arriba.
Los ojos de Jelly agarraron los de Sissy, alzandolos.
– Alla arriba paso algo muy hermoso.
– Si -admitio Sissy-, lo fue. Fue muy hermoso.
– ?Te sientes mal por ello?
– No, que va. No me siento mal. Me siento… distinta. O quiza no me sienta distinta; quiza tenga la sensacion de que deba sentirme distinta -se subio la cremallera pensativa-. ?Has tenido muchas experiencias sexuales con chicas antes?
– Solo desde que estoy en el Rosa de Goma. Entre la senorita Adrian y Delores echaron de aqui a todos los varones disponibles, y siempre suele haber problemas de un tipo u otro si andas con los palurdos de Mottburg. Asi que te quedan los dedos u otras mujeres, y por lo menos la mitad de las vaqueras del rancho han estado ya unas en las bragas de las otras. No es que haya entre ellas ninguna lesbiana. Es simplemente algo natural y agradable. Las chicas estan tan proximas y son tan dulces. ?Por que me llevaria tantos anos aprender que es agradable jugar con ellas? Y lo es sobre todo cuando se trata de una chica que realmente te cae muy bien. -Abrazo a Sissy y rocio su cuello y sus oidos con dulces besos.
Un par de sonrisas cabalgaron por las colinas de Dakota.
Quizas una persona gane acumulando obstaculos. Cuanto mas obstaculos se alcen para impedir que la felicidad aparezca, mayor es la impresion cuando aparece, lo mismo que la fuerza de una corriente es mucho mas poderosa cuando mayor sea la presion aplicada para contenerla. Ha de tenerse cuidado, sin embargo, de elegir grandes obstaculos, pues solo los de suficiente alcance y medida tienen capacidad, para elevarnos sobre el medio y obligar a la vida a aparecer iluminada por una luz totalmente nueva e insolita. Por ejemplo, si ensuciases el suelo y la mesa de tu habitacion con pequenos objetos, constituirian poco mas que una molestia, un inconveniente que te frustraria e irritaria: lo pequeno es mezquino. Maldiciendo, eludes los objetos, los coges, los apartas de un papirotazo. Si, por otra parte, se encontrase en tu habitacion una masa de granito de cuatro mil kilos, la sorpresa que te produciria, los pasos extremos que deberias dar para abordarla, te obligarian a mirar con nuevos ojos. Y si el pedrusco es mas especial, y ha sido pintado o tallado de modo misterioso, podrias descubrir que poseia una presencia extraordinaria y sobrenatural de fuerza hechizante, y el tratar con el (pues bloquearia tu paso al bano) te haria sentirte tambien a ti extraordinaria y sobrenatural. Las dificultades iluminan la existencia, pero han de ser frescas y de alta calidad.
En fin, a cuantos obstaculos habian conspirado para impedir que Sissy Hankshaw Hitche, blanca, mujer, protestante y de Richmond Sur, Virginia, alcanzase la normalidad, asumiese un papel responsable y sensato, actuase como una contribuyente productiva y bien adaptada a la comunidad humana, debia anadirse ahora la amistad con Bonanza Jellybean. Era imposible determinar si este ultimo obstaculo habria de elevar a Sissy o empujarla levemente al punto limite, como se dice de una cierta paja y cierto camello cargado, era imposible, digo, determinarlo por su sonrisa, pues habia en ella al mismo tiempo jubilo y recelo. De poco o de ningun valor seria analizar estados mentales como este. El reino de las ideas formales siempre sera un debil vecino del reino de las emociones. Y Sissy era una princesa de la emocion. La sangre se arracimaba en su cabeza como uvas en una peluca. Cantaba alli una especie de balada popular… Cuando la unica emisora de radio de la zona no tocaba mas que polcas. Jelly le habia prometido ir a su habitacion aquella noche, con mariguana y nuevas propuestas. Si bien tales perspectivas la excitaban, le excitaba tambien el recuerdo de las grullas chilladoras, vision tanto mas turbadora cuando que sabia que aquellas inmensas y graciles fugitivas eran tan escasas en numero y se mantenian tan precariamente al borde de la extincion total. Sin estruendo, sin calvario, sin lucha sangrienta, solo una bandada de criaturas exquisitas (para las que el mundo no tenia sustituto) plantadas fria (?desafiantemente!) sobre el guinante parpado de la condena a muerte.
Quiza grulla y vaquera se mezclasen en su mente en un solo duende picudo de amor de brillante mirada. Si asi era, tal duende salio volando cuando ella y Jelly llegaron cabalgando hasta el corral. Delores y Big Red corrieron a recibirlas.
– Esta aqui -anuncio Delores, senalando con el latigo.
