En la puerta exterior habia un rotulo: Peverell Press – entre, por favor. La abrio y cruzo un zaguan acristalado que comunicaba con la oficina de recepcion. A la izquierda vio un mostrador curvado y una centralita atendida por un hombre de cabellos grises y expresion benevola, que la saludo con una sonrisa antes de buscar su nombre en una lista. Mandy le entrego el casco de motorista y el lo sostuvo entre sus manos pequenas y manchadas por la edad con tanto cuidado como si se tratara de una bomba; tras unos instantes de indecision en los que parecio no saber que hacer con el, acabo dejandolo sobre el mostrador.

El hombre anuncio su llegada por telefono y luego le dijo:

– Enseguida vendra la senorita Blackett para acompanarla al despacho de la senorita Etienne. Quiza prefiera sentarse.

Mandy se sento y, haciendo caso omiso de los tres periodicos del dia, las revistas literarias y los catalogos cuidadosamente dispuestos en forma de abanico sobre una mesita baja, miro a su alrededor. En otro tiempo debia de haber sido una habitacion elegante; la chimenea de marmol con un oleo del Gran Canal colgado sobre ella, el delicado cielo raso de estuco y la cornisa esculpida contrastaban de un modo incongruente con el moderno mostrador de recepcion, las sillas comodas pero utilitarias, el gran tablon de anuncios forrado de fieltro y el ascensor enrejado que habia a la derecha de la chimenea. Las paredes, pintadas de un intenso verde oscuro, exhibian una hilera de retratos en sepia que Mandy supuso serian de los anteriores Peverell. Acababa de incorporarse para examinarlos mas de cerca cuando aparecio una mujer robusta y poco atractiva que sin duda era la senorita Blackett. La recien llegada saludo a Mandy con severidad, le dedico una mirada sorprendida y casi sobresaltada a su sombrero y, sin presentarse, la invito a seguirla. Mandy no se inquieto por su falta de cordialidad. Estaba claro que se trataba de la secretaria personal del director gerente y que pretendia demostrarle su posicion. Mandy ya habia conocido antes a otras de su especie.

El vestibulo la dejo boquiabierta. Vio un suelo embaldosado de marmol, formando segmentos de colores, del cual se alzaban seis esbeltas columnas con capiteles intrincadamente cincelados que sostenian un techo asombrosamente pintado. Sin prestar atencion a la visible impaciencia de la senorita Blackett, que la esperaba en el primer peldano de la escalinata, Mandy se detuvo con la mayor naturalidad y dio lentamente una vuelta, mirando hacia arriba, mientras en lo alto la gran boveda coloreada giraba con ella: palacios, torres con gallardetes ondeantes, iglesias, casas, puentes, el recodo del rio emplumado con las velas de navios de altos mastiles y pequenos querubines de labios fruncidos que soplaban prosperos vientos a breves vaharadas, como el vapor que brota de una tetera. Mandy habia trabajado en una gran variedad de oficinas -desde torres de cristal decoradas con cuero y cromo y provistas de las ultimas maravillas electronicas, hasta cuartos tan pequenos como un armario con una mesa de madera y una maquina de escribir antigua- y no habia tardado mucho en comprender que el aspecto del local no constituia un indicio fiable de la situacion economica de la empresa. Sin embargo, nunca habia visto un edificio de oficinas como Innocent House.

Subieron por la amplia escalinata doble sin hablar. El despacho de la senorita Etienne estaba en la primera planta. Se notaba que en otro tiempo habia sido una biblioteca, pero en algun momento habian construido un tabique para crear un pequeno despacho en la entrada. Una joven de expresion seria, tan delgada que parecia anorexica, estaba escribiendo en un ordenador y apenas le dirigio a Mandy una mirada fugaz. La senorita Blackett abrio la puerta de comunicacion y, antes de retirarse, anuncio:

– Es Mandy Price, de la agencia, senorita Claudia.

La habitacion, que despues del reducido despachito exterior le parecio muy grande, tenia el suelo de parquet. Mandy la cruzo en direccion a un escritorio situado a la derecha de la ventana del otro extremo. Una mujer alta y morena se levanto para recibirla, le estrecho la mano y la invito a tomar asiento con un ademan.

– ?Ha traido su curriculum vitae? -le pregunto.

– Si, senorita Etienne.

Era la primera vez que le pedian un curriculo, pero la senora Crealey habia estado en lo cierto; evidentemente, se esperaba que lo presentara. Mandy introdujo la mano en la bolsa adornada con borlas y bordados llamativos -un trofeo de las vacaciones en Creta del verano anterior- y le entrego tres hojas pulcramente mecanografiadas. Mientras la senorita Etienne las estudiaba, Mandy examino a la senorita Etienne.

