traigan a las mujeres y a los enfermos. ?Se encargara usted?
– Si, senor.
– Lord Peter, ?seria tan amable de ser nuestro Mercurio particular y mantenernos informados de como va la presa Van Leyden?
– Encantado -dijo Wimsey-. Por cierto, espero que Bunter… ?donde esta?
– Aqui, milord. Iba a proponerles que, si no me necesitan aqui, podria ayudar a organizar lo que sea.
– Adelante, Bunter, vaya.
– Milord, creo que en la vicaria no va a haber ningun problema inminente, asi que habia pensado que, con la amable ayuda del carnicero, podriamos preparar una sopa caliente y traerla hasta aqui con el abrevadero, despues de haberlo escaldado, claro. Y si en algun sitio hubiera una estufa de parafina…
– Me parece perfecto, pero tenga cuidado con la parafina. No queremos salvarnos de una inundacion para meternos en un incendio.
– Por supuesto que no, senor.
– Puede pedirle la parafina a Wilderspin. Sera mejor que envie a unos cuantos campaneros mas a la torre. Que toquen lo que quieran y que se vayan turnando. Aqui llegan el inspector jefe y el comisario Blundell, ?que amables han sido por acercarse hasta aqui! Estamos en una situacion un poco extrema.
– Lo se, lo se. Veo que lo estan llevando con un orden digno de admiracion. Me temo que se perderan muchas casas. ?Quiere que les enviemos policias?
– Sera mejor que patrullemos las carreteras que conectan los Fenchurches -dijo Blundell-. En St Peter estan muy alarmados; tienen mucho miedo por si se caen los puentes y se quedan aislados. Estamos organizando un servicio de botes. Ellos estan incluso a un nivel mas bajo que ustedes y mucho me temo que no se encuentran ni la mitad de bien preparados.
– Aqui podemos acogerlos -dijo el parroco-. La iglesia tiene capacidad para mas de mil personas, pero deben traer la comida que necesiten. Y algo para poder dormir, claro. La senora Venables se esta encargando de todo. Los dormitorios masculinos en el ala de los
– Lo organizare todo -dijo el senor Blundell.
– Si el agua arrastra las vias del tren, tambien tendra que llevarlos a St Stephen. Buenos dias, senora Giddings, buenos dias. Me alegra mucho que haya llegado. ?Hola, senora Leach! ?Como esta el nino? Supongo que comiendo, ?no? Encontrara a la senora Venables dentro. ?Jack! ?Jackie Holliday! Mete ese pollo en una cesta. Pidele a Joe Hinkins que te busque una. ?Ah, Mary! He oido que tu marido esta haciendo un gran trabajo en la presa. Esperemos que no se haga dano. Si, querida, ?que sucede? Voy enseguida.
Durante tres horas, Wimsey ayudo en lo que pudo, organizando el ganado, entrando a gente. Al final recordo su mision de mensajero y, moviendo despacio el coche entre la multitud, consiguio salir hacia el dique. Estaba oscureciendo y la carretera estaba llena de carros y ganado que se dirigian a la seguridad del monticulo de la iglesia. Los animales le impedian el paso.
– Los animales entraron por parejas -canturreo Wimsey mientras se abria paso entre el ganado-. El elefante y el canguro. ?Hurra!
En la presa, la situacion parecia muy peligrosa. Habian intentado bloquear las compuertas con vigas y sacos de arena, pero el agua ya estaba casi al limite y del este se acercaban violentamente el viento y la corriente.
– No podran aguantarla demasiado tiempo mas, milord -dijo un hombre sacudiendose el agua como un perro mojado-. Va a ceder. ?Que Dios nos ayude!
El vigilante de la presa se retorcia las manos.
– ?Se lo habia dicho, se lo habia dicho! ?Que va a ser de nosotros?
– ?Cuanto tiempo aguantara? -pregunto Wimsey.
– Una hora, milord, como maximo.
– Sera mejor que se vayan. ?Tienen coches suficientes?
– Si, milord, gracias.
