Y entonces penso: «A menos que nosotros estemos enganados por aquella descarga de agua desde la tuberia. A menos que estemos totalmente equivocados en el momento de la muerte». Si Berowne murio en la hora mas temprana que el doctor Kynaston juzgaba posible, las siete de la tarde, ?que seria entonces de la coartada de Lampart? El habia asegurado encontrarse en Pembroke Lodge con su amante, pero habia mas de una manera de salir de la clinica y regresar a ella sin ser visto. Sin embargo, alguien estuvo en la cocina de la iglesia a las ocho, a no ser, desde luego, que se hubiera dejado correr deliberadamente el agua. Pero, ?quien pudo haberlo hecho? ?Alguien que llego antes, a las siete, alguien que llego en un Rover negro? Si Berowne habia muerto a las siete, habia otros sospechosos ademas de Stephen Lampart. No obstante, ?que finalidad se perseguia al dejar abierto aquel grifo? Siempre habia, desde luego, la posibilidad de que hubiera quedado abierto por casualidad. Pero, en ese caso, ?como y cuando habia sido cerrado?

V

Las amistades de lady Ursula habian expresado su condolencia con flores y su sala de estar tenia un aspecto incongruentemente festivo, debido a las rosas de largo tallo y sin espinas, los claveles y los ramos de importacion de lirios blancos, que parecian artefactos de plastico pulverizados con algun perfume. Las flores habian sido introducidas, mas bien que ordenadas, en toda una variedad de jarrones colocados alrededor de la habitacion, por conveniencia, mas que en busca de un efecto. Al lado de ella, sobre la mesa de palisandro, habia un pequeno jarro de cristal tallado, con fresias. Su aroma, dulce e inconfundible, llego hasta Dalgliesh cuando se acerco a su sillon. Ella no se movio para levantarse, pero le tendio la mano y el la tomo. Estaba fria y seca, y no hubo ninguna presion de respuesta. Se sentaba, como siempre, muy erguida, vestida con una falda negra hasta los tobillos y una blusa de cuello alto, de fina lana gris. Sus unicas joyas eran una doble cadena de oro viejo y sus anillos; los largos dedos que reposaban en los brazos de su sillon estaban cargados de grandes piedras centelleantes, hasta el punto de que aquellas manos con venas parecidas a cordones azules y con una piel apergaminada, casi parecian demasiado fragiles para sostener aquel aureo peso.

Hizo un gesto a Dalgliesh para indicarle el sillon opuesto al suyo, Cuando se hubo sentado y Massingham hubo encontrado un lugar en un pequeno sofa colocado junto a la pared, ella dijo:

– El padre Barnes ha estado aqui esta manana. Tal vez se creyo en el deber de procurarme un consuelo espiritual. ?O acaso se excusaba por el uso que se hizo de su sacristia? Dificilmente podia suponer que yo le atribuyera la culpa. Si pretendia ofrecerme consuelo espiritual, mucho me temo que encontro en mi un familiar decepcionante. Es un hombre curioso. Lo encuentro muy poco inteligente, muy corriente. ?Fue esta tambien la opinion de usted?

Dalgliesh contesto:

– Yo no lo describiria como corriente, pero es dificil imaginarle influyendo en su hijo.

– A mi me parecio un hombre que hace mucho tiempo ha dejado de esperar poder influir en nadie. Tal vez haya perdido su fe. ?No esta eso de moda, actualmente, en la Iglesia? Pero, ?por que eso habria de inquietarle? El mundo esta lleno de personas que han perdido la fe: politicos que han perdido la fe en la politica, asistentes sociales que han perdido la fe en la asistencia social, maestros que han perdido la fe en la ensenanza y, por lo que puedo yo saber, policias que han perdido la fe en la labor policial y poetas que han perdido la fe en la poesia. Es una caracteristica de la fe el hecho de que se pierda de vez en cuando, o al menos que se extravie. ?Y por que no se hace limpiar la sotana? Es una sotana, ?no? Habia lo que supuse que eran manchas de huevo en el puno derecho, y en la parte del pecho un gran lamparon.

Dalgliesh dijo:

– Es una prenda que practicamente siempre lleva puesta, lady Ursula.

– Seguramente podria comprarse otra de recambio.

– En caso de poder pagarsela. Y habia intentado eliminar la mancha.

