arremetia contra el, pareceria un chantaje o, lo que todavia seria peor, una venganza. Y la culpabilidad que sentia por la muerte de ella, su mentira al decir que debia de ser una de sus votantes, el hecho de que no la ayudara, todo esto debio de parecerle moralmente peor que todo lo que estuviera haciendo Lampart.
– ?Y que decidio?
– Rompio la carta mientras estaba conmigo y la arrojo al water.
– Pero el era abogado… ?No tuvo el instinto de conservar esta prueba?
– No esta clase de prueba. Dijo: «Si no tengo valor para utilizarla, debo desprenderme de ella. No hay formula de compromiso. O hago lo que Theresa queria o destruyo la prueba». Supongo que guardarla podia ser degradante, como si conservara cuidadosamente una prueba contra un enemigo, por si era necesaria en el futuro.
– ?Le pidio consejo a usted?
– No. Consejo, no. El necesitaba pensarlo todo de nuevo y yo estaba alli para escuchar. Para eso solia necesitarlo, para escuchar. Ahora me doy cuenta. Y sabia lo que diria yo, lo que queria yo decir. Yo diria: «Divorciate de Barbara y utiliza esta carta para asegurarte de que ella y su amante no pongan ningun inconveniente. Utilizala para conseguir tu libertad». No se si lo hubiera dicho con tanta brutalidad, pero el sabia que eso era lo que yo queria que hiciera. Antes de destruirla, me hizo prometer que no diria nada.
Kate pregunto:
– ?Esta segura de que no tomo absolutamente ninguna medida?,
– Creo que tal vez hablo con Lampart. Me dijo que lo haria, pero nunca mas volvimos a hablar de ello. El se disponia a decirle a Lampart lo que sabia, admitiendo que no tenia pruebas. Y retiro su dinero de Pembroke Lodge. Era un capital importante, tengo entendido, que habia invertido anteriormente su hermano.
Empezaron a caminar lentamente por el sendero. Kate penso: Supongamos que Paul Berowne hubiera hablado con Lampart. Con la prueba destruida, y ademas una prueba pateticamente inadecuada, el doctor poco tenia que temer. Un escandalo podia danar a Paul Berowne tanto como al propio Lampart. Pero despues de la experiencia de sir Paul en aquella sacristia, tal vez las cosas resultaran muy diferentes, Tal vez el Berowne cambiado, habiendo echado por la borda su carrera, consideraria como su deber moral denunciar y arruinar a Lampart, con pruebas o sin ellas. ?Y que seria de Barbara Berowne, enfrentada por una parte a un marido, que habia abandonado a la vez su cargo y todas sus perspectivas, y que incluso se proponia vender su casa, y, por otro lado, a un amante que tal vez estuviera sentenciado a la ruina? Kate decidio hacer una pregunta contundente que, en otras circunstancias, tal vez hubiera considerado imprudente:
– ?Cree que Lampart le mato, con o sin la complicidad de ella?
– No. Seria un estupido si la implicase a ella en algo de este tipo. Y ella no tiene el valor ni el ingenio para planearlo por si sola. Es el tipo de mujer que consigue un hombre para que le haga el trabajo sucio, y despues se persuade a si misma de que no sabe nada al respecto. Pero yo le he dado un motivo, un motivo para los dos. Habria de bastar para que a ella la vida le resultara incomoda.
– ?Es eso lo que desea?
La joven se volvio en redondo y exclamo con subita pasion:
– ?No, no es eso lo que deseo! Quiero verla acosada, interrogada, aterrorizada. Quiero verla humillada. Quiero verla detenida, encarcelada para toda su vida. Quiero verla muerta. Esto no sucedera, nada de esto sucedera. Y lo peor es que yo me he hecho mas dano a mi misma que todo el que pueda hacerle a ella. Una vez la telefonee a usted, una vez dije que me encontraria aqui, supe que tenia que venir. Pero el me hablo confidencialmente, confio en mi, siempre habia confiado en mi. Ahora ya no queda nada, nada de lo que pueda recordar acerca de nuestro amor, que este libre de dolor y de culpabilidad.
