– Es de parte de la rectora. Por favor, ?podria usted…?

– ?Es usted la senorita Parsons?

– No, senorita. Soy la doncella de la doctora Baring.

– Pero ?que ha ocurrido?

– No lo se, senorita. La rectora me ha dicho que le pidiera que venga usted enseguida.

– Muy bien. Estare alli dentro de diez o quince minutos. No me he traido el coche, o sea que llegare alrededor de las once.

– Muy bien, senorita. Gracias

Se corto la comunicacion. Harriet fue a ver apresuradamente a su amiga, le explico que la habian llamado con urgencia, se despidio y se marcho.

Habia atravesado el jardin y se encontraba entre el comedor viejo y los edificios de Maitland cuando la asalto un recuerdo absurdo. Se acordo de que Peter le habia dicho en una ocasion: «Las protagonistas de las novelas policiacas se tienen merecido lo que les pasa. Cuando alguien misterioso las llama por telefono y dice que es de Scotland Yard, nunca se le ocurre comprobar la llamada. De ahi el creciente numero de secuestros».

Harriet sabia donde estaba la cabina publica de Somerville y que probablemente podria llamar desde alli. Entro y marco; vio que era la centralita; marco el numero de Shrewsbury, y cuando contestaron pidio que la pusieran con las habitaciones de la rectora.

Quien contesto no era la misma persona que la habia telefoneado.

– ?Es la doncella de la doctora Baring?

– Si, senora. ?Quien es, por favor?

«Senora»… La otra persona habia dicho «senorita». Harriet comprendio por que se habia sentido un tanto inquieta por la llamada: recordo que la doncella de la rectora habia dicho «senora».

– Soy la senorita Vane, desde Somerville. ?Ha sido usted quien me ha llamado hace unos momentos?

– No, senora.

– Alguien me ha llamado en nombre de la rectora. ?Era la cocinera o alguien de la casa?

– Creo que nadie ha llamado desde aqui, senora.

Una equivocacion. A lo mejor la rectora habia dejado el recado en el college y Harriet habia entendido mal a la interlocutora o la interlocutora a ella.

– ?Podria hablar con la rectora?

– La rectora no se encuentra en el colegio, senora. Ha ido al teatro con la senorita Martin. Supongo que estaran a punto de volver.

– Ya. Gracias. No tiene importancia. Debe de haber sido un error. ?Podria devolverme la comunicacion con la conserjeria?

Cuando oyo la voz de Padgett pregunto por la senorita Edwards, y mientras la conectaban penso a toda velocidad.

Todo empezaba a indicar que habia sido una llamada con trampa. Pero ?por que demonios? ?Que habria ocurrido si hubiera ido inmediatamente a Shrewsbury? Como no se habia llevado el coche, habria tenido que pasar por la puerta trasera, despues por entre los frondosos arbustos del jardin de las profesoras… el jardin por donde la gente paseaba de noche…

– La senorita Edwards no esta en su habitacion, senorita Vane.

– Y supongo que todas las criadas estaran acostadas.

– Si, senorita. ?Quiere que le pida a la senora Padgett que vaya a ver si la encuentra?

– No… A ver si puede usted encontrar a la senorita Lydgate.

Otra pausa. ?Tambien la senorita Lydgate estaria fuera de su habitacion? ?Estaban fuera del colegio o de sus habitaciones todas las profesoras de fiar? Si; la senorita Lydgate tambien habia salido, y a Harriet se le ocurrio que, por supuesto, estarian patrullando diligentemente por el colegio antes de acostarse; pero Padgett si estaba. Le explico la situacion lo mejor que pudo.

– Muy bien, senorita -replico Padgett-. Si, senorita… La senora Padgett puede quedarse en la conserjeria. Voy a bajar a la puerta de atras a echar un vistazo. No se preocupe, senorita. Si hay alguien ahi acechandola, pues lo siento por ellos. No, senorita, que yo sepa no ha habido ningun incidente esta noche, pero como pille a alguien por ahi acechandola, entones si que se va a producir un incidente, eso se lo aseguro, senorita.

– Si, Padgett, pero no arme mucho jaleo. Baje sin hacer ruido a ver si hay alguien rondando por ahi, pero que no lo vean. Si alguien me ataca cuando entre, venga a ayudarme, pero si no, no se deje ver.

– Muy bien, senorita.

