Ya estaba planificando como se llevaria a cabo la reconstruccion, estaba viendo en su imaginacion como llegaban los clientes, consultando el menu con Dean, barajando la posibilidad de una estrella Michelin, quiza dos, mientras el restaurante daba buenos beneficios, y Dean estaba instalado para siempre en la Mansion para satisfaccion de George. Alli de pie ella sonaba, feliz, mirando al futuro.

3

En Cambridge, la ceremonia de la boda habia terminado y los invitados empezaban a pasar a la antecapilla. Clara y Annie se quedaron sentadas, escuchando el organo. El organista habia interpretado a Bach y Vivaldi, y ahora se daba el gusto, y se lo daba a la congregacion, de una variacion de una fuga de Bach. Antes del oficio religioso, unos cuantos invitados tempraneros, rezagados al sol, se habian presentado unos a otros, entre ellos una chica con un vestido de verano y un pelo corto y castano claro que enmarcaba un rostro atractivo e inteligente. Dijo que era Kate Miskin, integrante de la brigada del senor Dalgliesh, y presento al joven que la acompanaba, Piers Tarrant, y a un joven y atractivo indio que era sargento de la misma brigada. Habian ido llegando otros, el editor de Adam, companeros escritores y poetas, algunas companeras del college de Emma. Era un grupo agradable y alegre, que se demoraba como si fuera reacio a cambiar la belleza de los muros de piedra y el cesped iluminado por el sol de mayo por la fria austeridad de la antecapilla.

La ceremonia habia sido breve, con musica pero sin homilia. Quizas el novio y la novia creian que la liturgia antigua decia todo lo que era necesario sin la competencia de los habituales y triviales consejos, y el padre de Emma, sentado en un banco delantero, sin duda rechazaba el viejo simbolismo de entregar su bien al cuidado de otro. Emma, con su traje de novia color crema, una guirnalda de rosas en su reluciente pelo recogido, habia recorrido el pasillo sola y despacio. Al ver su serena y solitaria belleza, a Annie se le llenaron los ojos de lagrimas. Habia habido otra ruptura con la tradicion. En vez de estar frente al altar dando la espalda a la novia, Adam se habia vuelto y, sonriendo, habia tendido la mano.

Y ahora solo quedaban unos cuantos invitados escuchando a Bach.

– Como boda creo que hay que considerarla un exito -dijo Clara en voz baja-. Una tiende a imaginar a nuestra inteligente Emma elevandose por encima de las convenciones femeninas habituales. Es tranquilizador ver que comparte la evidente ambicion de todas las novias en el dia de su boda: hacer que la congregacion se quede sin habla.

– No creo que estuviera preocupada por la congregacion.

– Jane Austen parece apropiada -dijo Clara-. ?Recuerdas los comentarios de la senora Elton en el ultimo capitulo de Emma? «?Muy poco saten, muy pocos velos de encaje, algo lamentable!»

– No obstante, recuerda como termina la novela. «Pero a despecho de estas deficiencias, los deseos, las esperanzas, la confianza y los presagios de aquel pequeno grupo de parientes y amigos fieles que presenciaron la ceremonia hallaron plena respuesta en la perfecta felicidad de Knightley y Emma.»

– Felicidad perfecta es pedir mucho -dijo Clara-. Pero seran felices. Y al menos, a diferencia del pobre senor Knightley, Adam no tendra que vivir con su suegro. Tienes las manos frias, carino. Vamos con los otros al sol. Necesito comer y beber algo. ?Por que sera que la emocion despierta el hambre? Conociendo a los novios y la calidad de la comida de la cocina del college, no saldremos decepcionadas. Nada de canapes mustios y vino blanco tibio.

Pero Annie aun no estaba preparada para afrontar presentaciones nuevas, conocer a gente, para la chachara de felicitaciones y las risas de una congregacion liberada de la solemnidad de una boda por la iglesia.

– Quedemonos hasta que acabe la musica -susurro.

Habia imagenes y pensamientos espontaneos que debia afrontar aqui, en ese lugar tranquilo y austero. Estaba otra vez con Clara en el tribunal, el Oid Bailey. Pensaba en el joven que la habia agredido y en ese momento en que volvio los ojos hacia el banquillo de los acusados y lo miro. No recordaba lo que habia esperado, pero desde luego no ese chico de aspecto corriente, obviamente incomodo en el traje con el que pretendia causar buena impresion al tribunal, ahi de pie sin emocion aparente. Se declaro culpable con un tono resentido y sin enfasis y no manifesto arrepentimiento. No la miro. Eran dos desconocidos unidos para siempre por un instante, un acto. Ella no sentia nada, ni compasion ni perdon, nada. Era imposible comprenderle o perdonarle, y ella no pensaba en estos terminos. Sin embargo, se dijo a si misma que era posible no alimentar la falta de perdon, no encontrar consuelo vengativo en la contemplacion de su encarcelamiento. Le correspondia a ella, no a el, decidir cuanto era el dano hecho. El no podia tener poder duradero sobre ella sin su connivencia. Un verso de las Escrituras que recordaba de la infancia le hablo con un inequivoco tono de verdad: «Cualquier cosa que entre en el hombre desde fuera no puede deshonrarlo, porque no ha entrado en su corazon.»

Y tenia a Clara. Deslizo su mano en la de Clara y sintio el consuelo y el apreton receptivo. Penso: El mundo es un lugar hermoso y terrible. Cada dia se cometen actos horrendos, y al final mueren aquellos a quienes amamos. Si los gritos de todos los seres vivos de la Tierra fueran un solo grito de dolor, seguramente haria temblarias estrellas. Pero tenemos el amor. Acaso parezca una defensa debil contra los horrores del mundo, pero hemos de agarrarlo fuerte y creer en el, pues es lo unico que tenemos.

P. D. James

***

[1] Miembro del real Colegio de Cirujanos. (N. del T.)

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