Concluyo que no era joven; ciertamente, mas de treinta anos. Tenia un rostro de facciones angulosas y tez palida y delicada, y unos ojos de iris oscuro, casi negro, algo saltones y encajados bajo unos gruesos parpados. Sobre ellos, las cejas depiladas formaban un pronunciado arco. El cabello corto, muy cepillado para darle brillo, estaba peinado con raya a la izquierda, y los mechones que colgaban quedaban recogidos tras la oreja derecha. Las manos que reposaban sobre el curriculum vitae carecian de anillos, los dedos eran muy largos y finos, las unas no estaban pintadas.

Sin alzar la vista, la senorita Etienne pregunto:

– ?Se llama usted Mandy o Amanda Price?

– Mandy, senorita Etienne.

En otras circunstancias, Mandy habria senalado que, si se llamara Amanda, el curriculo lo indicaria asi.

– ?Ha trabajado antes en una editorial?

– Solo unas tres veces en los dos ultimos anos. En la tercera pagina del curriculo aparecen los nombres de todas las empresas para las que he trabajado.

La senorita Etienne siguio leyendo hasta que al fin alzo la mirada y sus ojos brillantes y luminosos examinaron a Mandy con mas interes del que habia demostrado anteriormente.

– Al parecer le fue muy bien en la escuela, pero desde entonces ha tenido una extraordinaria variedad de empleos. No ha permanecido en ninguno mas de unas cuantas semanas.

En tres anos de tentaciones, Mandy habia aprendido a reconocer y esquivar la mayoria de las maquinaciones del sexo masculino, pero cuando tenia que tratar con su propio sexo se sentia menos segura. Su instinto, agudo como un diente de huron, le indicaba que debia manejar a la senorita Etienne con suma cautela. Penso: «En eso consiste el trabajo interino, vacaburra. Hoy estas aqui y manana te has ido.» Lo que dijo fue:

– Por eso me gusta el trabajo interino. Quiero obtener una experiencia lo mas amplia posible antes de aceptar un empleo permanente. Cuando lo haga, me gustaria conservarlo y desarrollar mi trabajo con exito.

Esta declaracion distaba mucho de ser veraz. Mandy no tenia intencion de aceptar un empleo permanente. El trabajo interino, con su libertad de contratos y condiciones de servicio, su variedad, el conocimiento de que no estaba atada, de que incluso la peor experiencia laboral podia terminar el viernes siguiente, le convenia a la perfeccion; sus proyectos, empero, apuntaban en otra direccion. Mandy estaba ahorrando para el dia en que, con su amiga Naomi, pudiera montar una tiendecita en Portobello Road. Alli, Naomi crearia sus joyas, Mandy disenaria y confeccionaria sus sombreros, y las dos alcanzarian rapidamente la fama y la fortuna.

La senorita Etienne miro de nuevo el curriculum vitae y dijo con sequedad:

– Si su ambicion consiste en encontrar un empleo permanente y desarrollar su trabajo con exito, es usted un caso unico en su generacion.

Le devolvio el curriculo con un gesto brusco e impaciente, alzo la cabeza y prosiguio:

– Muy bien. Le daremos una prueba de mecanografia. Veremos si es tan buena como asegura. En la oficina de la senorita Blackett, en la planta baja, hay un ordenador libre. Es donde usted tendra que trabajar, asi que puede hacer la prueba alli mismo. El senor Dauntsey, nuestro editor de poesia, tiene una cinta por transcribir. Esta en el despachito de los archivos. -Se puso en pie y anadio-: Iremos a buscarla juntas. Conviene que se haga una idea de la distribucion de la casa.

Mandy pregunto:

– ?Poesia?

Podia resultar peliagudo transcribir una grabacion. Segun su experiencia, en la poesia moderna era dificil decir donde empezaban y terminaban los versos.

– No es poesia. El senor Dauntsey esta examinando los archivos para hacer un informe recomendando que expedientes habria que conservar y cuales habria que destruir. La Peverell Press lleva publicando desde 1792. En los archivos antiguos hay algun material interesante y deberia catalogarse adecuadamente.

Mandy bajo tras la senorita Etienne la amplia escalinata curva, cruzo de nuevo el vestibulo y volvio a la sala de recepcion. Por lo visto iban a utilizar el ascensor, que solo podia cogerse en la planta baja. No le parecio la manera mas apropiada de hacerse una idea de la distribucion de la casa, pero el comentario habia sido prometedor; al parecer, el empleo era suyo, si lo queria. Y desde aquella primera vision del Tamesis, Mandy sabia que si lo queria.

El ascensor era pequeno -apenas un metro cuadrado- y, mientras las subia entre grunidos, Mandy se sintio

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