segundo plano mientras se preocupaba por como alojar en la rectoria a todos los invitados, lo que podian o no podian comer y que platos ofrecer al resto de la parroquia. El sargento Robbins ya estaba ocupandose del problema actual, telefoneando a los hoteles que les habia recomendado el padre Sebastian para reservar alojamiento para el, Kate, Piers, el fotografo y los tecnicos. El comisario se quedaria en el apartamento para huespedes del seminario.
Dalgliesh nunca habia dirigido una investigacion desde un sitio tan curioso como San Mateo. En su empeno por eliminar cualquier rastro fisico de ocupacion, la hermana de la senora Munroe habia dejado la casa tan despojada de caracter que hasta el aire que se respiraba en ella era desabrido. Saltaba a la vista que habian amueblado las dos reducidas estancias de la planta baja con restos de los apartamentos de huespedes y, aunque los habian dispuesto de un modo convencional, creaban un ambiente de deprimente funcionalidad. En el salon, a la izquierda de la puerta y frente a la pequena chimenea victoriana, habian puesto un sillon de respaldo combado con un descolorido cojin de retazos y una silla de listones con reposapies. En el centro de la habitacion habia una mesa cuadrada de roble y cuatro sillas, y otras dos contra la pared. La pequena estanteria situada a la izquierda de la chimenea contenia solo una Biblia encuadernada en piel y un libro:
El problema de las comidas ya estaba resuelto. Dalgliesh era reacio a comer con la comunidad. Temia que su presencia cohibiera incluso al locuaz padre Sebastian. El rector le habia ofrecido una invitacion que con toda seguridad deseaba que no aceptase. El comisario cenaria en otra parte, aunque habian acordado que a la una de la tarde el seminario serviria sopa, bocadillos o queso y encurtidos para todo el equipo. Ambas partes habian eludido discretamente el tema del pago, al menos por el momento, lo que anadia un toque extravagante en la situacion. Dalgliesh se pregunto si ese resultaria ser el primer caso de asesinato en el que el homicida corria con los gastos de alojamiento y comida del encargado de la investigacion.
Aunque todos estaban impacientes por empezar a trabajar, primero tenian que ver el cadaver. Dalgliesh, Kate, Piers y Robbins fueron a la iglesia, se cubrieron los zapatos con escarpines de papel y caminaron a lo largo de la pared norte hacia
Kate fue la primera en hablar.
– ?Donde estaban antes los candeleros, senor?
– En el altar.
– ?Y cuando vieron
– En las completas, el oficio que se celebro anoche a las nueve y media.
Cerraron la puerta de la iglesia, encendieron la alarma y regresaron a la base de operaciones. Una vez alli, se sentaron para mantener una charla preliminar y hacer un resumen de los hechos. Dalgliesh sabia que no debia precipitarse. Cualquier informacion que olvidase proporcionar ahora, o que se interpretara mal, podia acarrear demoras, malentendidos o errores. Comenzo con una explicacion detallada pero concisa de todo lo que habia hecho y visto desde su llegada a Saint Anselm, incluidas sus pesquisas sobre la muerte de Ronald Treeves y el contenido del diario de la senora Munroe. Los demas lo escucharon sentados a la mesa, la mayor parte del tiempo sin intervenir y tomando alguna que otra nota.
Kate, con la espalda erguida, mantenia los ojos fijos en su cuaderno, salvo cuando los levantaba para mirar a Dalgliesh con desconcertante intensidad. Iba vestida como siempre que trabajaba en un caso: con comodos zapatos bajos, pantalones estrechos y una chaqueta de corte elegante. En invierno siempre lleva debajo un jersey de cachemira de cuello redondo; en verano, una camisa de seda. Llevaba el cabello castano claro recogido en una corta y gruesa trenza. No usaba maquillaje y su cara, mas atractiva que bonita, reflejaba lo que era en esencia: una mujer sincera, responsable y diligente, aunque quiza no del todo satisfecha consigo misma.
