de ver la obra de Rogier van der Weyden, el padre Sebastian no tenia excusa para no acompanarlo y, consciente de que limitarse a entregarle las llaves supondria una descortesia, se consolo pensando que quiza la visita fuera breve. Al fin y al cabo, ?de que podia quejarse el archidiacono en la iglesia, aparte del olor a incienso? Tomo la decision de mantener la calma y, en la medida de lo posible, hablar solo de trivialidades. Cabia esperar que dos sacerdotes fuesen capaces de conversar sin hostilidad en una iglesia.

Recorrieron el claustro norte y llegaron a la puerta de la sacristia sin decir una palabra. Ninguno de los dos solto prenda hasta que el padre Sebastian hubo encendido las luces que iluminaban el retablo. Se situaron lado a lado y contemplaron la obra en silencio.

El padre Sebastian nunca habia encontrado las palabras apropiadas para describir el efecto que producia esa subita revelacion de una imagen, y tampoco se esforzo por buscarlas ahora. Transcurrio medio minuto antes de que el archidiacono hablara. Su voz sono extraordinariamente alta en la quietud del templo.

– No deberia estar aqui, desde luego. ?Nunca ha pensado seriamente en trasladarlo?

– ?Adonde, archidiacono? La senorita Arbuthnot lo dono al seminario con el deseo expreso de que se pusiera sobre el altar.

– Es un sitio poco seguro para un objeto de tanto valor. ?Cuanto cree que vale? ?Cinco millones? ?Ocho? ?Diez?

– No tengo idea. En cuanto a su seguridad, le dire que lleva aqui mas de cien anos. ?Adonde propone que lo llevemos?

– A un lugar mas seguro y donde lo admire mas gente. Lo mas sensato, y he discutido esta posibilidad con el obispo, seria venderlo a un museo para que lo expusieran ante el publico. La Iglesia, o de hecho cualquier institucion benefica, sacaria buen provecho del dinero. Lo mismo puede decirse de los dos calices mas valiosos. No es apropiado conservar unos objetos de tanto valor con el unico fin de que los disfruten veinte seminaristas.

El padre Sebastian estuvo tentado de citar un versiculo de los evangelios -«Pues este perfume podria haberse vendido a mucho precio y haberselo dado a los pobres»-, pero se contuvo. Sin embargo, no logro reprimir un dejo de ira en su voz:

– El retablo pertenece a este seminario. No se vendera ni se movera de aqui mientras yo sea rector. Los calices de plata continuaran guardandose en la caja de seguridad del presbiterio y cumpliendo su funcion original.

– ?Aunque su presencia obligue a impedir la entrada de los seminaristas en la iglesia?

– No esta cerrada para ellos. Solo tienen que pedir las llaves.

– La necesidad de rezar es demasiado espontanea para que uno tenga que acordarse de pedir unas llaves.

– Por eso disponemos de un oratorio.

El archidiacono dio media vuelta y el padre Sebastian apago las luces.

– En cualquier caso -dijo Crampton-, cuando se cierre el seminario, habra que retirar el retablo. No se que piensa hacer la diocesis con este sitio… Me refiero a la iglesia. Esta demasiado alejada del mundo para volver a ser una parroquia, incluso como parte de un ministerio multiple. ?De donde sacarian a los feligreses? Es improbable que quienquiera que compre la casa desee una capilla privada, pero nunca se sabe. Me cuesta imaginar que exista un posible comprador. Es un sitio aislado, de dificil acceso y sin comunicacion directa con la playa. No resultaria apropiado para un hotel ni para una clinica de reposo. Ademas, debido a la erosion de la costa, ni siquiera es seguro que continue en pie dentro de veinte anos.

El padre Sebastian guardo silencio hasta que se sintio capaz de responder con serenidad.

– Habla como si ya hubieran tomado la decision de cerrar Saint Anselm, archidiacono. Doy por sentado que me consultaran antes, habida cuenta de que soy el rector. Y de momento nadie me ha comunicado nada al respecto, ni verbalmente ni por escrito.

– Por supuesto que le consultaran. Se seguiran todos los tediosos y necesarios pasos del proceso. A pesar de todo, el final es inevitable, como usted bien sabe. La Iglesia anglicana esta centralizando y racionalizando sus ensenanzas teologicas. Hace tiempo que se necesita una reforma. Saint Anselm es demasiado pequeno, remoto, caro y elitista.

– ?Elitista, archidiacono?

– He empleado esa palabra a proposito. ?Cuando fue la ultima vez que aceptaron un estudiante procedente de una escuela publica?

