muriese gracias al solidario gesto de Raphael para con un amigo enfermo. He notado muchas veces que el mal procede del bien. Como hijo de un parroco, usted dispondra de mas recursos que yo para desentranar este acertijo teologico.

La gente que vive en una civilizacion moribunda, como nosotros, tiene tres opciones. Podemos tratar de evitar la decadencia, como un nino que construye un castillo de arena para contener la marea. Podemos hacer caso omiso de la muerte de la belleza, la erudicion, el arte y la integridad intelectual buscando solaz en las cosas que nos consuelan. Eso es lo que procure hacer yo durante anos. En tercer lugar, podemos unirnos a los barbaros y exigir nuestra parte del botin. Esa es la eleccion mas popular, y al final tambien fue la mia. El Dios de mi hijo le fue impuesto. El chico ha estado en poder de esos sacerdotes desde que nacio. Queria brindarle la oportunidad de escoger una deidad mas contemporanea: el dinero. Ahora lo tiene y descubrira que le cuesta renunciar a el, al menos en su totalidad. Aunque siempre sera un hombre rico, solo el tiempo demostrara si seguira siendo sacerdote.

Intuyo que no le contare nada que no sepa sobre el asesinato. El anonimo que envie a sir Alred estaba destinado, por supuesto, a ocasionar problemas a Saint Anselm y a Sebastian Morell. No imaginaba que dicha carta conduciria al seminario al mas distinguido de los detectives de Scotland Yard, pero su presencia, lejos de amedrentarme, supuso un reto mas. Mi plan para atraer al archidiacono a la iglesia funciono a la perfeccion; el ardia en deseos de ver la abominacion que yo le habia descrito. La lata de pintura negra y los pinceles estaban providencialmente a mano en el presbiterio y confieso que disfrute con la profanacion de El juicio final. Es una pena que Crampton tuviese tan poco tiempo para contemplar mi obra de arte.

Supongo que aun le intrigaran las dos muertes por las que no me han procesado. La primera, la asfixia de Margaret Munroe, fue inevitable. Requirio poca planificacion y el final fue facil, casi natural. Era una mujer desdichada a quien seguramente le quedaba poco tiempo de vida, y sin embargo en ese tiempo podria haber hecho mucho dano. A ella le daba igual que su existencia llegase a su fin un dia, un mes o un ano antes de lo previsto. A mi si me importaba. Habia planeado que Raphael se enterase de la identidad de su padre solo despues de que el seminario hubiera cerrado y el escandalo del asesinato se hubiese aplacado. Desde luego, usted percibio muy pronto la esencia de mi plan. Me proponia matar a Crampton y al mismo tiempo dirigir las sospechas hacia el seminario sin proporcionar pruebas concluyentes contra mi persona. Deseaba que Saint Anselm cerrase lo antes posible, preferiblemente antes de que mi hijo se ordenase, y deseaba que su herencia estuviera intacta. Debo confesar que tambien disfrute con la perspectiva de que la carrera de Sebastian Morell desembocara en el fracaso, las sospechas y la ignominia. El se habia asegurado de que la mia terminara de la misma manera.

Quiza le intrigue tambien la desgraciada muerte de Agatha Betterton, otra mujer desdichada. En ese caso me limite a aprovechar una oportunidad inesperada. Se equivoco al creer que se hallaba en lo alto de la escalera del sotano cuando llame a la senora Crampton. No, entonces no me vio, aunque si me vio la noche del asesinato, cuando fui a devolver la llave. Supongo que podria haberla matado alli y entonces, pero decidi esperar. Al fin y al cabo, todos la tachaban de loca. Incluso si me acusaba de estar en la casa despues de medianoche, dudo que su palabra hubiera valido mas que la mia. De hecho, el domingo por la tarde acudio a decirme que mi secreto estaba a salvo. Pese a que nunca fue una mujer coherente, me insinuo que ella jamas constituiria una amenaza para cualquiera que hubiese matado al archidiacono Crampton. Aun asi, yo no podia correr ese riesgo. ?Se da cuenta de que no le fue posible probar una sola de las dos muertes? El movil no basta. Si esta confesion se usara contra mi, yo la negaria.

He aprendido algo sorprendente sobre el asesinato y sobre la violencia en general. Quizas usted ya lo sepa, Dalgliesh; despues de todo es un experto en la materia. Yo, personalmente, lo encuentro interesante. El primer golpe fue un acto deliberado, no desprovisto de una natural aprension y cierta repugnancia, y al mismo tiempo un ejercicio de fuerza de voluntad. Mi razonamiento era claro: necesito que este hombre muera y esta es la mejor manera de matarlo. Habia previsto asestarle un solo golpe, dos tal vez, pero despues del primero el nivel de adrenalina aumenta vertiginosamente. La sed de sangre se apodera de uno. Continue pegandole sin ser consciente de ello. Dudo mucho que hubiese sido capaz de detenerme aunque usted hubiese aparecido en ese momento. Nuestro primitivo instinto asesino no emerge cuando contemplamos actos violentos, sino solo cuando descargamos el primer golpe.