Piers, tan inquieto como de costumbre, era incapaz de permanecer sentado mucho tiempo. Despues de varios intentos aparentemente infructuosos de encontrar una postura comoda, habia enlazado las piernas a las patas de la silla y apoyado los brazos en el respaldo. No obstante su vivaracha y regordeta cara estaba llena de interes y, bajo unos parpados grandes, los sonolientos ojos de color chocolate reflejaban la habitual mezcla de curiosidad y diversion. Aunque parecia menos atento que Kate, no se le escapaba nada. Con su informal atuendo, compuesto por una camisa de algodon verde y pantalones de lino beige, presentaba un aire de elegante desenfado, tan estudiado como la convencional imagen de Kate.
Robbins, formal e impecable como un chofer, estaba sentado con absoluta tranquilidad a un extremo de la mesa y se levantaba de vez en cuando para preparar cafe y rellenar las tazas.
– ?Como llamaremos a este caso, senor? -pregunto Kate cuando Dalgliesh termino su introduccion.
– Cain seria un nombre biblico y corto -propuso Piers-, aunque no muy original.
– Que sea Cain -dijo Dalgliesh-. Y ahora, a trabajar. Quiero huellas de todos los que se hallaban anoche en el seminario, entre ellos los huespedes y el personal. Los tecnicos tomaran las del archidiacono. Ustedes ocupense de los demas antes de que empecemos con las entrevistas. Luego, examinen la ropa que todos los residentes usaron anoche, y eso incluye a los sacerdotes. Yo ya he revisado las capas marrones de los seminaristas. Estan todas en su sitio y parecen limpias, pero echenles otro vistazo.
– Es improbable que el asesino llevara una capa o una sotana, ?no? -observo Piers-. Si engano a Crampton para sacarlo de la cama, este esperaria verlo vestido con ropa de dormir: un pijama o una bata. Ademas, debio de golpearlo muy rapidamente, aprovechando el momento en que Crampton se volvia hacia
– El patologo aventuro la poco original hipotesis de que iba desnudo -comento Dalgliesh.
– No es tan descabellado, senor -prosiguio Piers-. Al fin y al cabo, tal vez no tuvo que exhibirse ante Crampton. Lo unico que necesitaba era descorrer los cerrojos de la puerta sur y dejarla entornada. Luego pudo encender la luz de
– ?No hubiera llamado al padre Sebastian antes de entrar en la iglesia?
– No hasta que hubiera visto el cuadro. No habria querido pasar por tonto, dando la voz de alarma innecesariamente. Sin embargo, me pregunto como justifico quienquiera que lo llamase su presencia en la iglesia a esas horas intempestivas. ?Le aseguro que habia visto luz? ?Que lo desperto el viento, miro por la ventana y avisto una figura sospechosa? Por otro lado, es probable que ni siquiera llegaran a hablar de ello. El asesino sabia que Crampton acudiria a la iglesia sin pensarselo dos veces.
– Pero si Cain llevaba una capa -repuso Kate-, ?por que iba a devolverla a la casa, si se quedo con las llaves? La ausencia de las llaves constituye una prueba esencial. El asesino no se arriesgaria a conservarlas en su poder. Seria facil deshacerse de ellas; por ejemplo, arrojandolas en el descampado… Pero ?por que no las dejo en su sitio? Si tuvo agallas para entrar furtivamente y robarlas, cabe suponer que tambien las tenia para regresar y devolverlas.
– Salvo si sus manos o su ropa estaban manchadas de sangre -senalo Piers.
– Pero ?por que iba a estar manchado? Ya hemos discutido ese punto. Ademas, no tenia prisa; disponia de tiempo suficiente para ir a su habitacion y lavarse. No esperaba que descubrieran el cadaver hasta que abrieran la iglesia para los maitines, a las siete y cuarto. No obstante, hay algo mas.
– ?Que? -pregunto Dalgliesh.
– ?No cree que el hecho de que las llaves no aparecieran sugiere que el asesino vive fuera de la casa principal? Todos los sacerdotes tendrian un motivo legitimo para estar alli a cualquier hora del dia o de la noche. Ir a devolver las llaves no habria implicado un riesgo para ellos.