Harriet colgo y salio de la cabina. Una debil luz brillaba en el centro del vestibulo. Miro el reloj. Las once menos siete minutos. Iba a llegar tarde, pero la agresora, si es que era tal, la esperaria. Sabia donde estaria la trampa, donde debia de estar. A nadie se le ocurriria formar alboroto a la puerta de la enfermeria o de la casa de la rectora, donde la gente podia oirlo y salir a ver, ni nadie se esconderia debajo o detras de los muros en aquel lado del sendero. El unico sitio logico para ocultarse era los arbustos del jardin de las profesoras, junto a la verja, a la derecha del sendero.

Estaria preparada, y eso suponia una ventaja. Ademas, Padgett andaria por alli cerca, pero habria un momento terrible, en el que tendria que volverse de espaldas y cerrar desde dentro la puerta trasera. Se estremecio al pensar en el cuchillo clavado en la muneca.

Si metia la pata y la mataban…, melodramatico, pero posible cuando la gente no esta en sus cabales. Peter tendria razon. Quiza lo correcto seria pedir disculpas antes, por si acaso. Vio un cuaderno en el asiento de la ventana, arranco una hoja, escribio media docena de palabras con el lapiz que llevaba en el bolso, doblo la nota, puso el nombre del destinatario y la guardo junto con el lapiz. Si pasaba algo, la encontrarian.

El conserje de Somerville le abrio la verja para salir a Woodstock Road. Tomo el camino mas rapido: por la iglesia de Saint Giles, Blackhall Road, Museum Road, South Parks Road, Mansfield Road, andando deprisa, casi a la carrera. Aflojo el paso al entrar en Jowett Walk. Tenia que recuperar el aliento y el juicio.

Doblo la esquina de Saint Cross Road, llego a la verja y saco la llave. El corazon le latia con fuerza.

Y de repente el melodrama dio paso a una amable comedia. Un coche se detuvo detras de ella; la decana deposito a la rectora, continuo por la entrada de servicio para estacionar su Austin, y la rectora Baring dijo afablemente.

– ?Ah, es usted, senorita Vane! Asi no tendre que buscar mi llave ?Ha pasado una tarde agradable? La decana y yo nos hemos permitido un pequeno vicio. Lo decidimos de repente despues de cenar…

Siguio por el sendero junto a Harriet, charlando con gran cordialidad sobre la obra que habia visto. Harriet la dejo al llegar a la verja y declino la invitacion a tomar cafe y emparedados. ?Habia oido algo moviendose entre los arbustos o eran imaginaciones suyas? De todos modos, habia perdido la ocasion. Se habia ofrecido como cebo, pero debido al ligero retraso a la hora de tender la trampa, la rectora la habia hecho saltar involuntariamente.

Entro en el jardin, encendio la linterna y miro a su alrededor. El jardin estaba vacio. De pronto se sintio como una perfecta imbecil. Sin embargo, despues de tanto lio, tenia que existir algun motivo para la llamada telefonica.

Se dirigio hacia la conserjeria de Saint Cross y en el patio nuevo se encontro con Padgett.

– ?Ah! -dijo Padgett-. Ahi mismo que estaba, senorita. -Movio la mano derecha, y Harriet creyo que llevaba algo que parecia una cachiporra-. Sentada en el banco detras de los laureles esos al lado de la verja. Me acerque con mucho cuidado, como si fuera una inspeccion nocturna, y me escondi detras de los arbustos esos del centro, senorita. Ella no se dio cuenta de que yo estaba alli, pero cuando entraron la doctora Baring y usted hablando, se levanto y salio disparada.

– ?Quien era, Padgett?

– Pues mire, senorita, hablando en plata, era la senorita Hillyard. Se fue al extremo del jardin y subio a sus habitaciones. Yo la segui y la vi, y bien rapido que iba, y vi la luz encenderse en su ventana.

– ?Ah! -exclamo Harriet-. Mire, Padgett: no quiero que diga nada de esto. Se que a veces la senorita Hillyard se da un paseo por la noche por el jardin. Quiza la persona que me llamo la vio alli y volvio a marcharse.

– Si, senorita. Es muy raro lo de esa llamada. No paso por la conserjeria.

– Quiza la pasaron por la centralita con otro aparato.

– No, senorita. Fui yo a verlo. Antes de acostarme, a las once, comunico con la rectora, la decana, la enfermeria y la cabina publica, pero no estaban comunicadas a las once menos veinte, se lo juro, senorita.

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