No he visto a mi hijo desde que me arrestaron. No quiere verme y sin duda es mejor asi. He vivido sin afecto humano durante toda mi existencia y me resultaria incomodo sucumbir ahora a esos sentimientos.

La carta terminaba en este punto. Mientras la doblaba, Dalgliesh se pregunto como sobrellevaria Gregory una condena que duraria al menos diez anos. Siempre que tuviera sus libros, era probable que sobreviviese. Pero ?no estaria ahora mismo mirando por su ventana de barrotes, deseoso de oler el dulce perfume de ese dia primaveral?

Puso el motor en marcha y tomo el camino directo al seminario. La puerta principal estaba abierta a la luz del sol, y Dalgliesh entro en el desierto vestibulo. La lampara continuaba encendida a los pies de la imagen de la Virgen, y en el aire se aspiraba aun un leve y eclesiastico aroma compuesto de incienso, cera para muebles y libros viejos. No obstante, le parecio que ya habian vaciado parcialmente la casa, que ahora aguardaba con serena resignacion su inevitable final.

No oyo pasos, pero de repente intuyo una presencia. Alzo la vista y vio al padre Sebastian en lo alto de la escalera.

– Buenos dias, Adam. Suba, por favor.

Dalgliesh advirtio que era la primera vez que el rector lo llamaba por su nombre de pila. Al entrar en el despacho, echo en falta algunas cosas: El Burne-Jones no colgaba ya encima de la chimenea y el aparador habia desaparecido. Tambien se habia operado un cambio sutil en el padre Sebastian. Habia abandonado su sotana y ahora llevaba un traje con alzacuello. Ademas, se le veia mas viejo; la muerte se habia cobrado su tributo. A pesar de todo, el semblante severo y apuesto, lejos de perder su autoridad y su confianza, habia ganado algo: la controlada euforia del exito. Le habian otorgado una catedra universitaria prestigiosa y que sin duda el codiciaba. Dalgliesh le dio la enhorabuena.

– Gracias -respondio Morell-. Dicen que segundas partes no son buenas, pero espero por el bien de la universidad y por el mio propio que se demuestre lo contrario.

Se sentaron y conversaron durante unos minutos, en observancia de las reglas de cortesia. Aunque Morell no era propenso a sentirse a disgusto, Dalgliesh lo supuso resentido por la desagradable idea de que el hombre sentado frente a el habia llegado a considerarlo sospechoso de asesinato, y dudaba que el rector olvidara algun dia la vejacion de la toma de huellas. Ahora, como por obligacion, Morell puso al comisario al corriente de los cambios en Saint Anselm.

– Todos los estudiantes han encontrado plaza en otros seminarios. Los cuatro que usted conocio fueron aceptados en Cuddesdon o en Saint Stephen’s House, en Oxford.

– Entonces ?Raphael sigue adelante con su ordenacion?

– Desde luego. ?Creia que abandonaria? -Hizo una pausa y anadio-: Raphael ha sido generoso, pero seguira siendo rico.

Hablo de los sacerdotes con brevedad pero tambien con mayor sinceridad de la que Dalgliesh esperaba. El padre Peregrine habia aceptado un puesto de documentalista en una biblioteca de Roma, ciudad a la que estaba deseando volver. El padre John se estableceria como capellan en un convento de los alrededores de Sacarborough. Dado que sus antecedentes como pederasta lo obligaban a comunicar cualquier cambio de direccion, creian que el convento seria un sitio tan seguro para el como Saint Anselm. Reprimiendo una sonrisa, Dalgliesh convino en que no podria haber hallado un empleo mejor. El padre Martin iba a comprar una casa en Norwich y los Pilbeam, que se irian a vivir con el, para cuidarlo, heredarian la propiedad cuando muriese. Si bien se habia confirmado que Raphael tenia derecho a la herencia, su posicion legal era complicada y habia que decidir muchas cosas, entre ellas si la iglesia pasaria a formar parte de un conjunto de parroquias o si la cerrarian. El retablo y los calices de plata estaban guardados en una camara de seguridad. Raphael habia decidido regalar a los Pilbeam y a Eric Surtees las casas que ocupaban. El edificio principal se habia vendido, y en el se instalaria un centro residencial de meditacion y medicina alternativa. Aunque el tono del padre Sebastian reflejo desprecio, Dalgliesh penso que podria haber sido peor. Los cuatro sacerdotes y el personal permanecerian en el seminario temporalmente, a instancias de los albaceas, hasta que se entregara el edificio a los nuevos propietarios.

Cuando quedo claro que la conversacion habia concluido, Dalgliesh le entrego al padre Sebastian la carta de Gregory.

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