Kate la miro y vio que estaba llorando. No emitia ningun sonido, ni siquiera el menor sollozo, pero de unos ojos fijos y que parecian aterrorizados brotaban las lagrimas en una corriente ininterrumpida y corrian por su cara exangue hasta llegar a una boca medio abierta y temblorosa. Habia algo que asustaba en aquel dolor intenso y silencioso. Kate penso: «No hay un hombre, ningun hombre en el mundo, que merezca esta agonia». Sintio una mezcla de compasion, de impotencia y de irritacion que, pudo reconocerlo, no carecia de un leve menosprecio. Pero la compasion se impuso. No acertaba a decir nada que sirviera de consuelo, pero al menos podia ofrecer alguna respuesta practica, pedir a Carole que fuese con ella a su apartamento para tomar un poco de cafe antes de separarse. Abria ya la boca para hablar, pero se contuvo. La joven no era sospechosa. Incluso en el caso de que fuera razonable pensar en ella como tal, tenia una coartada, una reunion fuera de Londres a la hora del crimen. Pero en el caso de que a Carole se le exigiera declarar ante el tribunal, cualquier sugerencia de amistad o de un entendimiento entre las dos podia resultar perjudicial para la acusacion. Y para algo mas que la acusacion: podia ser perjudicial para su propia carrera. Era el tipo de error sentimental de juicio que no desagradaria del todo a Massingham si llegaba a enterarse de el. Y entonces se oyo a si misma decir:
– Mi apartamento esta muy cerca de aqui, al otro lado de la avenida. Venga y tome un poco de cafe antes de marcharse.
En el apartamento, Carole Washburn se dirigio hacia la ventana como una automata y contemplo la vista sin decir palabra. Despues se acerco al sofa y examino la pintura al oleo colgada en la pared: tres triangulos, en parte sobrepuestos, en pardo rojizo, verde claro y blanco. Pregunto, pero no como si le importara mucho:
– ?Le gusta el arte moderno?
– Me gusta experimentar con formas y diferentes colores unos junto a otros. No me gustan las reproducciones y no puedo permitirme originales, de modo que pinto por mi cuenta. No creo que sean arte, pero disfruto con ellos.
– ?Donde aprendio a pintar?
– Me limite a comprar las telas y las pinturas y aprendi por mi cuenta. El dormitorio pequeno es una especie de estudio. Ultimamente, no he tenido tiempo para hacer gran cosa.
– Es interesante. Me gusta la textura del fondo.
– La hice apretando una tela contra la pintura antes de que se secara. La textura es lo mas facil; lo que me cuesta mas es aplicar el oleo debidamente.
Entro en la cocina para moler el cafe. Carole la siguio y se quedo mirandola desde el umbral. Espero hasta que desenchufo el molinillo, y entonces pregunto subitamente.
– ?Que le hizo elegir la policia?
Kate sintio la tentacion de contestar: «Practicamente las mismas razones que a ti te hicieron elegir ser funcionaria civil. Pense que podria realizar esa tarea. Era ambiciosa. Prefiero el orden y la jerarquia al caos». Despues se pregunto si Carole necesitaba hacer preguntas en vez de contestarlas, hurgar, aunque fuera tentativamente, en la vida de otra persona. Respondio:
– No queria un trabajo de oficina. Deseaba una carrera en la que, desde un buen principio, pudiera esperar una promocion. Supongo que me gusta enfrentarme a los hombres y estos se mostraron bastante contrarios a mi idea en la escuela a la que fui. Esto fue un incentivo adicional.
Carole Washburn guardo silencio y la miro durante unos momentos, antes de retirarse de nuevo a la sala de estar. Kate, con las manos ocupadas por la cafetera, las tazas y los platos, la bandeja y las galletas, no pudo menos que recordar aquella ultima entrevista con la senorita Shepherd, la asesora de carreras:
– Nosotros esperabamos que apuntaras mas alto, hacia la universidad, por ejemplo. Yo diria que tus notas te hacen apta para ella.
– Quiero empezar a ganar dinero.
– Eso es comprensible, Kate, pero recuerda que puedes aspirar a una beca completa. Podras arreglartelas.
– Yo no quiero arreglarmelas. Quiero un puesto de trabajo, algo que sea mio. La universidad representaria tres anos perdidos.
– La educacion nunca se pierde, Kate.
– Es que no abandono la educacion. Puedo seguir educandome a mi misma.
– Pero una mujer policia… Nosotros esperabamos mas bien que eligieras algo mas… Bien, socialmente importante.
– Quiere decir mas util.
– Mas relacionado, tal vez, con los problemas humanos basicos.
– No se me ocurre nada mas basico que contribuir a que la gente pueda pasearse con toda seguridad en su propia ciudad.