– ?De veras? Pero no con gran eficacia. Desde luego, usted ha aprendido a observar esas cosas.

No le sorprendia que estuvieran hablando sobre prendas eclesiasticas mientras lo que quedaba de su hijo yacia, sin cabeza y destripado, en un cajon frigorifico de la morgue. A diferencia de ella y del padre Barnes, ellos dos habian sido capaces de comunicarse desde su primer encuentro. Ella se desplazo un poco en su asiento y despues dijo:

– Pero, desde luego, no esta usted aqui para charlar sobre los problemas espirituales del padre Barnes. ?Que ha venido a decirme, comandante?

– He venido para preguntarle otra vez, lady Ursula, si vio usted o no el dietario de su hijo en el cajon del escritorio, cuando el general Nollinge telefoneo a esta casa el martes pasado, a las seis.

Aquellos ojos notables miraron fijamente a los suyos.

– Esta pregunta ya la ha hecho antes, dos veces. Siempre me satisface, claro, hablar con el poeta que escribio «Rh negativo», pero sus visitas son cada vez mas frecuentes y su conversacion resulta predecible. No tengo nada que anadir a lo que le dije antes, y juzgo esta reiteracion mas bien ofensiva.

– ?Comprende usted la trascendencia de lo que esta diciendo?

– Claro que la comprendo. ?Hay algo mas que necesite preguntar?

– Me gustaria que me confirmase que, realmente, hablo usted dos veces con Halliwell aquella tarde en que murio su hijo, y que, dentro de lo que usted pueda saber, el Rover no salio aquella noche antes de las diez.

– Esto ya se lo dije, comandante. Hable con el alrededor de las ocho y despues a la nueve y cuarto. Debio de ser unos cuarenta y cinco minutos antes de que el se marchara a Suffolk. Y creo que puede usted tener la seguridad de que si alguien hubiese utilizado el Rover, Halliwell lo habria sabido. ?Algo mas?

– Si, desearia ver otra vez a la senorita Matlock.

– En ese caso, preferiria que la viese aqui y que yo estuviera presente. Usted mismo puede llamar.

Dalgliesh tiro del cordon del timbre. La senorita Matlock no se apresuro, pero tres minutos despues aparecio en el umbral de la puerta, ataviada de nuevo con la larga falda gris de amplios pliegues y aquella misma blusa que tan mal le sentaba.

Lady Ursula dijo:

– Sientate, Mattie. El comandante ha de hacerte unas preguntas.

La mujer fue a buscar una de las sillas colocadas junto a la pared y la acerco, colocandola junto al sillon de lady Ursula. Despues miro estoicamente a Dalgliesh, y esta vez parecio como si lo hiciera casi sin la menor ansiedad. Empieza a cobrar confianza, penso el. Sabe que muy poco es lo que podemos hacer si ella se aferra a su version de los hechos. Empieza a pensar que, despues de todo, la cosa puede ser facil.

Repaso de nuevo los hechos que ella habia relatado, y ella respondio a sus preguntas referentes a la tarde del martes casi con las mismas palabras que habia utilizado antes. Finalmente, el dijo:

– Desde luego, ?no era inusual que el senor Dominic Swayne viniera aqui para tomar un bano, y tal vez comer?

– Ya le dije que lo hacia de vez en cuando. Es el hermano de lady Berowne.

– Pero sir Paul no se enteraba necesariamente de estas visitas, ?verdad?

– Unas veces si, y otras no. No era de mi incumbencia decirselo.

– ?Y la penultima vez, no el martes sino la vez anterior? ?Que hizo usted entonces?

– Tomo un bano, como de costumbre, y despues le prepare una cena. No siempre cena aqui cuando viene a banarse, pero aquella noche lo hizo. Le servi una chuleta de cerdo con salsa de mostaza, patatas fritas y judias verdes.

Una cena mas opipara, penso Dalgliesh, que la tortilla que habia preparado ella la noche en que murio Berowne. Pero esa noche el habia venido con mas premura. ?Por que? ?Porque su hermana le habia telefoneado despues de la disputa con su marido? ?Porque le habia dicho ella donde se encontraria Berowne aquella noche? ?Porque su plan para el asesinato empezaba a cobrar forma?

Pregunto:

– ?Y despues?

– Comio tarta de manzana y queso.

– Yo me referia a que hizo usted despues de la cena.

– Despues jugamos al Scrabble.

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