– Stephen Morby se educo en escuelas publicas. Y es tal vez nuestro alumno mas inteligente.

– El primero, supongo. Y sin duda llego a traves de la Universidad de Oxford y con las notas mas altas. ?Y cuando aceptaran a una mujer como alumna, o a una mujer sacerdote en la plantilla?

– Ninguna ha presentado una solicitud de acceso.

– Desde luego. Las mujeres saben reconocer donde no las quieren.

– Creo que la historia reciente desmiente esa afirmacion, archidiacono. No tenemos prejuicios. La Iglesia, o mas bien el sinodo, ha tomado su decision. Pero este sitio es demasiado pequeno para recibir a alumnas mujeres. Hasta los seminarios mas grandes lidian con ese problema. Los que sufren son los seminaristas. No presidire una institucion donde algunos miembros se nieguen a recibir el sacramento de manos de otros.

– Y el elitismo no es el unico problema de este seminario. La Iglesia morira a menos que se adapte a las necesidades del siglo xxi. La vida que sus jovenes seminaristas llevan aqui es absurdamente privilegiada, muy diferente de la de los hombres y mujeres a quienes deberan servir. El estudio del griego y el hebreo tiene su sitio, no lo niego, pero tambien conviene investigar lo que pueden ofrecernos las nuevas disciplinas. ?Que formacion se imparte aqui en los campos de la sociologia, las relaciones interraciales y la cooperacion entre distintos cultos?

El padre Sebastian consiguio mantener firme su voz al replicar:

– La formacion que impartimos aqui esta entre las mejores del pais. Los informes de la inspeccion dejan muy claro ese punto. Y es absurdo que afirme que nuestros alumnos no tienen contacto con el mundo real o que no los estamos preparando para servir a ese mundo. Varios sacerdotes ordenados en Saint Anselm trabajaron en las zonas mas deprimidas del pais y del extranjero. ?Que me dice del padre Donovan, que fallecio de fiebre tifoidea en el East End porque se negaba a abandonar a sus feligreses? ?O del padre Bruce, que murio como un martir en Africa? Y hay muchos mas. Saint Anselm ha educado a dos de los obispos mas distinguidos de este siglo.

– Eran obispos de su epoca, no de la nuestra. Esta hablando del pasado. A mi me preocupan las necesidades del presente. No atraeremos gente a nuestra fe con convenciones obsoletas, una liturgia arcaica y una Iglesia con una imagen pretenciosa, aburrida, burguesa e incluso racista. Saint Anselm ha quedado desfasado en esta nueva era.

– ?Que es lo que quiere? -pregunto el padre Sebastian-. ?Una Iglesia sin enigmas, sin la erudicion, la tolerancia y la dignidad que eran las virtudes caracteristicas del anglicanismo? ?Una Iglesia sin humildad ante el inefable misterio y el amor de Dios Todopoderoso? ?Oficios con himnos banales, una liturgia modificada y una Eucaristia celebrada como una fiesta pagana? ?Una Iglesia para la Gran Bretana moderna? Pues yo no celebro esa clase de oficios en Saint Anselm. Lo lamento, reconozco que hay diferencias legitimas en nuestros puntos de vista sobre el sacerdocio. No lo tome como una ofensa personal.

– Pues yo creo que es una ofensa personal -replico el archidiacono-. Permitame que le hable con franqueza, Morell.

– Ya lo ha hecho. ?Y le parece que este es el sitio mas adecuado para ello?

– Pronto cerraran Saint Anselm. Aunque no dudo que haya prestado un buen servicio en el pasado, en el presente resulta innecesario. La ensenanza es buena, pero ?acaso le parece mejor que la de Chichester, Salisbury o Lincoln? Ellos aceptaron su fin.

– Nadie cerrara Saint Anselm, al menos mientras yo viva. Tengo influencias.

– Ah, ya lo sabemos. Precisamente me quejaba de eso: del poder de las influencias, de quien conoce a la gente adecuada, se mueve en los circulos adecuados y sabe decir lo mas conveniente a los oidos apropiados. Esa vision de Inglaterra es tan obsoleta como Saint Anselm. El mundo de lady Veronica ha muerto.

Ahora, la ira apenas controlada del padre Sebastian hallo una temblorosa salida. Era casi incapaz de hablar, y no obstante sus palabras, distorsionadas por el odio, prorrumpieron por fin en una voz que le costo reconocer:

– ?Como se atreve! ?Como se atreve a nombrar a mi esposa!

Se fulminaron con la mirada, como boxeadores. El archidiacono fue el primero en serenarse.

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