de la esperanza sobre la experiencia.

– Puedes tomarte el lunes libre, Mandy, con el sueldo completo, naturalmente -dijo la senora Crealey-. Y sera mejor que pases a maquina tu historial, especificando estudios y experiencia laboral. Pon arriba «curriculum vitae», eso impresiona siempre.

El curriculum vitae de Mandy, y la propia Mandy -pese a su excentrico aspecto-, nunca dejaban de impresionar. Esto debia agradecerselo a su profesora de lengua, la senora Chilcroft. La senora Chilcroft, plantada ante una clase de recalcitrantes ninas de once anos, les habia dicho: «Vais a aprender a escribir vuestra propia lengua con sencillez, con precision y con cierta elegancia, y a hablarla de tal manera que no quedeis en desventaja nada mas abrir la boca. Si ambicionais algo mas que casaros a los dieciseis anos y criar hijos en un piso de proteccion oficial, necesitareis el idioma. Si no teneis otras ambiciones que ser mantenidas por un hombre o por el Estado, lo necesitareis todavia mas, aunque solo sea para saliros con la vuestra ante la seccion local de la Asistencia Social y el Departamento de Sanidad y Seguridad Social. Pero aprenderlo, lo aprendereis.»

Mandy nunca logro discernir si odiaba a la senora Chilcroft o la admiraba, pero, bajo su inspirada aunque poco convencional tutela, no solo aprendio a hablar y escribir correctamente, sino a utilizar su lengua con seguridad y algo de gracia. Por lo general, preferia fingir que no habia alcanzado este logro. Pensaba, aunque nunca formulaba tal herejia, que no valia la pena sentirse a sus anchas en el mundo de la senora Chilcroft si no era aceptada en el suyo propio. Su dominio del lenguaje estaba ahi para utilizarlo cuando fuera necesario, una habilidad comercial y en ocasiones social a la que Mandy anadia altas velocidades en taquigrafia y mecanografia, asi como el conocimiento de diversos programas de tratamiento de textos. Mandy se sabia en muy buenas condiciones para encontrar empleo, pero permanecia fiel a la senora Crealey. Aparte del nido, ser considerada indispensable tenia ventajas evidentes; se podia estar segura de elegir los mejores trabajos. Algunos de los hombres que la contrataban trataban de persuadirla para que aceptara un puesto fijo y, en ocasiones, le ofrecian incentivos que tenian poco que ver con aumentos anuales, vales para el almuerzo o generosas contribuciones a su pension. Pero Mandy seguia con la Agencia Nonesuch, pues su lealtad se hallaba arraigada en algo mas que simples consideraciones materiales. De vez en cuando experimentaba por su jefa una compasion casi propia de un adulto. Los problemas de la senora Crealey derivaban principalmente de su conviccion de la perfidia de los hombres, combinada con la incapacidad de pasarse sin ellos. Aparte de esta incomoda dicotomia, su vida la dominaban la lucha por retener a las escasas chicas de su equipo susceptibles de ser empleadas y la guerra de desgaste que libraba contra su ex marido, el inspector de hacienda, el director de su banco y el casero de la oficina. En todos estos traumas, Mandy actuaba como aliada, confidente y simpatizante. Por lo que a la vida amorosa de la senora Crealey se referia, dicha actitud se debia mas a cierta buena voluntad natural por parte de Mandy que a verdadera comprension, puesto que, para su mentalidad de diecinueve anos, la posibilidad de que su jefa pudiera desear realmente mantener relaciones sexuales con los hombres poco atractivos y ya ancianos - algunos debian de tener al menos cincuenta anos- que en ocasiones rondaban por la agencia era demasiado grotesca para ser tenida seriamente en cuenta.

Tras una semana de lluvia casi continua, el martes prometia ser un buen dia, con vislumbres de un sol esporadico que mandaba sus rayos a traves de las masas de nubes bajas. El trayecto desde Stratford East no era largo, pero Mandy habia salido con tiempo de sobra, de manera que solo eran las diez menos cuarto cuando dejo la autopista, bajo por la calle Garnet y siguio por Wapping Wall hasta girar a la derecha en Innocent Walk. Reduciendo la velocidad a la de un transeunte, se bamboleo sobre los adoquines de un amplio callejon sin salida limitado al norte por un muro de ladrillo gris de tres metros de altura y al sur por los tres edificios que albergaban la Peverell Press.

