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A LA MANANA siguiente, envio el doctor Robbins temprano a por Sissy, antes de que el doctor Goldman tuviera posibilidad de atraparla. Y la escolto de nuevo a su pequeno jardin amurallado, sin botella de vino esta vez. En realidad, los azules ojos del doctor Robbins estaban aplastados por unos cien kilos de resaca.
– Bueno -dijo suavemente, procurando no agitar a las punitivas y traidoras deidades de la fermentacion-. Cuentame como conociste al Chink.
– Le conoci en la confiteria -canturreo Sissy-. No, en serio. Agradezco haber tenido la oportunidad de hablar con alguien seguro… digno de confianza, en fin… sobre el Chink, pero ?no tienes que preguntarme sobre… las razones por las que estoy en esta institucion?
– No me interesan lo mas minimo tus problemas personales -replico el doctor Robbins, maldiciendo por dentro el calvinismo cinico que obliga al alcohol a hacernos sufrir por los buenos ratos que nos proporciona.
– ?Eh? Bueno, mi marido paga un monton de dinero para que resuelvan mis problemas personales en esta clinica.
– Tu marido es un memo. En cuanto a ti, si te dejas someter a las indignidades del psicoanalisis, es que tambien eres una mema. Y desde luego, el doctor Goldman es un perfecto imbecil por enviarte a mi. Yo, sin embargo, no soy ningun imbecil. Me has contado algunas de las historias mas fascinantes que he oido en mucho tiempo. Estoy completamente seguro de que no voy a desperdiciar estas horas de sol entre las flores escuchando tus aburridos problemas personales cuando puedo enterarme de mas cosas sobre tus aventuras con el Chink. Venga, cuentame como le conociste. Y no vaciles en, ejem, hacer esas, ejem, travesuras que haces con los pulgares. Si te apetece.
– Pero, ?no llamara eso la atencion? -sin el aliento del vino, Sissy dudaba en repetir el abandono digital del dia anterior.
– A veces -dijo el doctor Robbins mirando con ojeadas inyectadas en sangre el ventanal-, a veces, las cosas que mas atraen la atencion hacia nosotros son las que nos proporcionan mayor intimidad.
Y dicho esto, se dejo caer sobre la hierba.
– Doctor -dijo Sissy con una sonrisa-, perdona pero tengo la impresion de que tambien tu eres un caso clinico.
– Cuesta conocerse -replico Robbins-. Puede que por eso acaben todos los pinguinos en el polo Sur.
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EN PARTE cerro de paramera, en parte colina de pradera, en parte chaparral alto, el Cerro Siwash es un mutante geologico, una formacion esquizofrenica que encarna en una montana relativamente pequena varios de los rasgos mas patentes del Oeste norteamericano. Un sendero disparatadamente retorcido e impredecible zigzaguea por su ladera norte arriba, a traves de espesuras de roble chaparro y junipero, remontando herbosos monticulos y colgando finalmente de las paredes calcareas por los cordones de sus zapatos. La cima del Cerro Siwash, aunque dispuesta en unos cuantos puntos a ascender y empinarse, es casi casi lisa: un portaviones de carbonato calcico, una nave que el agua construyo de tierra.
Hacia el centro de la cima del cerro, hay una depresion de la profundidad de un caballo y de forma circular que con buen tiempo sirve al Chink de salon hundido. En la pared norte de la depresion, abre la boca una cueva.
Una persona de la estatura de Sissy ha de reptar para entrar en la cueva a cuatro patas, y casi no hay sector en la camara de entrada (cubierta de una colchoneta de paja japonesa) en que haya espacio para que una modelo zanquilarga se ponga de pie. La camara de entrada no es, sin embargo, el nivel superior de tres niveles de cavernas. El nivel inferior, en lo profundo del interior del cerro, consiste en dos salas tamano vagon de mercancias, caldeadas por corrientes termales de aire y notablemente seca. En el nivel medio hay cinco o seis camaras enormes conectadas por estrechos pasajes. En una de esas camaras estan las maquinas del tiempo.
De las paredes de la sala del nivel medio, gotea constantemente agua fresca y pura. Es como si las paredes llorasen. Es como si el alma del continente estuviese llorando.
?Por que llora? Llora por los huesos del bufalo. Llora por la magia olvidada. Llora por la decadencia de los poetas.
Llora
por los negros que piensan como blancos.
Llora
por los indios que piensan como colonos.
Llora
por los ninos que piensan como adultos.
Llora
por los libres que piensan como presos.
Y llora, sobre todo,
por las vaqueras que piensan como vaqueros.