuando ya no podian oirlos. Que agradable ver a los viejos amigos. Y que saludable.
– Si, pero ?no te resulta deprimente cuando se ponen a gastar las mismas bromas de hace cien anos?
– Terriblemente deprimente. Es el unico inconveniente de vivir aqui, que te mantiene joven. Demasiado joven.
– Es penoso, ?no?
El rio se ensanchaba alli, y a modo de respuesta Peter doblo las rodillas para darse impulso, haciendo a la batea una reverencia y al agua borbotear alegremente bajo la proa.
– ?Recuperarias la juventud si pudieras, Harriet?
– Por nada del mundo.
– Yo tampoco. Por mucho que me dieran, aunque a lo mejor es una exageracion. Por una cosa que tu podrias