circulos academicos y no se volvio a saber nada de el. En el momento de su desaparicion tenia una hija de dos anos y otra en camino. Consegui encontrar a un antiguo amigo suyo, que me dijo que no sabia nada de Robinson desde aquel desastre, pero suponia que se habia marchado al extranjero y cambiado de apellido. Me hablo de un hombre llamado Simpson, que vivia en Nottingham. Busque a Simpson, y averigue que habia tenido la ocurrencia de morirse el ano pasado. Volvi a Londres y despache a varios miembros de la agencia de la senorita Climpson a buscar otros amigos y colegas de Arthur Robinson, y tambien a Somerset House a indagar en el registro civil. Y eso es todo lo que puedo ofrecer tras dos dias de intensa actividad, salvo que entregue honradamente el manuscrito a tu secretaria.

– Muchas gracias. Arthur Robinson. ?Crees que podria tener algo que ver con este asunto?

– Bueno, es algo muy distinto, pero lo cierto es que no hubo incidentes hasta que llego la senorita De Vine, y lo unico que ella ha mencionado que pudiera apuntar a una enemistad personal es la historia de Arthur Robinson. Me parecio que valia la pena investigar.

– Si, comprendo… Espero que no vayas a insinuar que la senorita Hillyard es Arthur Robinson disfrazado, porque la conozco desde hace diez anos.

– ?Y por que la senorita Hillyard? ?Que ha hecho?

– Nada que pueda demostrarse.

– Cuentame.

Harriet conto lo de la llamada telefonica, y Peter la escucho con expresion grave.

– ?Ha hecho una montana de un grano de arena?

– Creo que no. Creo que nuestra amiga se ha dado cuenta de que representas un peligro y ha decidido emprenderla contigo primero. A menos que se trate de un enfrentamiento totalmente distinto, que tambien es posible. Hiciste muy bien en llamar.

– El merito es tuyo. No habia olvidado tus mordaces comentarios sobre la protagonista de novela policiaca y el recado falso de Scotland Yard.

– ?En serio?… Harriet, ?me dejas que te ensene a enfrentarte a una agresion si algun dia se produce?

– ?Enfrentarme a…? Si, me gustaria saberlo, aunque la verdad es que soy bastante fuerte. Creo que podria hacer frente a casi todo, menos una punalada por la espalda. Y eso era lo que me esperaba.

– Pues dudo que sea eso -replico Peter con tranquilidad-. Se pone todo asqueroso y hay que deshacerse de un arma asquerosa. El estrangulamiento es mas limpio y rapido y no se hace ruido.

– ?Aaag!

– Tienes buen cuello -anadio pensativo su senoria-. Tiene un aspecto como de lirio de agua que es por si mismo una invitacion a la violencia. No quiero que me lleven preso por agresion, pero si tienes la amabilidad de acompanarme a ese prado que queda tan a mano, me complacera estrangularte cientificamente en varias posturas.

– Eres un companero horripilante para una excursion.

– Hablo en serio. -Peter habia salido del coche y tenia la portezuela abierta para Harriet-. Vamos, Harriet. Estoy fingiendo cortesmente que no me importan los riesgos que corras. No querras que te suplique de rodillas, ?no?

– Vas a hacer que me sienta ignorante y desvalida -repuso Harriet, siguiendole de todas formas hasta la valla mas cercana-. Y no me gusta la idea.

– Este prado nos viene que ni de perlas. No lo han preparado para el heno, esta relativamente libre de cardos y bonigas de vaca y hay un seto que nos protege de la carretera.

– Y cuando me caiga estara blandito y ademas tiene una charca a la que arrojar el cadaver si te entusiasmas demasiado. Muy bien. He rezado mis oraciones.

– Entonces ten la bondad de imaginarte que soy un canalla malcarado con los ojos puestos en tu bolso, tu virtud y tu vida.

Los siguientes minutos resultaron agotadores.

– No te revuelvas tanto -dijo Peter con gentileza-. Asi solo conseguiras cansarte. Usa mi peso para hacerme perder el equilibrio. Lo pongo enteramente a tu disposicion, y no puedo moverlo en dos direcciones al mismo tiempo. Si dejas que me domine mi desmedida ambicion, caere al otro lado con la maravillosa precision de la manzana de Newton.

– No lo entiendo.

