Berowne fue asesinado, desde luego. Hay un rumor segun el cual pudo haberse suicidado. Al fin y al cabo, no puede decirse que estuviera totalmente normal en aquellos momentos. Me refiero a la costumbre que habia adoptado de dormir en sacristias de iglesia. ?Y no se dice tambien que habia tenido una especie de revelacion divina? ?Escuchar esas voces cuando debiera haber estado escuchando al primer ministro! ?Y vaya iglesia curiosa fue a elegir! Puedo comprender su entusiasmo por el estilo perpendicular ingles, pero una basilica romanica en Paddington es, seguramente, una opcion improbable para dormir placidamente una noche, y menos para emprender un camino personal hacia Damasco.

Dalgliesh sintio la tentacion de preguntarle si el hubiera juzgado una opcion mas aceptable la de Westminster, pero Gilmartin, tras haber demostrado netamente al menos un conocimiento superficial sobre la arquitectura eclesiastica con evidente satisfaccion por su parte, se levanto y, abandonando su mesa, empezo a pasear entre las ventanas, como si de pronto hubiera descubierto que el era el unico sentado y que este nivel mas bajo lo colocaba en desventaja. Podia pagarse un buen sastre y vestia con una cuidadosa formalidad que, en un hombre menos confiado en si mismo, tal vez hubiera sugerido que estaba al corriente de la reputacion ligeramente ambigua de los servicios de seguridad, y que procuraba no robustecerla con el menor descuido en sus modales o su apariencia. Sin embargo, Gilmartin vestia a su gusto, como lo hacia todo. Hoy, vestia elegantemente en gris. Sobre su severo traje con unas rayas mas oscuras pero casi invisibles, el rostro cuadrado y casi exangue y los finos cabellos, prematuramente blancos y peinados hacia atras desde su alta frente, reforzaban a la vez la imagen y el conjunto de color; era un conjunto cuidadosamente dispuesto en gris y plata, en el cual la corbata de su college, a pesar de su relativa sobriedad, destacaba como una bandera audaz y retadora.

En contraste, Bill Duxbury, corpulento, de cara rubicunda y voz estentorea, tenia el aspecto de un caballero rural cuyas fincas agricolas denotaran mayor prosperidad que su linaje. Se mantenia junto a la ventana mirando hacia el exterior, como si le hubieran ordenado distanciarse de los adultos y de sus preocupaciones. Dalgliesh observo que, recientemente, se habia afeitado el bigote. Sin el, su cara parecia incompleta y desnuda, como si se la hubieran afeitado a la fuerza. Llevaba un traje de mezclilla de lana a cuadros, demasiado grueso para aquel otono relativamente benigno, y dos cortes en la parte inferior de su chaqueta dejaban colgar parte de esta sobre sus amplias posaderas, casi femeninas. Cuando Gilmartin le miraba, cosa que no ocurria con frecuencia, lo hacia con una expresion dolorosa, ligeramente sorprendida, como si deplorase a la vez el aspecto de su subordinado y la labor de su sastre.

Pronto resulto aparente que era Gilmartin el que habia de llevar la conversacion. Duxbury le hubiera dirigido una introduccion, pero Duxbury permanecia silencioso a menos que se le invitara a hablar. De pronto, Dalgliesh recordo una conversacion en una cena que habia tenido lugar anos antes. El se encontraba sentado junto a una mujer en uno de esos sofas de tres plazas que solo resultan confortables si los ocupan dos personas. Era un salon georgiano en una plaza al norte de Islington, pero ahora no podia recordar el nombre de su anfitriona y solo Dios sabia lo que el estaba haciendo entonces alli. Su companera estaba ligeramente bebida, no de manera ofensiva pero si lo suficiente para que se mostrara inclinada al coqueteo, al regocijo y, finalmente, a la confidencia. Su memoria se negaba a repetirle el nombre de ella, pero tampoco importaba. Estuvieron sentados juntos durante media hora antes de que la duena de la casa, con un tacto fruto de la practica, los separase. Solo podia recordar parte de su conversacion. Ella y su marido tenian un atico que daba a una calle normalmente utilizada por los estudiantes para sus manifestaciones, y la policia -ella estaba segura de que fue la Seccion Especial- les habia pedido si podian utilizar su habitacion delantera para sacar fotografias desde la ventana.

– Dijimos que si, desde luego, y ellos se mostraron en realidad muy amables. Pero yo no me senti del todo satisfecha. Tuve ganas de decirles: «Son subditos britanicos. Tienen derecho a manifestarse si quieren hacerlo. Y si ustedes quieren fotografiarlos, ?no pueden hacerlo abiertamente, en plena calle?». Sin embargo, no lo hice. Despues de todo, la cosa no dejo de ser divertida. Habia cierta sensacion de conspiracion, al saber lo que estaban tramando. Y tampoco nos correspondia a nosotros ofrecer resistencia. Ellos saben lo que hacen. Y nunca es prudente enemistarse con esa gente.