Will Thoday se acerco a ellos, palido y muy cansado.
– Mi mujer y mis hijas…, ?estan a salvo?
– Si, tranquilo. El parroco esta haciendo maravillas. Sera mejor que vuelva conmigo.
– Me quedare con todos, milord, gracias. Pero digales que no pierdan tiempo.
Wimsey dio media vuelta con el coche. Durante su breve ausencia, la organizacion lo habia puesto casi todo en orden. Hombres, mujeres, ninos y viveres; todos habian sido ubicados en la iglesia. Eran cerca de las siete de la tarde y ya habia oscurecido. Las lamparas estaban encendidas. En la capilla de mujeres se estaba sirviendo te y sopa, los ninos lloraban, el cementerio resonaba con los grunidos de los animales. Entraron piezas de beicon y colocaron treinta carretas de heno y maiz junto a una de las paredes de la nave. En el unico espacio tranquilo entre la confusion, el parroco estaba detras de la baranda del santuario. Y, sobre ellos, las campanas iban y venian dando la alarma.
Wimsey se acerco hasta el altar y le dio las ultimas noticias al parroco. Este asintio.
– Que se vayan enseguida -dijo-. Digales que vengan inmediatamente. ?Que valientes! Se que no querran abandonar, pero no deben sacrificar sus vidas en vano. Cuando pase por el pueblo, digale a la senorita Snoot que ya puede venir con los ninos.
Cuando Wimsey se iba, lo llamo.
– ?Y que no se olviden los otros dos termos!
Los hombres ya estaban entrando en los coches cuando Wimsey llego a la presa. El caudal crecia rapidamente, y las vigas y los sacos habian empezado a flotar en el agua agitada. Alguien grito:
– ?Fuera, salid! ?Por vuestra vida!
La respuesta fue un crujido. Las vigas que todavia estaban clavadas en el muro se rompieron. El rio salio a presion por las compuertas. Se oyo un grito. Un figura, que caminaba por la pasarela, desaparecio. Otra figura la siguio, y tambien desaparecio. Wimsey se quito el abrigo e intento acercarse hasta el agua, pero alguien lo sujeto y lo echo hacia atras.
– Ya no podemos hacer nada, milord. ?Se han ido! ?Dios mio! ?Lo ha visto?
Alguien lanzo una bengala desde el otro lado del rio.
– Han quedado atrapados alli y el agua se los ha llevado. ?Quienes eran? ?Johnnie Cross? ?Y quien cayo detras de el? ?Will Thoday? Pobre, tenia familia. Quedese aqui, milord. No queremos perder a nadie mas. Pongamonos a salvo, ya no podemos hacer nada por ellos. ?Dios mio! Las compuertas estan cediendo. ?Vamonos, deprisa!
Wimsey noto que alguien lo cogia del brazo y lo metia en el coche. Otra persona se sento a su lado. Era el vigilante de la presa, todavia boquiabierto.
– ?Ya lo dije, ya lo dije!
Otro crujido delato que el agua habia roto el dique. Vigas y sacos bajaban arrastrados por la corriente a gran velocidad; algunos incluso iban a parar a la carretera. Entonces, la presa, que habia aguantado todo aquel caudal de agua, crujio justo cuando se encendian los motores de los coches y estos se alejaban del violento encuentro de las dos corrientes.
Las cunetas del dique de los diez metros resistieron, pero el rio Wale, que habia recibido toda la fuerza de las inundaciones de Upper Waters, se desbordaba por todos lados. Antes de que los coches llegaran a St Paul, la marea les iba pisando los talones. Al coche de Wimsey, que iba el ultimo, el agua le llegaba a los ejes. Siguieron avanzando, aunque la cama plateada se extendia a ambos lados y por detras, y parecia que no terminaba.
En la iglesia, el parroco, con la lista electoral en la mano, iba nombrando uno a uno a los feligreses. Llevaba las vestimentas de domingo y el rostro de preocupacion habia dado paso al de dignidad y serenidad pastoril.
– Eliza Giddings.