instantes en silencio. El prosiguio:

– ?No te parece una buena idea?

Claudia se dio cuenta de que estaba sopesando seriamente la sugerencia sin saber si para el no era mas que una de las ideas que exponia de vez en cuando, sin esperar que ella las creyera y, al parecer, sin que le importara mucho si las creia o no.

– Si hablas en serio -respondio despacio-, la respuesta es que seria una idea muy mala.

– De acuerdo; pero podemos prometernos. Me gusta la idea de un compromiso permanente.

– Eso es una contradiccion.

– ?Por que? Al viejo Simon le encantaria. Podria decirle: «Estoy esperando a mi novia.» No se sentiria tan violento cuando te quedaras a pasar la noche.

– Nunca he visto que diera la mas minima muestra de sentirse violento. Dudo que le importara que nos dedicasemos a fornicar en la sala delantera, siempre que no asustaramos a los clientes ni estropearamos el material.

Sin embargo, el empezo a llamarla «mi novia» cuando hablaba de ella con el viejo Simon, y a Claudia le parecio que no podia rechazar el apelativo sin quedar los dos como unos tontos y darle al asunto una importancia que no tenia. Declan no volvio a mencionar el matrimonio, pero a ella le desconcerto descubrir que la idea empezaba a arraigar en una parte de su mente.

Aquel atardecer llego directamente del crematorio, saludo al senor Simon y paso a la sala de atras sin entretenerse. Declan estaba contemplando una miniatura. A ella le gustaba observarlo con el objeto que, por transitorio que fuera el afecto, despertaba momentaneamente su entusiasmo. Era un retrato de una dama del siglo xviii, el escotado corpino y la escarolada pechera pintados con gran delicadeza, el rostro enmarcado por una alta peluca empolvada, de un atractivo quizas en exceso dulzon.

– Pagado por un amante rico, supongo. Tiene mas aspecto de ramera que de esposa, ?no te parece? Creo que podria ser de Richard Corey. Si lo es, se trata de un hallazgo. ?Comprendes, querida, por que tenia que comprarlo?

– ?De donde lo has sacado?

– De una mujer que habia anunciado unos dibujos que creia originales. No lo eran. Esto si.

– ?Cuanto le has pagado?

– Trescientas cincuenta. Se habria conformado con menos, porque estaba bastante desesperada. Pero me gusta esparcir un poco de felicidad pagando un precio ligeramente mas elevado de lo que se espera.

– Y vale tres veces mas, ?no?

– Algo asi. Es preciosa, ?verdad? La pintura, quiero decir. Detras lleva un mechon de pelo enroscado. No creo que esto deba ir a la sala delantera; podrian robarlo en un segundo. La vista del viejo Simon ya no es lo que era.

– Yo lo veo bastante enfermo -apunto ella-. ?Por que no le aconsejas que vaya al medico?

– Es inutil, ya lo he intentado. Detesta a los medicos y todavia mas los hospitales. Le aterroriza la idea de que lo ingresen en uno. Para el, los hospitales son sitios donde muere la gente, y no le gusta pensar en la muerte. No es de extranar, si al resto de tu familia lo han exterminado en Auschwitz.

En aquel momento Declan se aparto de ella para tenderse de espaldas y, mirando la seda de colores iluminada por el suave resplandor de la lampara de cabecera, le pregunto:

– ?Has hablado ya con Gerard?

– No, todavia no. Hablare con el despues de la proxima reunion del consejo.

– Mira, Claudia, quiero la tienda. La necesito. La he hecho yo. Todo lo que la distingue es obra mia. El viejo Simon no puede vendersela a otro.

– Ya lo se. Tendremos que procurar que esto no pase.

Penso en lo extrano que resultaba ese impulso de dar, de satisfacer todos los deseos de su amante, como si quisiera compensarle la carga de ser amado. ?O se debia a la creencia irracional y mas profunda de que el merecia obtener lo que queria y cuando lo queria, en virtud sencillamente de su amabilidad? Y cuando Declan queria algo, lo queria con la insistencia de un nino malcriado, sin reservas, sin dignidad, sin paciencia. No obstante, Claudia se dijo que este deseo en particular era adulto y racional. La propiedad, que comprendia los dos apartamentos y toda la tienda, era una ganga por trescientas cincuenta mil libras.

Simon queria venderla y queria vendersela a el, pero no podia esperar mucho mas.

– ?Has vuelto a hablar con el? -pregunto Claudia-. ?Que plazo nos da?

– Quiere que le diga algo antes de final de octubre, pero si puede ser antes, mejor. Esta anhelando irse a tender sus viejos huesos al sol.

– Pero no encontrara otro comprador de un dia para otro.

– No, pero si no le damos una respuesta concreta para esa fecha, la sacara al mercado y, naturalmente, pedira mas de lo que me pide a mi.

Claudia anuncio lentamente:

– Le propondre a Gerard que compre mi parte en la empresa.

– ?Te refieres a tus acciones de la Peverell Press? ?Puede pagarlas?

– No sin dificultades, pero si esta de acuerdo encontrara el dinero.

– ?Y no puedes conseguirlo de otra manera?

Ella penso: «Podria vender el piso del Barbican y venirme a vivir aqui, pero ?que clase de solucion seria esa?» Dijo:

– No tengo trescientas cincuenta mil libras guardadas en el banco, si quieres decir eso.

Declan insistio:

– Gerard es tu hermano. Seguro que te ayudaria.

– No tenemos mucha relacion. ?Como ibamos a tenerla? Tras la muerte de nuestra madre, nos mandaron a distintas escuelas. Apenas nos veiamos hasta que empezamos a trabajar los dos en Innocent House. Me comprara las acciones si cree que le conviene. Si no, no lo hara.

– ?Cuando se lo preguntaras?

– Despues de la reunion del consejo del catorce de octubre.

– ?Y por que no antes?

– Porque entonces sera el mejor momento.

Permanecieron acostados en silencio durante unos minutos. De pronto, ella propuso:

– Escucha, Declan, vayamos al rio el dia catorce. Vienes a buscarme a las seis y media y cogemos la lancha hasta la barrera del Tamesis. No la has visto nunca en la oscuridad.

– No la he visto nunca. ?Y no hara frio?

– No especialmente. Ponte ropa de abrigo. Llevare un termo de sopa y vino. Te aseguro que vale la pena ver esas grandes masas que surgen del rio oscuro y se ciernen sobre ti. Ven a verlo. Podriamos parar en Greenwich para cenar en un pub.

– Muy bien -acepto-. ?Por que no? Ire. No entiendo por que hemos de quedar ahora, pero ire si no tengo que ver a tu hermano.

– Eso puedo prometertelo.

– A las seis y media en Innocent House, entonces. Podemos salir antes, si quieres.

– Antes de las seis y media es imposible. La lancha no estara libre hasta esa hora.

El observo:

– Haces que parezca algo importante.

– Si -dijo ella-. Si, es importante, importante para los dos.

9

Gabriel dejo a Frances nada mas terminar la partida, una partida que gano con facilidad. Ella advirtio compungida que parecia muy cansado y se pregunto si no habria subido mas por compasion que por verdadera necesidad de compania. El funeral debia de haber sido peor para el que para los demas directivos de la empresa. Despues de todo, era el unico miembro del personal por el que Sonia parecia sentir algun afecto. Ella habia hecho

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