teologicas o a otras razones? ?Hablaba con usted de las visitas que hacia aqui?
– El hablaba conmigo de todo, comisario, o de todo lo que no fuese secreto de confesion. Pensaba que Saint Anselm ya habia cumplido su cometido. Y no era el unico. Creo que hasta el padre Sebastian es consciente de que este seminario es anomalo y deberia cerrarse. Tambien tenian diferencias religiosas, desde luego, y eso no facilitaba la relacion. Ademas, supongo que estara al tanto del problema del padre John Betterton.
– Intuia que habia algun problema con el -contesto Dalgliesh con tacto-, aunque no conozco los pormenores.
– Es una historia antigua y tragica. Hace unos anos, el padre Betterton fue declarado culpable en un caso de abusos sexuales contra dos chicos del coro. Mi marido descubrio pruebas en su contra y testifico en el juicio. Se que ese asunto le causo una gran tristeza, aunque en aquel entonces no estabamos casados, ya que esto sucedio poco despues de la muerte de su primera esposa. Hizo lo que considero su deber, pero sufrio mucho.
No tanto como el padre John, penso Dalgliesh. Sin embargo dijo:
– ?Su marido le comento algo antes de venir, cualquier cosa que sugiriera que tenia que encontrarse con alguien aqui, o que este encuentro se anunciaba particularmente conflictivo?
– No. Y estoy segura de que no pensaba reunirse con nadie, excepto con la gente del seminario. No aguardaba este fin de semana con ilusion, pero tampoco con temor.
– ?Y hablo con usted ayer, despues de llegar aqui?
– No, no me telefoneo, y yo no esperaba que lo hiciera. La unica llamada que recibi, aparte de las normales en la parroquia, fue de las oficinas de la diocesis. Al parecer habian perdido el numero del telefono movil de mi marido y lo necesitaban para sus archivos.
– ?A que hora recibio esa llamada?
– Bastante tarde. Me sorprendio porque las oficinas ya debian de estar cerradas. Llamaron a eso de las nueve y media de la noche, y era sabado.
– ?Converso con la persona que llamo? ?Era un hombre o una mujer?
– Sonaba como un hombre. En su momento pense que lo era, aunque ahora no podria jurarlo. Y no hable mas que para darle el numero. Me lo agradecio y colgo de inmediato.
Por supuesto, penso Dalgliesh. No habria querido pronunciar una sola palabra de mas. Lo unico que deseaba era un numero que no habria conseguido de otra manera, el numero que marcaria esa noche desde la iglesia para que el archidiacono acudiera a encontrarse con su muerte. ?No era esta la solucion de uno de los enigmas mas importantes del caso? Si la mentira que habia llevado a Crampton a la iglesia se habia pronunciado a traves del telefono movil, ?como se habia hecho su autor con el numero? No costaria mucho localizar esa llamada de las nueve y media, y el resultado quiza seria condenatorio para alguien de Saint Anselm. No obstante, todavia habia un misterio. El asesino -o, mejor aun, Cain- no era tonto. Habia maquinado el crimen con todo cuidado. ?No habia imaginado Cain que Dalgliesh hablaria con la senora Crampton? ?No era posible, o mas que posible, que la llamada saliera a la luz? Entonces Dalgliesh contemplo otra posibilidad: ?Y si eso era precisamente lo que pretendia Cain?
12
Despues de que le tomasen las huellas, Emma paso por su apartamento para recoger unos papeles que necesitaba y salio. Cuando se dirigia a la biblioteca, oyo pasos presurosos en el claustro sur, y Raphael la alcanzo.
– He de preguntarte algo -dijo-. ?Es un buen momento?
Emma se disponia a responder que solo si no la entretenia durante mucho tiempo, pero cambio de idea al ver la cara del joven. No sabia si buscaba consuelo, aunque desde luego parecia hacerle mucha falta.
– Si, es buen momento -contesto-. Pero ?no tenias una clase individual con el padre Peregrine?
– La hemos pospuesto. La policia me ha mandado llamar. Dentro de unos instantes van a esposarme. Por eso necesitaba verte. ?Estarias dispuesta a decirle a Dalgliesh que anoche estuvimos juntos? A la hora crucial, despues de las once. Hasta ese momento tengo una especie de coartada.
