habrian reducido la velocidad para que todo el equipo llegase a la vez. Su reaccion fue saludar con la mano a Robbins y pisar el acelerador.
Kate habia reclinado la cabeza y parecia estar dormitando. Al observar su rostro anguloso y atractivo, Piers penso en su relacion con ella. Habia cambiado en los dos ultimos anos, desde la publicacion del Informe Macpherson. Aunque no poseia mucha informacion sobre su vida privada, sabia que era hija ilegitima y que la habia criado su abuela en uno de los barrios mas sordidos de la ciudad, en el ultimo piso de un bloque de apartamentos. La mayoria de sus vecinos y sus companeros de colegio habian sido negros. Enterarse de que pertenecia a una fuerza en la que el racismo estaba institucionalizado la habia llenado de un furioso rencor, que, en opinion de Piers, habia cambiado su actitud ante el trabajo. El, que profesaba ideas politicas mas complejas y era mas cinico que ella, se habia esforzado por suavizar sus acaloradas discusiones.
– Despues de leer este informe -habia dicho ella-, ?ingresarias en la Policia Metropolitana si fueses negro?
– No, pero tampoco lo haria siendo blanco. Sin embargo, ya estoy dentro y no voy a permitir que Macpherson me eche.
El sabia hasta donde queria que lo llevase su trabajo: a un puesto importante en la Brigada Antiterrorista. Alli estaban las grandes oportunidades. Entretanto, se contentaba con pertenecer a un equipo prestigioso, con un jefe exigente a quien respetaba y suficientes emociones para mantener a raya el aburrimiento.
– ?Es eso lo que quieren? -habia preguntado Kate-. ?Desalentar el ingreso de los negros en el cuerpo para impedir que haya agentes decentes, sin ideas racistas?
– Por Dios, Kate. Dejalo ya. Te estas poniendo pesada.
– Segun el informe, un acto es racista si la victima lo percibe como tal. Yo percibo este informe como racista… Racista contra mi, como funcionaria blanca. Asi que ?a quien debo dirigir mis protestas?
– Podrias probar con los de Relaciones Interraciales, aunque dudo que te hagan caso. Habla con Dalgliesh.
Piers no sabia si habia seguido sus indicaciones, pero al menos continuaba en su puesto. Sin embargo, no se le escapaba que ahora trabajaba con una Kate diferente. Todavia era concienzuda y diligente y se volcaba por entero en cada caso. Jamas defraudaria al equipo. No obstante, algo habia desaparecido: la fe en que la actividad policial, ademas de un servicio publico, constituia una vocacion que requeria algo mas que esfuerzo y dedicacion. A Piers, esa actitud de total entrega de Kate siempre le habia parecido demasiado romantica e ingenua; ahora advertia lo mucho que la echaba en falta. Al menos, se dijo, el Informe Macpherson habia acabado para siempre con el respeto exagerado de su companera hacia el gobierno.
A las ocho y media pasaron por el pueblo de Wrentham, todavia envuelto en la calma matutina, acentuada por los arboles y setos que mostraban los estragos de una tormenta nocturna que practicamente no habia afectado a Londres. Kate espabilo y busco en el mapa la carretera de Ballard’s Mere. Piers redujo la velocidad.
– Dalgliesh me aviso que era facil pasarse de largo -dijo-. Busca un fresno grande y anoso a la derecha y un par de casas de piedra enfrente.
Con su grueso revestimiento de hiedra, el fresno resultaba inconfundible, pero, cuando enfilaron una carretera apenas mas ancha que una calle, vieron de inmediato lo que habia ocurrido. Junto al borde de la hierba habia una gran rama caida, descolorida y lisa como un hueso bajo la creciente luz de la manana. De ella sobresalian varios vastagos secos, semejantes a dedos nudosos. El tronco presentaba la gruesa herida que habia dejado la rama al desgajarse, y el camino, ahora transitable, seguia cubierto con vestigios de la caida: una marana de hiedra, ramitas y una multitud de hojas verdes y amarillas.