Asi era, al otro lado del patio, en medio de la barbacoa baja en calorias en pleno desarrollo, monoculo reflejando luz solar, boquilla agitandose en el aire, estaba La Condesa. Salvo por las manchas de salsa de tomate de la Casa Blanca de su chalina, parecia el mismo de siempre, ?y por que no si solo habian pasado un par de semanas desde la ultima vez que Sissy le habia visto, aunque pareciesen anos?
– Miralo -silbo Delores-. Perverso como salmuera rosa.
– Repugnante como una patrulla de lucha contra el vicio -perfecciono Big Red.
– Esta furioso -dijo Delores-. Quiere verte inmediatamente despues de la barbacoa.
Jellybean lanzo una risa sardonica. No se inmuto. Bajo del caballo.
– Reune a las chicas -dijo-. Me vera ahora mismo.
Abandonada bruscamente en el corral con un caballo al que no era capaz de desensillar, Sissy se sintio alarmada. Evidentemente, se estaba fraguando un enfrentarniento, y ella no deseaba participar en el. ?Cuantos anos hacia que La Condesa era su benefactor? Muchos. De no ser por La Condesa, probablemente no habria podido sobrevivir. Al verle, su primer impulso fue correr hacia el y saludarle cordialmente. Pero no se atrevio. Confusa y mas confusa, empujada por tendencias opuestas, sintiendose culpable, abandono el caballo y se abrio paso furtiva, como pudo, hasta la parte posterior del edificio principal, vacilando solo un instante al tropezar con la cadena de la cabra.
Se colo por la cocina donde los sacos de arroz integral encargados por Debbie, sentados con oriental ascetismo, ignoraban estoicos los aromas de ternera asada que llegaban de la barbacoa. Cruzo el vestibulo, entro en su habitacion y se encerro. Al cerrar, oyo a Jelly decir algo asi como:
– Todas las que querais unios a nosotras sereis bien recibidas y podreis quedaros a trabajar en igualdad de condiciones en el Rosa de Goma. Las demas podeis hacer las maletas… ahora mismo. Teneis quince minutos para sacar vuestros grasientos culos de este rancho.
Hubo sonoros gritos de asombro, aterrados murmullos y burbujeos barbacoanos. La puerta principal se abrio con un chirrido y Sissy oyo un caos de pisadas en el vestibulo.
Desde su ventana podia oir Sissy a la senorita Adrian gritar amenazas de carcel y otros castigos a las vaqueras. La Condesa, por su parte, parecia enfocar el asunto en tono sarcastico. Alli seguia reduciendo tranquila la existencia material de un cigarrillo frances, mientras observaba a Jellybean y a sus hermanas con expresion de divertida burla. «Pateticas fierecillas», parecia decir. «?Acaso creeis que esta exhibicion de melodrama infantil va a colaborar en la causa de la libertad?»
– Nos debes este rancho, como pago por tu repugnante explotacion -dijo Jelly,
– Bueno, pues para vosotras -dijo tranquilamente La Condesa.
Quizas hablase en serio, pero las vaqueras consideraron sus palabras como un desafio.
Jelly lanzo una orden. Las vaqueras, que llevaban hachas, picos, horquillas y palas, retrocedieron. La Condesa, aun sonriente, cogio un entremes y sometio su cigarrillo a una chupada segura y medida. La senorita Adrian agito un puno y grito:
– ?Al barracon! ?Y no salgais de alli! -como si acabase de dirigir un tumulto. Las clientes estaban en sus habitaciones haciendo el equipaje, salvo una senora que habia lanzado su copa de ponche contra la senorita Adrian uniendose a la revolucion. Tambien se habia unido la masajista, que incitaba al resto del personal, que se mantenia a un lado de la barbacoa procurando parecer neutral.
Tras retroceder unos treinta metros, las vaqueras se detuvieron. Con asombrosa rapidez, desengancharon, desabrocharon y bajaron cremalleras… se quitaron pantalones y bragas. Luego, desnudas de cintura abajo, pubis hacia el frente, adelantados e indicando el camino, iniciaron su avance. La sonrisa de La Condesa cayo por su garganta como el agua por el desague de una banera.
– ?Sera mejor que cojais vuestros tarros de spray! -grito Gloria.
– ?Todos estos conos llevan sin lavarse mas de una semana! -aullo Jellybean.
Bastante palido ahora, temblandole la nariz, La Condesa dejo caer al suelo el canape de caviar que sostenia. Una hormiga de la pradera se aprovecho de los despojos, la primera hormiga de la historia de los Dakota que probo el caviar irani. El o ella pasaran a la Galeria de la Fama de las hormigas.
Y las vaqueras seguian avanzando, mientras detras en hileras, quince montoncitos separados de pantalones y bragas se acuclillaban en el suelo, como un peregrinaje de astrosos musulmanes postrados ante la Meca de los elegantes. Alla iban, si, las vaqueras, las pelvis palpitando, desprendiendo lo que a La Condesa le parecia un