– Tu intenta estrangularme a mi y lo veras.

– Conque este prado era blandito, ?eh? -dijo Harriet cuando Peter la hizo tropezar ignominiosamente. Se froto los pies con resentimiento-. Ahora voy a hacertelo a ti, ya veras.

Y en esta ocasion, por habilidad o por benevolencia, consiguio que Peter perdiera el equilibrio, de modo que se salvo de desplomarse despatarrado gracias a un complicado giro que recordaba a una anguila retorciendose en un anzuelo.

– Deberiamos parar -dijo Peter despues de haberle ensenado a Harriet como deshacerse del canalla que ataca de frente, del canalla que se abalanza por detras y del canalla, mas refinado, que inicia las operaciones con un panuelo de seda-. Manana te vas a sentir como si hubieras jugado al futbol.

– Creo que me dolera la garganta.

– Lo siento. ?Me he dejado llevar por mi naturaleza animal? Es lo peor que tienen estos deportes tan duros.

– Mas duro seria si fuera en serio. No me gustaria encontrarme contigo en un callejon en una noche oscura, y espero que la autora de los anonimos no haya estudiado el tema. Peter no pensaras en serio que…

– Huyo de los pensamientos serios como de la peste, pero te aseguro que no he estado dandote golpes a diestro y siniestro por divertirme.

– Te creo. Ningun caballero podria zarandear a una senora de una forma mas impersonal.

– Gracias por el cumplido. ?Un cigarrillo?

Harriet acepto el cigarrillos, que en su opinion se merecia, y se sento con los brazos alrededor de las rodillas, transformando mentalmente los acontecimientos de la ultima hora en una escena de un libro (la desagradable costumbre del novelista) y pensando que, con un poquito de vulgaridad por ambas partes, podia convertirse en una bonita secuencia de exhibicionismo para el varon y una provocacion para la femina en cuestion. Manipulandolo un poco, podria ser objeto del capitulo en el que el sinverguenza de Everard va a seducir a Sheila, la esposa exquisita pero abandonada. Podia atraparla, rodilla contra rodilla y pecho contra pecho, estrecharla en un ferreo abrazo y sonreir desafiante ante su rostro arrebolado, y Sheila podia desfallecer, momento en el que Everard cubriria su boca de apasionados besos o diria: «?No, por Dios! ?No me tientes!», que al fin y al cabo seria lo mismo. Les iria bien a esos dos ordinarios, penso Harriet, y se paso un dedo inquisitivo bajo la mandibula, donde habia dejado su recuerdo la presion de un pulgar implacable.

– Animate -dijo Peter-. Se te quitara.

– ?Tienes intencion de darle clases de defensa personal a la senorita De Vine?

– Me tiene preocupado. Esta mal del corazon, ?no?

– Supuestamente, si. No subio a la torre de Magdalen.

– Y seguramente tampoco andara por el college robando fusibles ni entrando y saliendo por las ventanas, en cuyo caso las horquillas la inculparian, lo cual nos remite a la teoria de Robinson, pero es facil fingir que tienes el corazon peor de lo que esta. ?La has visto con un ataque al corazon?

– Pues ahora que lo dices, no.

– ?Ves? Ella me dio la pista de Robinson. Yo le ofreci la oportunidad de contar una historia, y la conto. Al dia siguiente fui a verla y le pregunte el apellido. Se hizo mucho de rogar, pero me lo dijo. Es facil arrojar sospechas sobre personas que te guardan rencor, sin necesidad de decir mentiras. Si quisiera que creyeras que alguien me la tiene jurada, podria darte una lista de enemigos tan larga como mi brazo.

– Supongo que si. ?Han intentado liquidarte?

– No con demasiada frecuencia. De vez en cuando me envian estupideces por correo, como crema de afeitar llena de bichos. Y en una ocasion, conoci a un caballero que tenia una pildora para curar la debilidad y la fatiga. Mantuve una larga correspondencia con el, siempre con sobres corrientes. Lo bonito de su sistema era que te hacia pagar por la pildora, lo que sigue pareciendome un detalle magnifico. La verdad es que logro embaucarme, solo cometio un pequeno error de calculo al suponer que yo necesitaba la pildora, y no me extrana, porque con la lista de sintomas que le presente, cualquiera habria pensado que necesitaba la farmacopea completa, pero un dia

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