darme quiza me gustaria recuperar veinte anos de mi vida, pero no los mismos veinte anos. Y si volviera a tener veintitantos, no querria lo mismo.
– ?Por que estas tan seguro? -pregunto Harriet, acordandose de repente del senor Pomfret y el ayudante del supervisor.
– Por el vivo recuerdo de mis locuras… ?Harriet! ?No me iras a decir que los jovenes no son todos tontos a los veinte anos? -Se puso en pie, arrastrando la pertiga y mirando a Harriet; las cejas enarcadas le daban un toque caricaturesco a su rostro-. Vaya, vaya, vaya… Espero que no sea Saint-George, por cierto. Seria una complicacion domestica verdaderamente lamentable.
– No, Saint-George no.
– Ya decia yo. Sus locuras son menos ingenuas, pero alguien hay. En fin, me niego a preocuparme, puesto que lo has mandado a paseo.
– Me gusta la rapidez con la que haces deducciones.
– Eres incurablemente sincera. Si hubieras hecho algo drastico, me lo habrias contado en tu carta. Habrias dicho: «Estimado Peter, tengo que exponerte un caso, pero en primer lugar creo que es simplemente de justicia que te informe de que estoy prometida al senor Jones, del Jesus». ?O no?
– Es probable. ?Y de todas maneras habrias investigado el caso?
– ?Por que no? Un caso es un caso. ?Que tal es el fondo en el rio viejo?
– Asqueroso. Por cada palada que das retrocedes dos.
– Entonces nos quedaremos en el tramo nuevo. En fin, el senor Jones, del Jesus, cuenta con mi sincera simpatia. Confio en que sus cuitas no afecten a sus estudios.
– Solo esta en segundo.
– Entonces tiene tiempo para superarlo. Me gustaria conocerlo. Probablemente es el mejor amigo que tengo en el mundo.
Harriet no replico. La inteligencia de Peter le daba mil vueltas a la suya, mas lenta. Era verdad que, en cierta medida, el carino espontaneo de Reggie Pomfret le habia hecho mas creible que los sentimientos de Peter fueran algo mas que la ternura del artista hacia su obra, pero le resultaba odioso que Peter hubiera llegado a esa conclusion con tal rapidez. Le molestaba que fuera capaz de entrar y salir de sus pensamientos como si se tratara de su propia casa.
– ?Cielo santo! -exclamo Peter. Escudrino preocupado las aguas verde oscuro. Una sarta de burbujas grasientas subio lentamente hasta la superficie, dejando al descubierto el sitio donde la pertiga habia abierto el cieno, y en el mismo momento les inundo las fosas nasales un repugnante hedor a putrefaccion.
– ?Que pasa?
– He encontrado algo espantoso. ?No lo hueles? Es verdaderamente escandaloso como me persiguen los cadaveres. En serio, Harriet…
– Si seras tonto… No es mas que el vertedero.
Wimsey siguio con la mirada la mano de Harriet, que senalaba la otra orilla, donde una nube de moscas revoloteaba alrededor de un repulsivo monton de inmundicias.
– ?Pero por todos los…! ?Que demonios pretenden con una cosa asi? -Wimsey se paso una mano humeda por la frente-. Durante unos momentos he estado de verdad convencido de que me habia topado con el senor Jones, del Jesus, y empezaba a arrepentirme de haber hablado con tanta frivolidad del pobre chico. ?Venga! ?Vamonos de aqui!
Impulso vigorosamente la batea hacia delante.
– Me quedo con el Isis. En este rio ya no hay romanticismo.
Capitulo 15
Paremonos a considerar las excelencias del dormir: es joya tan inestimable que si un tirano cambiara su corona por una hora de sueno, no podria comprarse; tan hermosa hechura tiene que aun si un hombre yaciera con una emperatriz, su corazon no latiria hasta que dejara sus abrazos para descansar con el otro; si, tal es nuestra deuda con este pariente de la muerte que a el debemos la mitad de nuestra vida, pues el dormir es esa cadena de oro que une la salud con nuestro cuerpo. ?Quien se lamenta de necesidad, de sus heridas, de temores, de opresion, de cautividad mientras duerme? Los pordioseros en sus camas disfrutan tanto como los reyes; ?podemos, por tanto, hartarnos de tan delicada ambrosia? ?Podemos beber demasiado de lo que, si tomamos demasiado poco, nos lleva al camposanto y si lo usamos con indiferencia nos reduce al asilo? No y no; fijaos en Endimion, el seguidor de la Luna, que durmio cien anos, y no por ello se sintio peor.
