de Grandshire Triples

(Holt de Diez Partes)

5.040

Primera mitad

246375

267453

275634

253746

235476

Segunda Mitad

257364

276543

264735

243657

234567

Campana guia: la segunda

Taner:

Primera mitad: sin ritmo, medio, dentro y fuera la 5, derecha, medio, detras, derecha, medio y con ritmo (repetir cuatro veces).

Segunda mitad: sin ritmo, detras, derecha, medio, detras, derecha, dentro y fuera la 5, detras y con ritmo (repetir cuatro veces).

El ultimo repique de cada mitad es simple; en este carrillon debe tocarse el Holt simple.

Primera parte

Un doble por el senor Gotobed

Pronunciaras este suceso tan terrible

con una cruz, una vela y una campana.

Instruction for Parish Priests (siglo XV)

John Myrc

La primavera y la Pascua llegaron tarde y juntas ese ano a Fenchurch St Paul. El triangulo de Fenchurches agradecio el retorno del sol con su habitual austeridad y casi a reganadientes. La nieve habia desaparecido, el maiz era de un verde mas intenso en contraste con la tierra oscura, los espinos y la hierba que delimitaban el dique formaban un paisaje menos abrupto; en los sauces, las candelillas amarillas bailaban como asideros de campanas, y los sauces blancos esperaban que los ninos los despojaran de sus ramas para la palma del Domingo de Ramos; alli donde las lugubres orillas del dique estaban pobladas de arbustos, se agrupaban las temblorosas violetas para protegerse del viento.

En el jardin de la vicaria, los narcisos estaban en plena explosion de color y, a pesar de las continuas rafagas de viento que soplaban en esa parte del pais, se zarandeaban y aguantaban estoicamente.

– ?Mis pobres narcisos! -exclamo la senora Venables, mientras los tallos se agitaban y las trompetas doradas besaban el suelo-. ?Este viento es terrible! ?No se como lo resisten!

Cuando los cortaba, los tenia de todas las variedades: Emperor, Empress, Golden Spur…, sentia una mezcla de orgullo y remordimiento; luego los llevaba a la iglesia y los metia en los jarrones del altar y en los dos recipientes largos, estrechos y pintados de verde que se colocaban junto al cancel el Domingo de Ramos.

«Las flores amarillas quedan muy bien -pensaba la senora Venables, mientras intentaba que las flores permanecieran derechas entre la brillante hierba doncella-. Aunque es una autentica pena sacrificarlas».

Se arrodillo en un almohadon rojo que cogio de un banco para protegerse las rodillas del suelo helado de la iglesia. Tenia los cuatro jarrones de laton del altar frente a si, junto con una cesta llena de flores y una regadera. Si hubiera intentado arreglar los ramos en casa y despues llevarlos a la iglesia, el viento del sudoeste los habria echado a perder antes de que lograra cruzar la calle.

– ?Que pesados! -murmuro, al tiempo que los narcisos resbalaban hacia los lados o caian hasta el fondo del jarron. Se sento sobre los talones para ver su trabajo con un poco mas de perspectiva y luego, al oir unos pasos, se giro.

Una chica pelirroja de quince anos, vestida de negro, habia entrado en la iglesia con un gran ramo de narcisos de ojo de faisan blancos. Era alta, delgada y mas bien desgarbada, aunque prometia convertirse en una mujer muy atractiva.

– ?Le pueden servir para algo, senora Venables? Johnson intentara traer los lirios blancos, pero con este viento tan horrible teme que los tallos se rompan en la carretilla. Creo que tendra que meterlos en el maletero del coche y transportarlos hasta aqui.

– Querida Hilary, ?que amable por tu parte! Gracias, agradezco todas las flores blancas que puedas darme. Son preciosos, y que bien huelen. Habia pensado colocar algunos enfrente del abad Thomas con los jarrones altos y otro jarron igual al otro lado, debajo del viejo Gaudy. Pero lo que no voy a hacer -y lo dijo con mucha determinacion- es rodear la pila bautismal ni el pulpito de verde. Podemos hacerlo en Navidad y en la Fiesta de la Cosecha, si quieren, pero en Semana Santa es inapropiado y absurdo, y ahora que la pobre senorita Mallow esta muerta ya no hace falta que sigamos haciendolo.

– No soporto las Fiestas de la Cosecha. Es una verguenza esconder estas bellas esculturas detras de cestos de maiz, verduras y demas.

– Es cierto, pero a la gente del pueblo le gusta. Theodore siempre dice que la Fiesta de la Cosecha es su fiesta. Supongo que no es correcto que les interese mucho mas que las misas de los domingos, aunque es normal. Cuando nosotros llegamos, tu ni habias nacido, era mucho peor. Solian poner clavos en los pilares para colgar coronas de flores. Un horror. Una falta de consideracion, por supuesto. Y en Navidades colgaban textos escritos en lana sobre piezas de franela roja que pendian de las vidrieras y de la horrible galeria. Eran viejas costumbres de muy mal gusto. Cuando llegamos, nos lo encontramos todo en la sacristia, lleno de polillas y ratones. El parroco no cedio ni un milimetro en ese aspecto.

– Y supongo que solo se acercaba a la capilla la mitad de la gente.

– No, querida; solo dos familias y una de ellas ha vuelto desde entonces: los Wallace, porque tienen una especie de disputa con el pastor por la comida del Viernes Santo. Tiene que ver con los recipientes del te, pero no recuerdo exactamente de que se trata. La senora Wallace es muy agradable; se ofende con cierta facilidad pero, hasta ahora, y toquemos madera -la senora Venables ejecuta este viejo rito pagano tranquilamente tocando un pedestal de roble-, he conseguido llevarme bastante bien con ella en el Instituto de Mujeres. ?Podrias retirarte un poco y decirme si esta igual de ambos lados?

– Tiene que poner mas narcisos a este lado, senora Venables.

– ?En este? Gracias, querida. ?Mejor asi? Bueno, pues tendra que quedar asi. ?Ay! ?Mis pobres huesos! Mira, aqui viene Hinkins con las aspidistras. La gente dice que ahora estan preciosas, pero crecen todo el ano y, de fondo, quedan muy bonitas. Exacto, Hinkins. Seis delante de esta tumba y seis al otro lado. Por cierto, ?has traido los tarros color berenjena? Son perfectos para los narcisos, las aspidistras los taparan y podemos poner un poco de hiedra delante de las macetas. Hinkins, ?puedes llenarme la regadera? Hilary, ?como esta hoy tu padre? Mejor, espero.

– Mucho me temo que no, senora Venables. El doctor Baines teme que no se recupere. ?Pobre papa!

– ?Dios mio! Lo siento mucho. Estas pasando una epoca terrible. Supongo que la muerte tan repentina de tu pobre madre ha sido demasiado para el.

La chica asintio.

Вы читаете Los nueve sastres
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату