suficiente para haber adquirido la capa protectora que confiere el exito. Un hombre que habia logrado todo el aplomo de un ginecologo de fama sin duda tenia tambien el aplomo suficiente para hacer frente a un oficial de la Policia Metropolitana.
Ahora dijo:
– Yo no mate a Berowne. Aunque yo fuese capaz de cometer un asesinato tan brutal y sangriento, desde luego no hubiera llevado conmigo a la mujer de Berowne para hacerla esperar en el coche mientras yo degollaba a su marido. En cuanto a las demas majaderias, aunque fuese cierto que yo hubiese provocado el aborto de fetos sanos por no ser del sexo que la madre deseaba, ?como se propone demostrarlo? Las operaciones se han realizado aqui. Los informes patologicos figuran en los archivos medicos. En este edificio, no hay nada que me incrimine en ningun archivo y, aunque lo hubiese, usted no tendria acceso a ello, al menos sin tomarse una larga serie de molestias. Tengo unas ideas muy firmes en lo que respecta al caracter sagrado de los registros medicos. Por consiguiente, ?que puede hacer? ?Empezar a interrogar a una serie de pacientes, con la esperanza de conseguir, mediante trucos o amenazas, que una de ellas cometa una indiscrecion? ?Y como daria con ellas, sin mi cooperacion? Su alegacion es ridicula, comandante.
Dalgliesh repuso:
– Sin embargo, Paul Berowne creyo en ella. Se desprendio de sus acciones en Pembroke Lodge despues de la muerte de Theresa Nolan. Creo que hablo con usted. No se lo que le dijo, pero puedo suponerlo. Usted podia suponer que el guardaria silencio en aquellos momentos, pero despues de su experiencia en aquella iglesia, de su conversion, fuera lo que fuese esta, ?podia confiar en que siguiera manteniendo ese silencio?
Se pregunto si habia sido prudente mostrar su baza tan pronto y con tanta claridad, pero la duda solo fue momentanea. Era necesario enfrentar a Lampart con la nueva evidencia, por tenue que esta pudiera ser. Se le habia de conceder el derecho a la replica. Y si todo ello era irrelevante, cuanto antes quedara despejado, tanto mejor.
Lampart dijo:
– No fue asi. Nunca hablamos. Y, suponiendo que el lo creyese, se hubiera encontrado en una situacion bastante desagradable, mucho mas desagradable de lo que pueda usted suponer. El queria un hijo, pero desde luego no queria otra hija. Y, por otra parte, tampoco Barbara. Tal vez Barbara deseara darle un heredero, aunque solo fuera para consolidar su posicion. Ella consideraba esto como parte del trato. Sin embargo, nueve meses de incomodidad para darle otra hija que le disgustara, a la que despreciara e ignorase, era pedirle demasiado a una mujer, sobre todo a una mujer a la que desagrada y teme un parto. Suponiendo que esa historia fuese cierta, podria usted decir que Berowne se encontraba en una posicion curiosa, al menos en el aspecto moral. El no podia digerir los medios, pero sospecho que no le desagradaban del todo los fines. Y esta nunca ha sido una postura moral particularmente digna, al menos en mi opinion. Barbara tuvo un aborto -una nina- ocho meses despues de su matrimonio. ?Cree usted que a el le causo esto un gran disgusto? No me extrana que el pobre diablo se desbaratase por completo psicologicamente. No me extrana que se rajara el cuello con una navaja. Lo que usted ha descubierto, comandante, si es que es verdad, es una razon adicional para el suicidio, no un motivo para el asesinato.
Lampart descolgo su chaqueta de un colgador y despues abrio la puerta para que salieran Dalgliesh y Kate, con una cortesia sonriente que casi resultaba insultante. Despues les acompano hasta su sala de estar privada, cerro la puerta y les indico las butacas ante la chimenea. Tras sentarse ante ellos, se inclino hacia adelante, con las piernas abiertas, y aproximo su cara a la de Dalgliesh. Este pudo ver aquellas correctas facciones ampliadas, los poros de la piel relucientes por el sudor, como si todavia se encontrara bajo el calor del quirofano, los musculos tensos en el cuello, las ojeras de cansancio bajo los ojos y las venillas escarlata alrededor de los iris, las motas de caspa en las raices del mechon de cabellos que caia, indisciplinado, sobre su frente. Era todavia una cara relativamente joven, pero los signos del envejecimiento ya estaban presentes y, de pronto, pudo ver cual seria el aspecto de Lampart al cabo de otros treinta anos; la piel moteada y blanqueada, los huesos recubiertos por unas carnes menos firmes, la confianza varonil agriada por el cinismo de la vejez. Pero ahora su voz era firme y aspera, y su agresion llego hasta Dalgliesh, poderosa como una fuerza desencadenada.