THOMAS DEKKER
– La cesta de la merienda esta detras de ti, en la proa -dijo Wimsey.
Habian recalado bajo la sombra jaspeada de un sauce, a la orilla del Isis. Alli no habia tanta gente, y la que habia pasaba a cierta distancia. Si habia algun sitio en el que pudieran encontrar alguna calma, era alli. Por consiguiente, con el termo aun en la mano, Harriet observo con algo mas que irritacion como se aproximaba una batea cargada de gente.
– ?Lo que faltaba! ?La senorita Schuster-Slatt y su grupo! Y dice que te conoce.
Las pertigas estaban firmemente clavadas a ambos lados de la embarcacion; imposible huir. El contingente estadounidense se cernia inexorable sobre ellos. Ya estaban al lado, y la senorita Schuster-Slatt gritaba entusiasmada. En esta ocasion fue Harriet quien tuvo que sonrojarse por sus amigos. La senorita Schuster-Slatt pidio disculpas por su intromision con increible timidez, efectuo las presentaciones, dijo que estaba segura de que eran muy inoportunas, le recordo a lord Peter su primer encuentro, reconocio que el debia de estar tan placenteramente ocupado que no iba a hacerle el menor caso, solto una andanada de vehementes y preocupantes comentarios sobre la propagacion de los habitos saludables, hizo hincapie una vez mas en su falta de tacto, con palabras estridentes, puso en conocimiento de lord Peter que Harriet era una persona muy comprensiva y sencillamente encantadora, y obsequio a ambos con un ejemplar de su nuevo cuestionario. Wimsey presto oidos y contesto, cortes e imperturbable, mientras que Harriet, que deseaba que el Isis se desbordara y se ahogaran todos, envidiaba su autocontrol. Cuando al fin se quitaron de encima a la senorita Schuster-Slatt y su grupo, las aguas traicioneras devolvieron su aguda voz desde lejos:
– ?Que, chicas? ?No os habia dicho que era el perfecto aristocrata ingles?
Ante lo cual Wimsey, ya demasiado agobiado, se tumbo entre las tazas y sufrio un ataque de risa histerica.
– Peter, tu temperamento, tan irreductiblemente dulce, resulta bochornoso -dijo Harriet cuando Peter dejo de cacarear como un gallo-. Esa inofensiva mujer me hace perder los estribos. Toma un poco mas de te.
– Creo que deberia dejar de ser el perfecto aristocrata ingles y empezar a ser el gran detective -dijo su senoria con tristeza-. Parece que el destino esta convirtiendo mi romance de un dia en una autentica farsa. Si ese es el informe, damelo. Veremos que clase de detective eres cuando te quedas sola -anadio con una risita.
Harriet le entrego el cuaderno de anillas y un sobre con los documentos anonimos, refrendados, donde era posible, con la fecha y la forma de publicacion. Wimsey examino los documentos, uno a uno, minuciosamente, sin manifestar sorpresa, repugnancia ni ninguna emocion, salvo interes. Volvio a guardarlos en el sobre, lleno y encendio una pipa, se tendio entre los cojines hecho un ovillo y se concentro en el manuscrito. Lo leyo lentamente, volviendo atras de vez en cuando para comprobar una fecha o un detalle. Al llegar al final de las primeras paginas, levanto la mirada y comento:
– Hay que reconocerle una cosa a lo de escribir novelas policiacas, y es que sabes hilar una historia y presentar las pruebas.
– Gracias -replico Harriet secamente-. «La aprobacion de sir Hubert es aprobacion de verdad.»
Peter continuo leyendo. Su siguiente observacion fue:
– Veo que has eliminado a todo el ala de las criadas basandote en una puerta cerrada con llave.
– No soy tan simplona. Cuando llegues al incidente de la capilla, comprobaras que quedan todas eliminadas