El telefono movil de Dalgliesh, que habia estado apagado durante la reunion, sono entonces. Era Stephen Morby.
– ?Comisario Dalgliesh? Hemos encontrado al inspector Yarwood. Se habia caido en una zanja de la carretera. He tratado de comunicarme antes, pero no lo he conseguido. Se hallaba tendido con medio cuerpo en el agua y todavia esta inconsciente. Creemos que se ha roto una pierna. No queriamos moverlo porque temiamos agravar las lesiones, pero tampoco podiamos dejarlo donde estaba. Asi que lo hemos sacado con mucho cuidado y hemos llamado a la ambulancia. En este momento lo estan subiendo. Lo llevaran al hospital de Ipswich.
– Han hecho lo correcto -asevero Dalgliesh-. ?Como se encuentra?
– Los enfermeros creen que su estado no es grave, aunque todavia no ha recobrado el conocimiento. Yo ire con el en la ambulancia y seguramente podre decirle algo mas cuando vuelva. El senor Pilbeam nos seguira con el coche, de manera que regresare con el.
– Bien. Vuelvan lo antes posible. Los necesitamos aqui a los dos.
Cuando le comunico la noticia al padre Sebastian, este comento:
– Es lo que me temia. Su enfermedad ha seguido esa pauta. Al parecer padece una especie de claustrofobia; cuando sufre un ataque, le hace falta salir al aire libre y caminar. Despues de que su esposa lo abandonara, llevandose a los ninos, el solia desaparecer durante dias enteros. En ocasiones caminaba hasta que caia rendido, y la policia lo traia de regreso. Gracias a Dios que, por lo visto, lo han encontrado a tiempo. Y ahora, si me acompana a mi estudio, hablaremos de lo que usted y sus colegas necesitaran en San Mateo.
– Mas tarde, padre. Primero es preciso que vea a los Betterton.
– Creo que el padre John ha regresado a su apartamento. Esta en la tercera planta, del lado norte. Seguramente le espera.
El padre Sebastian era demasiado listo para mencionar la posibilidad de que Yarwood estuviera implicado en el asesinato. Aun asi, la caridad cristiana tenia un limite. Sin duda le habria pasado por la cabeza que esa era la hipotesis mas conveniente: un asesinato cometido por alguien privado temporalmente de sus facultades. Y si Yarwood no sobrevivia, siempre quedaria como sospechoso. Su muerte seria providencial para alguien.
Antes de ir a ver a los Betterton, Dalgliesh paso por su habitacion y telefoneo al jefe de policia.
6
Dalgliesh no habia terminado de pulsar el timbre situado junto a la estrecha puerta de roble del apartamento de los Betterton cuando el padre John salio y lo invito a pasar.
– Si no le importa aguardar un momento, ire a avisar a mi hermana -dijo-. Creo que esta en la cocina. Tenemos una pequena cocina, y ella prefiere comer aqui a hacerlo con el resto de la comunidad. No tardare.
La estancia en la que se encontraba Dalgliesh, aunque de techo bajo, era amplia y contaba con cuatro ventanas ojivales con vistas al mar. Estaba abarrotada de muebles que parecian reliquias de otras casas; mullidos sillones con botones en el respaldo, un sofa con el asiento hundido y cubierto con una tela india colocado enfrente de la chimenea, una mesa redonda de caoba rodeada por seis sillas de epocas y estilos diferentes, un escritorio con pie central entre dos ventanas y una variedad de mesitas auxiliares, todas cargadas con los recuerdos de dos largas vidas: fotografias con marcos plateados, figuras de porcelana, cajitas de madera y plata, y un bol con un popurri de petalos, cuyo rancio y polvoriento aroma se habia desvanecido hacia tiempo en el viciado aire de la habitacion.