A primera vista, Innocent House le resulto decepcionante. Era una casa de estilo georgiano, imponente pero ordinaria, con unas proporciones que Mandy sabia -mas que sentirlo- que eran airosas y, en apariencia, no muy distinta de otras que habia visto en las plazuelas y las calles residenciales de Londres. La puerta principal estaba cerrada y no vio ningun signo de actividad tras los cuatro pisos de ventanas de ocho cristales, las dos inferiores con un elegante balcon de hierro forjado cada una. A ambos lados del edificio habia sendas casas, mas pequenas y menos ostentosas, despegadas y un poco distanciadas de aquel, como un par de parientes pobres y deferentes. La joven se encontraba ante la primera de estas, la numero 10 -aunque no se veia ni rastro de los numeros 1 al 9-, y advirtio que estaba separada del edificio principal por Innocent Passage, un camino particular protegido con una cancela de hierro forjado y obviamente utilizado como aparcamiento para los automoviles del personal. Pero en aquellos momentos la cancela estaba abierta y Mandy vio a tres hombres que, por medio de una polea, bajaban grandes cajas de carton desde un piso alto y las cargaban en una furgoneta. Uno de los tres, un hombre moreno y achaparrado que llevaba un enorme sombrero de monte, se descubrio y le dedico a Mandy una pronunciada reverencia ironica. Los otros dos apartaron la vista de su trabajo para observarla con evidente curiosidad. Mandy alzo la visera del casco y les dirigio a los tres una larga y desalentadora mirada.

La segunda de las casas laterales quedaba separada de Innocent House por Innocent Lane. Era alli, segun las instrucciones que habia recibido de la senora Crealey, donde encontraria la entrada. Paro el motor, echo pie a tierra y empujo la moto sobre los adoquines buscando un sitio discreto donde aparcarla. Fue entonces cuando avisto por primera vez el rio, un angosto centelleo de agua estremecida bajo el cielo cada vez mas claro. Despues de aparcar la Yamaha se quito el casco, hurgo en la maleta lateral en busca del sombrero, se lo puso y, a continuacion, con el casco bajo el brazo y cargada con su bolsa, se encamino hacia el agua como si se sintiera fisicamente atraida por el poderoso tiron de la marea, por el aroma leve y evocador del mar.

Se encontro en una espaciosa terraza de marmol refulgente, delimitada por una barandilla baja de hierro delicadamente forjado y con un globo de vidrio en cada esquina sostenido por delfines de bronce entrelazados. De una abertura situada en mitad de la barandilla nacia un tramo de escalera que descendia hacia el rio. Mandy oyo su chapaleteo ritmico contra la piedra. Se dirigio poco a poco hacia el sumida en una especie de extasis, como si no lo hubiera visto nunca. Ante sus ojos rielaba el rio, una amplia extension de agua movediza jaspeada por el sol, que, mientras ella miraba, se alzo en un millon de olitas bajo la creciente brisa como un inquieto mar interior y, luego, al amainar el viento, se asento misteriosamente en una resplandeciente tersura. Al volverse vio por primera vez la encumbrada maravilla de Innocent House, cuatro pisos de marmol coloreado y piedra dorada que, segun cambiaba la luz, parecian mudar sutilmente de matiz, aclarandose primero para oscurecerse despues hasta adquirir un intenso color oro. Sobre el gran arco curvado de la entrada principal, flanqueado por estrechas ventanas arqueadas, habia dos pisos con anchurosos balcones de piedra labrada frente a una hilera de esbeltas columnas de marmol rematadas por arcos trebolados. Las altas ventanas arqueadas y las columnas de marmol se alzaban hasta un ultimo piso bajo el parapeto de un techo bajo. Mandy no conocia ninguno de los detalles arquitectonicos, pero ya habia visto antes casas asi, en un tumultuoso y mal dirigido viaje escolar a Venecia cuando tenia trece anos. La ciudad apenas le habia causado ninguna impresion, aparte del intenso hedor veraniego del canal -que habia hecho que los colegiales se taparan la nariz y chillaran con fingida repugnancia-, los museos de pintura llenos de gente y unos edificios que, segun le dijeron, eran dignos de admiracion, pero que parecian estar a punto de desmoronarse sobre los canales. Habia visto Venecia cuando era demasiado joven y sin la preparacion adecuada. Al contemplar la maravilla de Innocent House, sintio por primera vez en su vida una reaccion tardia a aquella experiencia anterior, una mezcla de pasmo admirado y alegria que la sorprendio y a la vez la asusto un poco.

Una voz masculina rompio el hechizo.

– ?Busca usted a alguien?

Mandy se volvio y vio a un hombre que la miraba por entre los balaustres de la barandilla, como si hubiera surgido milagrosamente del rio. Al acercarse, comprobo que estaba de pie en la proa de una lancha atracada a la izquierda de la escalera. El desconocido llevaba una gorra de patron de yate, muy echada hacia atras, sobre una desgrenada mata de rizos negros, y sus ojos eran como dos ranuras brillantes en el rostro curtido por la intemperie.

– He venido por un empleo -respondio ella-. Solo estaba mirando el rio.

– Ah, siempre esta aqui, el rio. La entrada es por alli -dijo el hombre, senalando con el pulgar hacia Innocent Lane.

– Si, ya lo se.

Para demostrar independencia de accion, Mandy consulto su reloj y, a continuacion, se volvio y se paso otros dos minutos contemplando Innocent House. Luego, tras dedicarle una ultima mirada al rio, echo a andar por Innocent Lane.

Вы читаете El Pecado Original
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×