Salian luces de las ventanas de las dos casas. Piers detuvo el coche y toco el claxon. Al cabo de unos segundos, una robusta mujer de mediana edad se aproximo por el sendero del jardin. Tenia una cara curtida y agradable bajo una alborotada mata de pelo y llevaba un colorido delantal de flores sobre lo que parecia una superposicion de prendas de lana. Kate bajo la ventanilla.
– Buenos dias -saludo Piers inclinandose-. Veo que han tenido problemas.
– La rama cayo a las diez en punto. Fue la tormenta, ?sabe? Lo de anoche fue una autentica tempestad. Por suerte oimos la caida… ?Como no ibamos a oirla con el ruido que hizo! Mi marido temia que se hubiera producido un accidente, asi que coloco senales luminosas en los dos lados. Luego, por la manana, mi Brian y el senor Daniels, el vecino, sacaron el tractor y arrastraron la rama. Aunque por aqui no pasa mucha gente, salvo los que visitan a los padres y los estudiantes del seminario; de todas maneras no quisimos esperar a que el ayuntamiento despejara el camino.
– ?Cuando lo hicieron ustedes, senora…?
– Finch. Senora Finch. A las seis y media de la manana. Todavia estaba oscuro, pero Brian quiso acabar con la tarea antes de irse a trabajar.
– Por suerte para nosotros -apostillo Kate-. Gracias, han sido muy amables. De manera que por aqui no pudo pasar ningun coche entre las diez de la noche y las seis y media de la manana, ?verdad?
– Asi es, senorita. Solo paso un senor en moto, que debia de ir al seminario. Nadie mas. Todavia no se ha marchado.
– ?Ninguna otra persona?
– Que yo sepa, no. Y por lo general veo a todo el que pasa por aqui, porque la ventana de la cocina da al frente.
Le dieron las gracias de nuevo, se despidieron y siguieron su camino. Kate reparo en que la senora Finch se quedaba mirando el coche durante unos segundos antes de cerrar la verja y regresar a la casa.
– Una moto que aun no ha regresado -repitio Piers-. Quiza se trate del forense, aunque me pareceria mas logico que viniera en coche. Bueno, tenemos noticias para Dalgliesh. Si este camino es el unico acceso…
Kate estudio el mapa.
– Lo es, al menos para vehiculos. Eso significa que si el asesino no es alguien del seminario, llego antes de las diez de la noche y todavia no ha salido, al menos por carretera. Por lo visto es un trabajo hecho desde dentro, ?no?
– Eso es lo que me dio a entender Dalgliesh.
La cuestion del acceso revestia tal importancia que Kate estuvo a punto de manifestar su sorpresa por el hecho de que Dalgliesh aun no hubiera mandado a alguien a interrogar a la senora Finch. Pero entonces lo entendio: ?a quien iba a mandar antes de que llegaran ella y Piers?
Continuaron avanzando por el desierto camino. Como era mas bajo que los campos circundantes y estaba bordeado por arbustos, Kate se llevo una sorpresa al divisar la gris y ondulada superficie del mar del Norte. Mas arriba, una imponente mansion victoriana se recortaba contra el cielo.
– ?Dios santo, que monstruosidad! -exclamo Kate-. ?A quien se le ocurrio construir una casa como esa a pocos metros del mar?
– A nadie. Cuando la construyeron, no estaba a pocos metros del mar.
– No me diras que te gusta -protesto ella.
– No se. La encuentro bastante majestuosa.
Un motorista paso con estruendo junto a ellos.
– Ese debe de ser el forense -observo Kate.
Piers aminoro la velocidad al pasar entre dos ruinosas torres, en direccion adonde los esperaba Dalgliesh.
9
Pese a que San Mateo no habria servido como una base de operaciones lo bastante amplia para una investigacion importante, Dalgliesh lo considero aceptable para el caso que se traia entre manos. No habia un cuartel de la policia en varios kilometros a la redonda, y estacionar caravanas en el campo habria sido una medida absurda y cara. Por otro lado, quedarse en el seminario planteaba problemas, entre ellos el de las comidas; durante cualquier tragedia o emergencia, ya fuese un asesinato o una muerte natural, la gente seguia necesitando cama y comida. Recordo que, tras la muerte de su padre, su madre habia relegado temporalmente el dolor a un