A la izquierda de la puerta, una estanteria cubria toda la pared. Pese a que era la biblioteca de los anos de juventud, de estudiante y de sacerdocio del padre John, tambien habia una fila de volumenes encuadernados en piel negra, con la inscripcion
Los cuadros eran tan variados como el resto de los objetos: oleos Victorianos, sensibleros en su tematica pero correctamente pintados; grabados de flores; un par de acuarelas, sin duda pintadas por algun antepasado del siglo xix: demasiado buenas para ser obra de un aficionado y no lo suficiente para atribuirselas a un profesional. A pesar de la penumbra, la habitacion presentaba un aspecto demasiado acogedor, original y comodo para resultar deprimente. Junto a cada uno de los dos sillones situados a ambos lados de la chimenea habia una mesita con un flexo. Alli, los dos hermanos podian sentarse frente a frente y leer comodamente.
Al observar a la senorita Betterton, Dalgliesh se sorprendio de la curiosa disparidad producida por una caprichosa combinacion de genes. A primera vista, costaba creer que los Betterton fueran parientes cercanos. El padre John, de baja estatura, tenia un cuerpo compacto y un rostro dulce contraido en un permanente gesto de ansiosa perplejidad. Su hermana le sacaba al menos doce centimetros y presentaba una figura angulosa y una mirada penetrante y recelosa. Solo la semejanza de las orejas con lobulos largos, los parpados caidos y las pequenas bocas fruncidas revelaba un parecido familiar. Ella aparentaba mucha mas edad que su hermano. Llevaba el cabello gris recogido en una trenza sujeta en la coronilla por una peineta, de cuyos dientes sobresalian las secas puntas del pelo formando una especie de greca decorativa. Llevaba una falda de
– Agatha, este es el comisario Dalgliesh, de New Scotland Yard -dijo el padre John.
– ?Un policia?
Dalgliesh le tendio la mano.
– Si, senorita Betterton -respondio-. Soy policia.
Tras unos segundos de demora, Dalgliesh estrecho una mano fria y tan delgada que creyo notar cada uno de sus huesos.
La mujer hablo con esa aristocratica tonada cantarina de cuya naturalidad dudan aquellos que no la poseen:
– Me temo que se ha equivocado de sitio, caballero. De momento no necesitamos medicinas.
– El senor Dalgliesh no tiene nada que ver con medicinas, Agatha.
– Acabas de decir que es boticario.
– No, he dicho que es comisario.
– ?Un corsario? Que curioso. -Se volvio hacia Dalgliesh-. Mi primo Raymond fue capitan de fragata en la ultima guerra. No en la armada propiamente dicha, sino en la reserva de voluntarios. Creo que la llamaban la Marina de las Olas, por los galones amarillos en forma de ola que llevaban en la manga. Da igual; de todas maneras lo mataron. Ya habra visto sus palos de golf junto a la puerta. Un palo de golf con cabeza de hierro no despierta intensos sentimientos, pero me resisto a separarme de ellos. ?Por que no lleva uniforme, senor Dalgliesh? Me gusta ver hombres uniformados. Una sotana no es lo mismo.
– Soy comisario de la policia, senorita Betterton. Es un grado de la Policia Metropolitana y no guarda relacion alguna con los piratas o la marina.
El padre John, aburrido de ese extrano dialogo, interrumpio con suavidad pero tambien con firmeza.
– Agatha, querida, ha ocurrido algo terrible. Quiero que escuches con atencion y mantengas la calma. Han asesinado al archidiacono Crampton. Por eso el comisario Dalgliesh necesita hablar contigo; con todos nosotros. Debemos hacer todo lo posible para ayudarlo a encontrar al responsable de esa atrocidad.
La exhortacion a que mantuviera la calma resultaba innecesaria. La senorita Betterton recibio la noticia sin demostrar un apice de sorpresa o pesar. Se dirigio a Dalgliesh.
– Bueno, pues le vendria bien un perro rastreador. Es una pena que no haya traido uno consigo. ?Donde lo mataron? Me refiero al archidiacono.
– En la iglesia, senorita Betterton.
– El padre Sebastian se llevara un disgusto. ?No deberian notificarlo?
– Ya lo han hecho, Agatha -dijo el padre John-. Se lo han notificado a todos.
– Pues en esta casa no lo echaremos de menos. Era un individuo sumamente desagradable, comisario. Me