devastador alud de almizcle.

Perdida en su histeria, la senorita Adrian se lanzo a la carga. Lanzo un tenedor de barbacoa que hizo brotar sangre del entrecejo de Heather. Rapido como la lengua de una rana, restallo el latigo de Delores. El latigo rodeo los tobillos de la directora del rancho barriendole los pies. Se derrumbo en el suelo con un estruendo de joyeria y un confuso grito. Luego empezo el jaleo.

Un coctel molotov dijo adios a Big Red y hola al edificio de recondicionamiento sexual. En unos minutos, ardia la estructura. Otras vaqueras, los traseros desnudos resplandeciendo, se lanzaron contra el ala de la casa principal donde estaban localizados el salon de belleza y las salas de ejercicios. El estruendo de cristales rotos y madera astilladas retumbo por toda la casa. El aire se lleno de gritos, de «Uuuajooos», «Yiuppis», «A la carga» y «La vagina es un organo que se limpia solo».

Sissy no sabia que hacer. Evidentemente su querida Jellybean la habia olvidado. La Condesa estaria furioso con ella por no avisarle de la inminente revuelta. Julian tampoco estaria contento. Y, en realidad, ella misma podia encontrarse en peligro fisico. Delores y sus camaradas la identificaban con el negocio de La Condesa. Ardia ya la sauna, y el rancho estaba envuelto en humo.

Siguiendo ordenes de esa gran porcion del cerebro que se desinteresa por completo de todo lo que no sea la supervivencia, huyo Sissy de la casa por el mismo camino por el que habia entrado. Cruzo el campo de criquet, paso la piscina, corrio hasta el pie del Cerro Siwash y luego hacia el sur, bordeando su base. Al final, llego a un sitio donde los matorrales de juniperos rotos revelaban un tosco sendero que iniciaba un empinado ascenso. Como el cerro prometia proteccion y una vista de lo que pasaba, Sissy decidio escalarlo.

Se abrio paso entre matorrales bajos y plateados. El sendero se comportaba de un modo extrano. Retrocedia donde no habia ninguna razon para hacerlo o avanzaba en linea recta hasta el borde del despenadero, para girar a un lado en el ultimo centimetro posible y subir y bajar como si estuviese riendose. Parecia tener mente propia. Una mente perturbada, ademas.

Sissy camino con ligereza pero firmemente, como si intentase tranquilizar al camino, como si le aplicase una terapia. No reaccionaba.

Sudando, jadeando, espantando conejos y urracas, acepto la primera oportunidad (aproximadamente a la mitad de la ladera del cerro y a los veinte minutos de escalada) para descansar sentada en una roca lisa, desde la que podia divisar el Rosa de Goma. El rancho estaba mas lejos incluso de lo que los enganos del camino la habian llevado a imaginar.

Aun seguia el jaleo. Ruido y humo. La antorcha habia respetado la casa principal, pero varios de los edificios externos eran ya cenizas. Creyo distinguir a las vaqueras Intentando tranquilizar a los caballos, presa del panico en los corrales. Vio el Cadillac de la senorita Adrian salir rugiendo, pero no tenia medio de saber que pasajeros llevaba. Algo mas tarde, se alejaron tambien el descapotable alquilado de los fumadores y el camion de su equipo. ?Habian sido expulsados o habian ocupado otros sus vehiculos? Todo esto pensaba Sissy alli sentada. Y pensaba tambien si volver al rancho y cuando. El sol se arrodillaba ya en el umbral del Oeste, y a medida que se acercaba la noche, Sissy sentia en la carne frios aranazos.

Al cabo de un rato sintio algo mas. Ojos. Sintio ojos. Ojos observandola. No rosados ojitos de raton ni saltones y brillantes de ave. Grandes ojos de carnivoro. Un puma o un lobo, no habia duda. Y de nuevo, esa inmensa bateria de eficiente energia cerebral, insensible a la belleza, a lo romantico, a la diversion o a la libertad, suspicaz, recelosa, tan convencional como huevos de desayuno, tan triste como los calcetines de un banquero, en fin, ese carca de cuello duro de ADN que resulta ser el principal accionista de la conciencia humana, lanzo ordenes. Obedeciendo, pues no hay ordenes mas dificiles de desobedecer que las suyas, cogio Sissy una piedra y se volvio lentamente.

