Como regalo ni esperado ni merecido, hizo la carta que se iniciase en Sissy una nueva vida. El doctor Robbins que la observaba, percibio el desasosiego. Sabia que resultaria fuese lo que fuese, dificil de nombrar y de rastrear… siempre lo resulta. Y reconocia que ningun medico, ni siquiera en nombre de la salud, tenia derecho a plantar sus zapatos en los brotes de un alma.

Sirvio vino. Aspiro el aroma del jardin. (Aunque no muy intensamente, pues la Calle 86 Este estaba solo a un muro de distancia.) Contemplo a Sissy. La luz del sol exaltaba su pelo rubio, su tez frutal, sus fruncidos labios. La luz del sol hacia algo incluso por aquellas infladas zancas de pavo de goma que eran sus pulgares… aunque el doctor Robbins no estaba seguro de que.

– Hableme de ese Chink -dijo el doctor Robbins.

Sissy se dispuso a hacerlo. Lanzo un suspiro que podria haber inflado todo el pavo. Luego, se lo conto todo.

57

NI A LOS siwash ni a los chinos pertenece el Chink.

Como muchas de las mejores y de las peores contribuciones a la especie humana, el Chink es japones. Con su habilidad para la imitacion creadora, los japoneses hicieron al Chink.

Habia nacido en una isla de la cadena Ryukyu. Le llamaban isla pero era en realidad un volcan, una coraza semisumergida que la naturaleza habia colocado en la cabezota del mar por olvidar si habia sido primero la tierra o el agua. Durante siglos el volcan habia enviado susto tras susto de humo purpura hacia el delo. Fumaba en cadena.

En las laderas de este cono volcanico humeante habian cultivado names los padres del Chink y en las laderas de este cono volcanico humeante habia jugado el pequeno Chink. Una vez, a los seis anos, escalo hasta la cima. Alli le encontro su hermana, al borde del crater, inconsciente por los humos, el pelo y las pestanas chamuscados. Habia estado mirando las entranas del monte.

A los ocho anos emigro a los Estados Unidos de America, donde su tio cuidaba huertos y jardines en San Francisco. El jardin del doctor Goldman estaba muy bien para una clinica de Nueva York, pero el tio del Chlnk no habria querido que uno de sus jardines se casara con el.

El Chink aprendio ingles y otras malas costumbres. Fue al instituto de ensenanza media y a otros lugares peligrosos. Obtuvo la ciudadania norteamericana y otras distinciones dudosas.

Cuando le preguntaban que pensaba hacer en la vida, contestaba (aunque habia aprendido a apreciar las peliculas, la musica de las maquinas de discos y otras cosas tipicamente norteamericanas) que queria cultivar names en la ladera de un volcan… pero como esto era imposible en la ciudad de San Francisco, se hizo jardinero como su tio. Durante mas de doce anos hizo la hierba mas verde y las flores mas floridas en el campos de la universidad de California, en Berkeley. El doctor Robbins habria admirado su trabajo.

Por acuerdo especial con sus patronos, asistia el Chink a una clase por dia en la universidad. En el periodo de doce anos completo buen numero de cursos. Jamas se graduo, pero seria un error suponer que no recibio una formacion.

Fue lo suficientemente astuto para advertir a sus parientes el 8 de diciembre de 1941, al dia siguiente de Pearl Harbor: «El Shinto ha roto el abanico. Sera mejor que metamos de nuevo nuestros amarillos culos en un volcan seguro y comamos names hasta que esto termine.» No le escucharon. Eran despues de todo ciudadanos norteamericanos, patriotas, propietarios y pagaban sus impuestos.

El Chink tampoco se molesto gran cosa en huir. Estaba enamorado otra vez. Acampaba al borde de un volcan distinto. Es un decir.

El 20 de febrero de 1942 llego la orden. Dos semanas mas tarde el Ejercito tomo medidas. En marzo, la evacuacion estaba en plena marcha: Unos ciento diez mil individuos de origen japones fueron trasladados de sus hogares en zonas «estrategicas» de la costa oeste a diez campos de «readaptacion» tierra adentro. Solo podian llevar al campo lo que pudiesen transportar. Atras quedaron casas, negocios, tierras, muebles, tesoros personales, libertad. Norteamericanos de origen no nipon compraron sus tierras a diez centavos por dolar. (Los cultivos se perdieron.) El setenta por ciento de los individuos trasladados habian nacido y se habian educado en Estados Unidos.