– Sere franco con usted, comandante, mas franco de lo que probablemente yo juzgaria prudente si lo que usted dice fuese verdad. Si yo hubiera provocado el aborto de esos fetos indeseados, ello no produciria ni la menor impresion en lo que usted denominaria probablemente mi conciencia. Hace doscientos anos, la anestesia en los partos era considerada inmoral. Hace menos de cien anos, el control de la natalidad era virtualmente ilegal. Una mujer tiene el derecho de elegir si ha de tener o no un hijo. Resulta que yo pienso que tambien tiene derecho a elegir su sexo. Un hijo no deseado suele ser un estorbo, en si mismo, para la sociedad y para sus padres. Un feto de dos meses no es un ser humano, es un conjunto complicado de tejidos. Es probable que usted no crea personalmente que el nino tiene un alma antes de nacer, al nacer o despues de nacido. Poeta o no poeta, no es usted el tipo de hombre que ve visiones y oye voces en las sacristias de las iglesias. Yo no soy un hombre religioso. Naci con mi racion de neurosis, pero no con esa. Sin embargo, lo que me sorprende en aquellos que aseguran tener fe es que parecen pensar que pueden encontrar hechos cientificos a espaldas de Dios. Ese primer mito, el Jardin del Eden, es notablemente persistente. Siempre pensamos que no tenemos derecho a saber, o que, cuando sabemos, no tenemos derecho a utilizar esa sabiduria. En mi opinion, tenemos derecho a hacer todo lo que podamos para conseguir que la vida humana sea mas agradable, mas segura y no tan llena de sufrimientos.
Su voz era ronca y en los ojos grises habia un destello desagradablemente proximo al fanatismo. Dalgliesh penso que bien hubiera podido ser un mercenario religioso del siglo XVII recitando su credo con la espada desenvainada.
Dalgliesh repuso suavemente:
– Siempre y cuando, presumiblemente, no perjudiquemos a otras personas y el acto no sea ilegal.
– Siempre y cuando no perjudiquemos a otras personas. Si, lo admito. Pero librarse de un feto no deseado no perjudica a nadie. O el aborto no puede ser justificado, o bien se justifica basandose en lo que la madre considera importante y el sexo no deseado es una razon tan valida como cualquier otra. Siento mas respeto por aquellos cristianos que se oponen al aborto, cualquiera que sea su base, que por aquellos ingeniosos compromisarios que desean una vida de acuerdo con sus propios terminos y al mismo tiempo una conciencia libre. Al menos, los primeros son firmes en sus ideas.
Dalgliesh dijo:
– Tambien la ley es firme. El aborto indiscriminado es ilegal.
– Si, pero esto deberia considerarse como altamente discriminatorio. De acuerdo, se lo que usted quiere decir. Sin embargo, la ley no ha lugar cuando se trata de la moralidad privada, sexual o no.
Dalgliesh pregunto:
– ?Y donde se supone que ha de actuar?
Se levanto y Lampart los acompano hasta la salida, deferente, sonriente, confiado. Excepto las cortesias de la despedida, no se pronuncio ninguna otra palabra.
En el coche Kate dijo:
– Ha sido practicamente una confesion, senor. Ni siquiera se ha molestado en negarlo.
– No. Pero no es una confesion escrita o que nosotros podamos utilizar ante un tribunal. Y ha sido una confesion de practicas medicas ilegales, no de asesinato. Y el tiene razon, desde luego. Seria practicamente imposible probarlo.
– Pero esto le da un doble motivo. Su asunto con lady Berowne y el hecho de que Berowne hubiera podido considerarse obligado a denunciarlo. A pesar de sus faroles y su arrogancia, debe de saber que es tan vulnerable al escandalo como cualquier otro medico. Incluso un simple rumor podria perjudicarle. Y, procedente este rumor de alguien de la categoria de un Berowne, habria de ser tomado en serio.
Dalgliesh dijo:
– Si, desde luego. Lampart lo tiene todo: los medios, el motivo, la oportunidad, los conocimientos y la arrogancia de pensar que puede salir bien librado del asunto. No obstante, yo acepto una cosa que nos ha dicho. No se hubiera llevado consigo a Barbara Berowne hasta aquella sacristia, y no la veo a ella accediendo a quedarse sola en un coche aparcado en una zona no muy saludable de Paddington, cualquiera que fuese la excusa que le hubieran dado. Y, como siempre, hemos de pensar otra vez en el tiempo. El portero de noche les vio salir juntos de Pembroke Lodge. Higgins les vio llegar al Black Swan. A no ser que uno de ellos o los dos mientan, Lampart queda a salvo.