– ?Juntos donde?
– En tu habitacion o en la mia. Supongo que te estoy pidiendo que digas que nos acostamos juntos.
Emma se detuvo en seco y clavo la vista en el.
– ?Por supuesto que no diria una cosa asi! ?Como se te ocurre pedirme eso, Raphael? Tu no sueles demostrar tan mal gusto.
– Pues no seria descabellado, ?o si?
Emma echo a andar con rapidez, pero el le siguio el paso.
– Mira -dijo ella-, no te quiero ni estoy enamorada de ti.
– Buena distincion -observo el-. Sin embargo, podrias contemplar esa posibilidad. Quiza la idea no te repugne.
Emma se volvio hacia el.
– Escucha, Raphael: Si hubiera pasado la noche contigo, no me avergonzaria admitirlo. Pero no lo hice, ni lo haria, y no pienso mentir. Ademas de inmoral, seria estupido y peligroso. ?Crees que con eso enganariamos a Adam Dalgliesh? Aunque se me diese bien mentir, cosa que no es asi, el se oleria la mentira. Es su trabajo. ?Quieres que crea que mataste al archidiacono?
– Es muy probable que ya lo crea. Mi coartada no es muy buena. Fui a hacerle compania a Peter, que estaba asustado por la tormenta, pero se durmio antes de medianoche y no me habria resultado dificil escabullirme. Supongo que eso es lo que pensara Dalgliesh.
– Si sospecha de ti, cosa que dudo, sospechara aun mas cuando descubra que te has inventado una coartada. Esto no es propio de ti, Raphael. Es idiota, lamentable e insultante para ambos. ?Como se te ha ocurrido?
– Puede que quisiera descubrir que te parecia la idea en principio.
– Una no se acuesta con un hombre «en principio»; lo hace en persona.
– Y eso no le gustaria al padre Sebastian, desde luego.
Aunque lo dijo con despreocupada ironia, a Emma no se le escapo el dejo de amargura de su voz.
– Claro que no -respondio-. Tu eres un seminarista y yo una invitada. Si quisiera acostarme contigo, cosa que no quiero, seria un acto de mala educacion.
Raphael solto una carcajada que, no obstante, estaba desprovista de alegria.
– ?Mala educacion! Si, supongo que es cierto, aunque es la primera vez que me rechazan con esa excusa. La etiqueta de la moral sexual. Quiza deberiamos incluir un seminario sobre el tema en el programa de etica.
– ?Por que me lo has pedido, Raphael? -repitio ella-. Debias haber imaginado cual seria mi respuesta.
– Pense que si conseguia gustarte, o quiza que me quisieras un poquito, ya no me sentiria hecho un lio. Todo iria bien.
– No es verdad -repuso ella, ahora con mas amabilidad-. No podemos buscar el amor para que la vida deje de confundirnos.
– La gente lo hace.
Estaban de pie, en silencio, junto a la puerta sur. Emma dio media vuelta para entrar. De repente, Raphael la detuvo, le tomo la mano y la beso en la mejilla.
– Lo siento, Emma. Sabia que no saldria bien. Era solo un sueno. Perdoname, por favor.
Giro sobre sus talones, y ella se quedo mirandolo mientras desandaba el camino por el claustro y salia por la verja de hierro. Despues entro en el seminario, alterada y triste. ?Podria haberse mostrado mas servicial y comprensiva? ?Acaso Raphael queria confiarle algo y ella habria debido animarlo a hacerlo? Pero si no le iban bien las cosas, como evidenciaba su actitud, ?de que servia buscar la solucion en otra persona? Aunque, en cierto sentido, era lo mismo que habia hecho ella con Giles, ?no? Cansada de agobios, exigencias amorosas, celos y rivalidades, habia decidido que Giles, con su posicion, su fuerza y su inteligencia, le proporcionaria al menos un compromiso aparente que permitiria que la dejaran seguir en paz con la parte de su vida que mas valoraba, su trabajo. Ahora sabia que habia cometido un error. O algo peor que un error: una mala accion. Cuando regresara a Cambridge, se sinceraria con el. No seria una despedida amistosa -Giles no estaba acostumbrado a que lo rechazaran-, pero no debia pensar en eso ahora. El mal trago que la aguardaba no era nada comparado con la