– Entonces tuvieron que hacer la llamada desde fuera.

– Si, senorita. La senorita Hillyard entro a las once menos diez, justo antes de que llamara usted, senorita.

– ?Si? ?Esta seguro?

– Lo recuerdo muy bien, senorita, porque Annie hizo un comentario sobre ella. No se pueden ni ver, Annie y ella -anadio Padgett con una risita-. La culpa es de las dos, eso es lo que yo digo, senorita, y con ese mal genio…

– ?Que hacia Annie en la conserjeria a esas horas?

– Acababa de entrar, porque tenia medio dia libre, senorita. Paso un ratito con la senora Padgett en la conserjeria.

– ?Ah, si? No le habra contado nada de esta historia, ?verdad, Padgett? No le tiene ningun aprecio a la senorita Hillyard, y para mi que es una lianta.

– No dije ni media palabra, senorita, ni siquiera a la senora Padgett, y no pudieron oirme hablar por telefono, porque al no encontrar ni a la senorita Lydgate ni a la senorita Edwards, cuando usted empezo a contarmelo, cerre la puerta del cuarto de estar. Despues me asome y le dije a la senora Padgett: «Oye, vigila tu la verja, que voy a salir un momento a darle un recado a Mullins». Asi que esto es lo que se podria llamar confidencialidad, entre usted y yo, senorita.

– Pues que siga siendo confidencial, Padgett. A lo mejor son imaginaciones mias, algo absurdo. Lo de la llamada fue un embuste, sin duda, pero no hay pruebas de que se hiciera con maldad. ?Entro alguien mas entre las once menos veinte y las once?

– Eso lo sabra la senora Padgett, senorita. Le enviare una lista de los nombres, o si quiere venir ahora a la conserjeria…

– No. Sera mejor que no. Deme la lista manana por la manana.

Harriet fue a buscar a la senorita Edwards, de cuya discrecion y sentido comun tenia muy buena opinion, y le conto lo de la llamada.

– Es que si hubiera ocurrido algo, posiblemente hicieron la llamada con intencion de demostrar una coartada, aunque no se como -dijo-. Si no, ?por que intentar que yo volviera a las once? O sea, si querian que el incidente empezara a esa hora y que yo lo presenciara, la persona en cuestion ha tenido que arreglar las cosas de tal manera que pareciera que estaba en otro sitio en esos momentos, pero ?por que era necesario que yo fuera testigo?

– Si… ?y por que dijo que ya habia empezado todo cuando no era asi? ?Y por que no iba a servir usted de testigo cuando ademas estaba la rectora?

– Claro, la idea era que se produjera un altercado mientras yo estaba en medio, a tiempo para que se sospechara que yo lo habia provocado -replico Harriet.

– Esto es absurdo. Todo el mundo sabe que precisamente usted no puede ser la Poltergeist.

– Pues entonces tenemos que volver a la primera idea. En teoria, yo tenia que ser la persona a la que agrediesen, pero ?por que no a medianoche o en cualquier otro momento? ?Por que tenia que volver a las once?

– ?Y no podria ser algo ideado para que estallase a las once, mientras se establecia la coartada?

– Nadie podia saber con exactitud el tiempo que yo tardaria en volver de Somerville a Shrewsbury, a menos que este pensando en una bomba o algo que estallaria al abrirse la verja… pero eso funcionaria igualmente en cualquier momento…

– Pero si la coartada era para las once…

– Entonces, ?por que no estallo la bomba? Es que simplemente no me puedo creer que fuera una bomba.

– Yo tampoco…, no, la verdad es que no -dijo la senorita Edwards-. Son simples teorias. Supongo que Padgett no vio nada sospechoso…

– Solamente a la senorita Hillyard, que estaba sentada en el jardin de las profesoras -replico Harriet como sin darle mayor importancia.

– ?Ah!

