Nuestra Senora flores robadas, si es que eran robadas. Pero ?y si no lo eran y ella le acusaba injustamente? En ese caso, destruiria todo lo que habia entre ellos dos. Y ahora no podia perderlo. Por otra parte, eso podria meterle en la cabeza la idea del robo. Surgieron en su mente aquellas frases recordadas a medias: corrupcion de la inocencia, ocasion de pecado. Decidio que le convendria pensar profundamente al respecto. Pero ahora no, todavia no.

Busco en su bolso su llavero de madera, y trato de introducir la llave en la cerradura. Sin embargo, no pudo conseguirlo. Perpleja, pero todavia tranquila, hizo girar el pomo y la pesada puerta de hierro se abrio. Ya estaba abierta, pues habia una llave en la cerradura por el otro lado. El pasillo estaba silencioso y a oscuras, y la puerta de roble que conducia a la sacristia pequena, a la izquierda, estaba bien cerrada. Por consiguiente, el padre Barnes debia de encontrarse alli. Sin embargo, era extrano que hubiera llegado antes que ella. ?Y por que no habia dejado encendida la luz del pasillo? Cuando su mano enguantada encontro el interruptor, Darren se escabullo junto a ella, en direccion a la reja de hierro forjado que separaba el pasillo de la nave de la iglesia. Le gustaba encender un cirio cuando llegaba, pasando sus delgados brazos a traves de la reja para llegar al candelabro y a la caja de las limosnas. Al iniciar su camino, ella le habia entregado, como de costumbre, una moneda de diez peniques, y ahora oyo un leve tintineo mientras el nino metia su vela en el soporte y buscaba las cerillas sujetas por una cadenilla al brazo metalico.

Y fue entonces, en aquel preciso momento, cuando noto el primer indicio de inquietud. Cierta premonicion alerto su subconsciente; interiores inquietudes y una vaga sensacion de intranquilidad se unieron para convertirse en temor. Habia un leve olor, extrano pero al mismo tiempo horriblemente familiar; la sensacion de una presencia reciente; el posible significado de aquella puerta exterior sin cerrar, la oscuridad del pasillo… De pronto, supo que alli habia algo alarmante, e instintivamente exclamo:

– ?Darren!

El nino se volvio y la miro fijamente, y a continuacion, inmediatamente, volvio a su lado.

Poco a poco al principio, y despues con un movimiento brusco, ella abrio la puerta. La luz la deslumbro. El largo tubo fluorescente que desfiguraba el techo estaba encendido y su resplandor eclipsaba la suave luz del pasillo. Y pudo ver entonces el horror personificado.

Eran dos, y supo instantaneamente y con absoluta certeza que estaban muertos. La habitacion era una especie de caos. Los habian degollado y parecian animales sacrificados en medio de un charco de sangre. Instintivamente, empujo a Darren detras de ella, pero ya era tarde. El tambien lo habia visto. No grito, pero noto que el nino temblaba y proferia un leve y patetico grunido, como un cachorro enfadado. Lo empujo hacia el pasillo, cerro la puerta y se apoyo en ella. Notaba perfectamente un frio incontrolable, acompanado por los tumultuosos latidos de su corazon. Parecia como si este se hubiera hinchado en su pecho, y como si, enorme y caliente, estremeciera su fragil cuerpo con un doloroso tamborileo, como dispuesto a partirla en dos. Y el olor, que al principio habia sido insinuante, casi imperceptible, poco mas que una tonalidad extrana en el aire, parecia ahora invadir el pasillo con los intensos efluvios de la muerte.

La senorita Wharton oprimio su espalda contra la puerta, agradeciendo el apoyo que le ofrecia aquella solida madera de roble tallada. Sin embargo, ni esta solidez ni sus ojos estrechamente cerrados podian ahuyentar el horror. Tan vivamente iluminados como si estuvieran en un escenario, seguia viendo los cadaveres, bajo una luz mas brillante e intensa que cuando sus ojos horrorizados los hablan visto por primera vez. Uno de ellos se habia deslizado desde el bajo camastro situado a la derecha de la puerta y yacia en el suelo, mirandola, con la boca abierta y la cabeza casi separada del tronco. Volvia a ver las venas y arterias seccionadas, asomando como tuberias retorcidas a traves de los coagulos de sangre. El otro estaba apoyado torpemente, como un muneco de trapo, en la pared mas distante. Su cabeza habia caido hacia adelante, y sobre su pecho se habia extendido una gran mancha de sangre, como un babero. Todavia llevaba en la cabeza un gorro de lana marron y azul, pero lo llevaba de traves. El ojo derecho quedaba oculto, pero el izquierdo la miraba con una espantosa familiaridad. Asi mutilados, le parecia a ella como si todo lo humano se hubiera vaciado junto con la sangre: vida, identidad y dignidad. Ya no parecian dos hombres. Y habia sangre en todas partes. Tuvo la sensacion de que ella misma se estaba ahogando en sangre. La sangre se agolpaba en sus oidos, la sangre gorgoteaba como un vomito en su garganta, la sangre salpicaba, en forma de globulos brillantes, las retinas de sus ojos cerrados. Aquellas imagenes de muerte, que no le era posible disipar, flotaban ante ella en un torbellino de sangre, se disolvian, volvian a formarse y despues se disolvian de nuevo, pero siempre entre un mar de sangre. Y entonces oyo la voz de Darren y noto la mano de este que tiraba de su manga.