Los japoneses «leales» fueron separados de los «desleales». Si uno juraba fidelidad a la causa norteamericana (y superaba con exito una investigacion del FBI) podia elegir entre seguir en un campo de readaptacion o buscar un empleo en zona no estrategica. Los campos eran instalaciones militares de barracones de carton embetunado, provistas de catres de lona y estufas barrigudas. En cada barracon vivian de seis a nueve familias. Las divisiones entre «apartamentos» eran finas como galletas y no llegaban al techo. (Aun asi, hubo una media de veinticinco nacimientos por mes en la mayoria de los casos.) No habia grandes deseos de abandonar los campos. A una familia leal que se habia trasladado a una granja de Arkansas la habia linchado una airada muchedumbre antijaponesa.

Los japoneses americanos desleales (los que manifestaron colera excesiva por la perdida de su propiedad y la alteracion de sus vidas, o que fueron, por otras varias razones, considerados sospechosos y peligrosos para la seguridad nacional) pudieron disfrutar del placer de hacerse mutua compania en un campo especial, el Centro de Segregacion del Lago Tule, del condado de Siskiyou, California. Al Chink le habian preguntado si apoyaba el esfuerzo belico norteamericano. «?Demonios, no!» Contesto. «Ja ja jo jo ji ji.» Espero la pregunta logica siguiente, si apoyaba el japones, a la que habria dado similar respuesta negativa. Aun seguia esperando cuando la policia militar le metio en el tren del Lago Tule.

Tule era aun menos lago que el Siwash. Lo habian drenado para que pudiese «reclamarse» la tierra como zona de cultivo. ?Reclamar la tierra! ?Que fue primero, la tierra o el agua? Si te equivocas, tendras que sentarte en un rincon con un volcan en la cabeza.

El campo de detencion lo habian construido en la parte seca del fondo del lago que no servia para el cultivo. Sin embargo, los prisioneros (o «segregados», como preferia denominarlos la Autoridad de Readaptacion Belica) tenian que trabajar en las zonas agricolas de alrededor, construyendo diques, excavando canales de irrigacion y cultivando productos que demostraron una vez mas que los pulgares mas verdes suelen ser amarillos.

(Quizas el autor te este diciendo mas sobre el Lago Tule de lo que quieres saber. Pero el campamento aun existe en el norte de California, junto a la frontera de Oregon, y aunque el tiempo, esa pildora dietetica definitiva, haya reducido sus mil treinta y dos edificaciones a sus cimientos de hormigon, quizas el gobierno aun tenga planes para ellos que puedan afectarte a ti algun dia.)

Cocido en el verano, cegado por el polvo en el otono, helado en el invierno y con barro hasta los codos en primavera, el campamento del Lago Tule estaba rodeado de una valla alta de alambre espinoso. Habia soldados en torres de vigilancia que hacian guardia constante… vigilando a los ninos que nadaban en los canales, a los adolescentes que cazaban serpientes cascabel, a los viejos que jugaban al Go y a las mujeres que compraban novedades en el economato donde siempre estaban en las estanterias los ultimos ejemplares de Confesiones Autenticas. Se decia que aunque se prescindiese de los guardianes, los segregados no intentarian escapar. Tenian miedo a los campesinos del Lago Tule.

El Chink pidio que le permitiesen reunirse con su familia en un campo menos riguroso. Pero su expediente del FBI indicaba que habia realizado, durante un periodo de anos, practicas tan paganas como jiu jitsu, ikebana, magia de hongos, sanscrito y arte del arco zen; en la universidad de California habia escrito articulos academicos que indicaban tendencias anarquistas; y habia tenido relaciones intimas repetidas con mujeres caucasicas, incluyendo la nieta de un almirante de la marina de los Estados Unidos. Retenganlo, por favor, en Lago Tule.

A principios de noviembre de 1943, hubo un problema en el Lago Tule. El imprudente chofer de un camion del ejercito atropello y mato a un agricultor japones. Enfurecidos, los segregados se negaron a terminar la recoleccion. Siguio un enfrentarniento que los portavoces del ejercito calificaron de «motin». Entre los ciento cincuenta y cinco cabecillas que pasaron a una prision militar tras la correspondiente paliza, estaba el hombre al que ahora llamamos el Chink. No habia participado el Chink en el «motin», en realidad estaba comprobando el ritmo de la cosecha, pero las autoridades del campo afirmaron que su actitud notoriamente insubordinada (por no mencionar su absurdo afan de venerar las plantas y las verduras y las mujeres de otros hombres) contribuyeron a

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