Le parecio entonces a el, como se lo parecia ahora, que estas palabras resumian la actitud de los liberales decentes en cualquier parte del mundo: «Ellos saben lo que hacen. No nos corresponde a nosotros ofrecer resistencia. Nunca es prudente enemistarse con esa gente».

Dijo agriamente:

– Me sorprende que vosotros y el MI5 no organiceis unas actividades regulares junto con la KGB. Teneis mas en comun con ellos que con cualquier otra organizacion. Tal vez fuese instructivo ver como manejan ellos su papeleo.

Gilmartin enarco una ceja en direccion de Duxbury, como si invitara un gesto de solidaridad frente a tanta sinrazon y dijo con voz amable:

– En lo que se refiere al papeleo, Adam, a nosotros nos ayudaria que vuestra gente se mostrara un poco mas consciente. Cuando Massingham pidio informacion sobre Ivor Garrod, debio de haber presentado un IR49.

– Por cuadruplicado, desde luego.

– Bien, el registro necesita una copia y, creo yo, tambien vosotros. Se supone que hemos de tener al corriente al MI5. Desde luego, podriamos revisar de nuevo el procedimiento, pero yo diria que cuatro copias eran lo minimo que cabia solicitar.

Dalgliesh dijo:

– Esa chica, Diana Travers, ?era la persona mas adecuada que pudisteis encontrar para espiar a un ministro del Estado? Incluso tratandose de la Seccion Especial, me parece una eleccion un poco extrana.

– Pero es que nosotros no espiabamos a un ministro del Estado; ella no le fue asignada a Berowne. Como te dije, cuando te interesaste por su querida, Berowne nunca represento un riesgo. A proposito, en este sentido tampoco se presento ningun IR49.

– Comprendo. Infiltrasteis a la Travers en el grupo o celula de Garrod, como lo llame el, y, convenientemente, olvidasteis mencionar este hecho cuando preguntamos nosotros al respecto. Debiais de saber que el era un sospechoso. Y todavia sigue siendolo.

– No nos parecio importante. Al fin y al cabo, todos operamos segun el principio de la «necesidad de saber». Y nosotros no la infiltramos en Campden Hill Square. Lo hizo Garrod. El trabajito que hizo la Travers para nosotros no tuvo nada que ver con la muerte de Berowne.

– Pero la muerte de Travers si puede tener que ver.

– No hubo nada sospechoso en su muerte. Seguramente, habras estudiado el informe de su autopsia.

– Que, como pude comprobar, no fue realizada por el forense usual asignado por el Ministerio del Interior para Thames Valley.

– Nos gusta utilizar a nuestra propia gente. Es un hombre perfectamente competente, puedo asegurartelo. Ella murio por causas naturales, mas o menos. Pudo haberle ocurrido a cualquiera. Habia comido demasiado y bebido con exceso, y se zambullo en agua fria, se enredo en los juncos, abrio la boca y se ahogo. En el cuerpo no habia senales sospechosas. Habia tenido, como sin duda recuerdas, ya que lo decia el informe de la autopsia, relacion sexual muy poco antes de morir.

Titubeo un poco antes de pronunciar la ultima frase. Era la unica vez que Dalgliesh le habia visto aunque solo fuera ligeramente violento. Fue como si pensara que las palabras «hacer el amor» fuesen inapropiadas y no pudiera decidirse a utilizar un sinonimo mas duro.

Dalgliesh guardo silencio. La indignacion le habia impulsado a una protesta que ahora le parecia tan humillantemente infantil como inefectiva. No habia conseguido nada, excepto, posiblemente, exacerbar la ya existente rivalidad profesional entre la Division C, la Seccion Especial y el MI5, cuya precaria relacion tan facilmente podia trascender a las esferas de la alta politica. La proxima vez, Gilmartin tal vez pudiera decir: «Y por el amor de Dios, explicadles a los de la policia lo que han de hacer. Su jefe es capaz de armar un berrinche si no le llega su racion en el reparto de los caramelos». Pero lo que mas le deprimia, y lo que le dejaba un sabor amargo, era lo cerca que habia estado de perder su dominio sobre si mismo. Comprendia ahora cuan importante habia llegado a ser para el su reputacion de frialdad, desapego y no implicacion. Pues bien, ahora estaba implicado. Tal vez ellos tuvieran razon. Acaso uno no debiera aceptar un caso si conocia a la victima. Sin embargo, ?como podia afirmar que habia conocido a Berowne? ?Que tiempo habian pasado juntos, excepto un viaje de tres horas en tren, una breve conversacion de diez minutos en el despacho de el, y un paseo interrumpido en Saint James's Park? Y no obstante, sabia que nunca habia sentido una vinculacion tan intensa con ninguna otra victima. Aquel deseo de aplicar su puno a la mandibula de Gilmartin, de ver brotar la sangre y salpicar aquella

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