– Es mejor que nos larguemos de aqui antes de que llegue la poli. ?Vamos! Nosotros no hemos visto nada. ?Nada! No hemos estado aqui.

Habia en su voz la nota aguda del miedo. Se aferraba al brazo de ella. A traves de la delgada tela de mezclilla, sus dedos mordian, agudos como dientes. Suavemente, ella se solto. Cuando hablo, le sorprendio la tranquilidad que habia en su voz.

– No digas tonterias, Darren. Desde luego, nadie sospechara de nosotros. En cambio, huir… eso si que pareceria sospechoso.

Le empujo a lo largo del pasillo.

– Yo me quedo aqui. Tu iras a buscar ayuda. Debemos cerrar la puerta con llave. Yo esperare aqui mientras vas a buscar al padre Barnes. ?Sabes donde esta la vicaria? Es el piso de la esquina, en aquella manzana de Harrow Road. El sabra lo que hay que hacer. El avisara a la policia.

– Pero usted no puede quedarse sola aqui. ?Y si el esta todavia aqui? ?En la iglesia, esperando y vigilando? Es mejor que nos marchemos los dos, ?vale?

La autoridad que habia en aquella voz infantil la desconcerto.

– Pero es que no me parece bien, Darren, dejarlos aqui. Los dos no. Me parece… bueno, desacertado. Yo deberia quedarme.

– Tonterias. Usted no puede hacer nada. Estan muertos, un par de fiambres. Ya los ha visto.

Hizo un rapido gesto como si pasara la hoja de un cuchillo a traves de su garganta, puso los ojos en blanco y carraspeo. El sonido fue horriblemente real, como un vomito sanguinolento en su boca, y ella grito:

– ?Por favor, Darren, no hagas eso!

Inmediatamente, el se mostro conciliador, con una voz mas tranquila. Puso su mano sobre la de ella.

– Sera mejor que venga conmigo a ver al padre Barnes.

Ella bajo la vista y le miro, compungida, como si fuera ella la menor de los dos.

– Si lo crees asi, Darren.

El habia asumido ya el mando y su cuerpecillo casi vibraba.

– Si, es lo que yo creo. Venga conmigo.

Estaba excitado. Ella lo oyo en el temblor de su voz, y lo vio en aquellos ojos brillantes. Ya no estaba asustado y, en realidad, ni siquiera trastornado. Habia sido una tonteria pensar que habia que protegerlo contra aquel horror. Aquel brote de temor al pensar en la policia se habia desvanecido. La senorita Wharton llego a preguntarse si, criado entre aquellas impresionantes y fugaces imagenes de violencia, el nino sabria distinguir entre ellas y la realidad. Tal vez fuese una suerte que, protegido por su propia inocencia, no consiguiera hacerlo. Darren apoyo su delgado brazo en los hombros de ella acompanandola hacia la puerta, y ella se apoyo en el nino, notando aquellos duros huesecillos bajo su brazo.

«Que amable es -penso-, que carinoso, este querido chiquillo.» Le hubiera gustado hablarle de las flores y del salmon, pero ahora no era momento para pensar en ello, desde luego.

Se encontraron en el exterior. El aire, puro y frio, parecia oler tan dulcemente como la brisa marina. Pero cuando, entre los dos, cerraron la pesada puerta, con sus barras de hierro forjado, la senorita Wharton descubrio que no podia introducir la llave en la cerradura. Sus dedos se movian ritmicamente, como presa del espanto. Fue el quien le arrebato la llave y, poniendose de puntillas, la introdujo en el agujero de la cerradura. Y, entonces, las piernas de ella se doblaron lentamente y se dejo caer poco a poco sobre el escalon, tan inerte como una marioneta. El nino la miro.

– ?No se encuentra bien?

– Creo que no puedo andar, Darren. En seguida estare mejor, pero ahora tengo que quedarme aqui. Tu iras a buscar al padre Barnes. Pero… ?date prisa!

Al ver que el seguia titubeando, anadio:

– El asesino todavia puede encontrarse ahi dentro. Cuando hemos llegado, la puerta no estaba cerrada. Debio de irse despues de… Supongo que no se habra quedado dentro, esperando que lo cojan, ?verdad que no?

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