a interrogar a dos de las chicas que habian estado en la barcaza del Tamesis el dia en que Diana Travers se ahogo. Segun sus declaraciones en el juicio, ninguna de ellas habia visto a la joven zambullirse en el agua. Ellas y los demas componentes del grupo la habian dejado con Dominic Swayne en la orilla, cuando botaron la batea, y no habian visto ni oido nada de ella hasta aquel terrible momento en que el palo de la barcaza choco con su cuerpo, Las dos habian admitido en el juicio que en aquel momento estaban medio bebidas. Dalgliesh dudaba que pudieran decir ahora algo mas util que en el caso de haber conservado la sobriedad, pero, si algo podian decir, Massingham era el mas indicado para saberselo extraer. Pero Massingham habia dejado un mensaje. Cuando entro en su despacho, Dalgliesh vio una hoja de papel blanco clavada en su secante con el cortapapeles de Massingham, una daga larga y muy puntiaguda que el aseguraba haber ganado en una feria cuando era un nino. Aquel gesto dramatico y las breves lineas de letras y cifras escritas en negro por una mano energica, lo decian todo. El laboratorio forense habia mandado por telefono el resultado de los analisis de sangre. Sin desclavar la daga, Dalgliesh observo el papel en silencio, examinando la prueba vital para su teoria de que Berowne habia sido asesinado.

Berowne

Rh+

ABO A

Mack

+

A

Manchas en la alfombra y en el forro de la chaqueta

+

A

AK 2-1 (7,6%)

(enzimas)

PGM 1+ (40%)

(enzimas)

Hoja de la navaja:

1 (92,3%)

2 + 1 – (4,8%)

2-1

1+

AK 2-1

PGM 2 +,1-, 1+

Sabia que el sistema PGM era muy fiable. No habia sido necesario establecer una reaccion de control con la alfombra sucia. Sin embargo, el laboratorio debia de haber trabajado durante el fin de semana, a pesar de estar todos ellos tan ocupados y del hecho de que, de momento, no habia ningun sospechoso bajo custodia, por todo lo cual se sintio agradecido. Habia sangre de dos tipos diferentes en la navaja, pero esto apenas resultaba sorprendente y el analisis habia sido una mera formalidad. Pero lo mas importante era que la mancha en la alfombra, debajo de la chaqueta de Harry, no era de la sangre de este. Dalgliesh tenia otra entrevista para aquella misma tarde y que prometia, aunque de una manera diferente, resultar tan irritante como la sesion con Gilmartin. Era muy util que esa prueba cientifica tan importante hubiera llegado a tiempo.

III

Holland Park estaba a pocos minutos a pie desde Charles Shannon House. Kate se habia despertado poco despues de las seis y a las siete ya habia desayunado y se impacientaba esperando el momento de salir. Despues de recorrer de un lado a otro un apartamento ya inmaculado, tratando de encontrar tareas con las que ocupar el tiempo, lleno una bolsa de papel de migas para los pajaros, se la metio en el bolsillo de la chaqueta y salio con tres cuartos de hora de anticipacion, diciendose a si misma que resultaria menos exasperante pasear por el parque que quedarse en casa preguntandose si Carole Washburn apareceria en realidad, o tal vez se estaba arrepintiendo ya de su promesa. Dalgliesh habia aceptado que se respetara el acuerdo con la joven y Kate se encontraria con Carole Washburn a solas. El no le habia dado ninguna instruccion ni ofrecido ningun consejo. Otros altos jefes habrian sentido la tentacion de recordarle la importancia de aquel encuentro, pero esta no era su manera de actuar. Ella le respetaba por ello, pero no dejaba de incrementar su carga de responsabilidad. Todo podria depender tal vez de como llevase la entrevista.

Poco antes de las nueve se encamino hacia la terraza situada sobre los jardines formales. La ultima vez que visito el parque, el verano habla llenado todos los parterres de geranios, fucsias, heliotropos y begonias, pero ahora ya habia llegado el momento del despojo otonal. La mitad de los parterres estaban ya vacios y su blanda tierra recubierta de tallos rotos, petalos parecidos a gotas de sangre y una capa de hojas moribundas. Como siniestro armon del invierno, un carro municipal esperaba alli para ser cargado con los despojos. Y ahora, mientras el diminuto dedo de su reloj coincidia con la hora, los gritos y chillidos procedentes de los patios de la escuela de Holland Park cesaron repentinamente y el parque recupero la calma propia de primera hora de la manana. Una vieja, encorvada como una bruja, con una jauria de seis perros pequenos y jadeantes sujetos con una trailla, avanzaba arrastrando los pies por el camino lateral, y despues hizo una pausa para arrancar y olisquear las ultimas flores de espliego. Un practicante de jogging solitario bajo por los escalones y desaparecio a traves de los arcos que conducian al naranjal.

Y de pronto Carole Washburn aparecio alli. Casi a la hora exacta, una solitaria figura femenina aparecio en el extremo mas distante del jardin. Llevaba una corta chaqueta gris sobre una falda que hacia juego, y se cubria la cabeza con un amplio panuelo azul y blanco que casi oscurecia su rostro. Pero Kate supo inmediatamente, no sin que su corazon diera un salto, que era ella. Por un momento se miraron la una a la otra y despues avanzaron entre los desnudos parterres, con pasos medidos, casi ceremoniosos. Kate recordo las novelas de espionaje, un cambio de desertores en algun rincon fronterizo, una sensacion de observadores ocultos, con los oidos prestos a escuchar la detonacion de un fusil. Cuando se encontraron, la joven saludo con la cabeza, pero sin hablar. Kate dijo simplemente:

– Gracias por haber venido.

Despues dio media vuelta y juntas subieron por la escalinata del jardin, atravesando el amplio terreno de cesped esponjoso hasta llegar al camino entre los jardines de los rosales. Alli, el frescor del aire matinal tenia todavia un matiz que recordaba el aroma del verano. Las rosas, penso Kate, nunca se acababan. Habia algo irritante en una flor incapaz de reconocer que su temporada habia terminado. Incluso en diciembre habria brotes pequenos y parduscos, destinados a marchitarse antes de que se abrieran, y unas cuantas flores anemicas inclinandose hacia una tierra sembrada de petalos. Mientras caminaba lentamente entre los espinosos rosales, notando que el hombro de Carole casi rozaba el suyo, penso: «Debo tener paciencia. Debo esperar que ella hable la primera. Ha de ser ella la que elija el momento y el lugar».

Llegaron a la estatua de lord Holland, sentado en su pedestal y contemplando con mirada benigna su casa. Siempre en silencio, siguieron caminando a lo largo del humedo camino entre los bosquecillos. Despues, su acompanante se detuvo. Contemplo la vegetacion y dijo:

– Aqui es donde la encontraron, aqui mismo; bajo ese abedul, el inclinado, junto a las matas de acebo. Vinimos los dos aqui, una semana mas tarde. Creo que el necesitaba ensenarmelo.

Kate espero. Era extraordinario que aquella agrupacion de arboles pudiera estar tan cerca del centro de una gran ciudad. Una vez atravesada la baja empalizada, cabia creerse en plena campina. No era extrano que Theresa Nolan, criada en los bosques de Surray, hubiera escogido aquel lugar tranquilo y boscoso para morir. Debio de ser

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