– Algunas noches pasea por alli. Yo la he visto alguna vez… No se, a lo mejor se asusto por algo…

– Es posible -dijo la senorita Edwards -. Por cierto, parece que su aristocratico amigo ha vencido los prejuicios de la senorita Hillyard de una forma sorprendente. No me refiero al que la saludo a usted en el patio, sino al que vino a cenar.

– ?Quiere hacer una novela de misterio con lo que ocurrio ayer por la tarde? -replico Harriet sonriendo-. Creo que solo se trataba de presentarle a alguien que tiene una biblioteca en Italia.

– Eso nos conto ella -dijo la senorita Edwards. Harriet comprendio, que nada mas volver la espalda, debian de haber llegado montones de cotilleos a oidos de la tutora de historia-. Pero bueno -anadio la senorita Edwards -, le prometi un trabajo sobre los grupos sanguineos, y el todavia no ha empezado a darme la lata con eso. Es un hombre muy interesante, ?no le parece?

– ?Desde el punto de vista de la biologa?

La senorita Edwards se echo a reir.

– Bueno, si, como ejemplar de animal con pedigri: excesivamente desarrollado pero con una gran inteligencia, un tanto nerviosa; pero no me referia a eso.

– Entonces, ?desde el punto de vista de la mujer?

La senorita Edwards le dirigio una mirada muy sincera a Harriet.

– Supongo que desde el punto de vista de muchas mujeres.

Harriet la miro directamente a los ojos.

– No tengo informacion sobre ese asunto.

– ?Ah! -exclamo la senorita Edwards-. Pero en sus novelas, se ocupa usted de los aspectos materiales mas que de los psicologicos, ?no?

Harriet no tuvo repara en reconocerlo.

– Bueno, no importa -replico la senorita Edwards, y se despidio con brusquedad.

Harriet no acababa de comprender que significaba todo aquello. Curiosamente, jamas se habia planteado que pensaban las demas mujeres de Peter, ni el de ellas, lo cual debia de apuntar o bien a que sentia gran confianza o gran indiferencia, porque, bien pensado, Peter reunia todos los requisitos de soltero de oro.

Al llegar a su habitacion, saco la nota del bolso que habia escrito deprisa y corriendo y la rompio sin volver a leerla. Solo de pensarlo se puso colorada. Las heroicidades que no salen bien constituyen la esencia misma de lo burlesco.

El jueves destaco por una pelea violenta, prolongada y completamente inexplicable entre la senorita Hillyard y la senorita Chilperic, que tuvo lugar en el jardin de las profesoras tras la comida. Despues nadie fue capaz de recordar como ni por que habia comenzado. Alguien habia revuelto un monton de libros y papeles en una de las mesas de la biblioteca, con el resultado de que una aspirante a entrar en la facultad de historia habia llegado a una clase contando que le habian quitado unas notas, o que las habia perdido. La senorita Hillyard, que llevaba todo el dia de un humor de perros, se tomo el asunto muy a pecho, y despues de pasarse la cena con cara larga, estallo indignada contra todo el mundo (no antes de que se hubiera marchado la rectora).

– Lo que no acabo de entender es por que mis alumnas tienen que pagar por los descuidos de las demas - dijo.

La senorita Burrows replico que no creia que sufrieran mas que las demas. La senorita Hillyard adujo varios ejemplos que se remontaban a los ultimos tres trimestres en lo que a varias alumnas de historia le habian interrumpido en sus estudios de una forma que parecia deliberada.

– Y teniendo en cuenta que historia es una de las especialidades mas extensas y no precisamente la menos importante… -anadio.

La senorita Chilperic apunto, y sin equivocarse, que precisamente aquel ano habia habido mas alumnas de ingles que ningun otro ano.

– Claro, faltaria mas -replico enfadada la senorita Hillyard-. A lo mejor hay dos o tres mas este ano… Si, supongo que si, pero no veo la necesidad de otra tutora de ingles, cuando yo tengo que enfrentarme sola a

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