– Ja ja jo jo y ji ji -rio entre dientes la cosa que la observaba. Se hallaba a unos diez metros de distancia. Era, claro, el Chink.

Lo malo del Chink era que parecia el Hombrecito que conoce la clave de los Grandes Enigmas. Flotante pelo blanco y albornoz sucio, rostro curtido y sandalias hechas a mano. Dientes que despertarian la envidia de un acordeon, ojos que parpadeaban como luces de moto en la niebla. Bajo pero musculoso, viejo pero apuesto y ?ooooh el aroma humoso de su barba inmortal! Parecia como bajado a hurtadillas del techo de la Capilla Sixtina, pero pasando por un fumadero de opio de Yokohama. Parecia capaz de hablar con los animales, de discutir con ellos temas que el doctor Dolittle jamas comprenderia. Parecia como desenrollado de un pergamino zen, como si hubiese dicho muchas veces «presto», y conociese el significado de la iluminacion y el origen de los suenos, y como si bebiese rocio y follase serpientes. Parecia esa capa que cruje en la escalera posterior del Paraiso.

Se escrutaron con fascinacion mutua. Sissy contuvo el aliento. El Chink dijo:

– Ja ja jo jo y ji ji.

Al fin, a Sissy se le ocurrio algo, pero, como si el hubiese percibido que ella estaba a punto de hablar y no quisiese las palabras de ella en aquellas orejas suyas, tan extranamente puntiagudas, se giro y se alejo por la ladera en que habia aparecido.

– ?Espera! -grito ella.

El se detuvo y se volvio, pero como preparado para seguir de nuevo.

Sissy sonrio.

Alzo su maduro pulgar derecho.

Y agitandolo y moviendolo como si fuese su actuacion de despedida y hubiese de complacer a los dioses, hizo la senal de autoestop al eremita y su montana.

Consiguio un viaje hasta la fabrica del tiempo.

Cuarta Parte

No soy de tu raza. Pertenezco al clan mongol que trajo al mundo una verdad monstruosa: la autenticidad de la vida y el conocimiento del ritmo… Haces bien en rodearme de cien mil bayonetas de ilustracion occidental, pues ay de ti si dejo la oscuridad de mi cueva y me lanzo a apagar tus clamores.

blaise cendrars

52

AQUEL ANO POR Navidad, Julian regalo a Sissy un pueblo tiroles en miniatura. Era un notable trabajo de artesania.

Habia una pequena catedral cuyas vidrieras hacian ensalada de frutas de la luz del sol. Habia una plaza y ein Biergarcen. La Biergarcen se ponia muy ruidosa las noches de los sabados. Habia una panaderia que olia siempre a pan tierno y pastel de queso. Habia un ayuntamiento y una comisaria, y tribunales con notable cantidad de burocracia y corrupcion. Habia pequenos tiroleses de pantalones cortos de cuero, intrincadamente hilvanados, y, bajo los pantalones, genitales de artesania igualmente perfecta. Habia tiendas de esquies y otras muchas cosas interesantes, incluyendo un orfanato. El orfanato estaba disenado de modo que se incendiase y ardiese entero todas las Nochebuenas. Los huerfanos salian a la nieve con los pijamas ardiendo. Horrible. Hacia la segunda semana de enero, aparecia un inspector de incendios y contemplaba las ruinas, murmurando: «Si me hubiesen escuchado, esos ninos estarian aun vivos.»

Era un regalo fascinante y nada barato, pero Sissy podria haber sospechado que tenia su trampa.

Julian no pudo guardarse mucho tiempo la informacion de que el autor de la aldea era un joven al que le habian amputado ambos brazos a los tres anos, tras un accidente de triciclo. Habia hecho la aldea con los pies.

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