– Asi es. Portugal se convirtio en un pais de navegantes y descubridores, caballeros del mar en la nueva demanda del Santo Grial. Gil Eanes, Goncalves Baldaia, Nuno Tristao, Antao Gongalves, Dinis Dias, Alvaro Fernandes, Diogo Gomes, Pedro de Sintra, Diogo Cao, Pacheco Pereira, Bartolomeu Dias, Vasco da Gama, Fernao de Magallanes, Pedro Alvares Cabral, la lista de esos hombres es interminable, el pais estaba lleno de nuevos cruzados. Muchos los conocemos. Pero otros se empenaron en navegaciones secretas, haciendo descubrimientos jamas revelados y manteniendo su nombre oculto en la sombra de la historia.

– ?Y dice usted que Colon era uno de ellos?

– Ahi vamos. Dejemos ahora los grandes designios misticos de los descubrimientos y concentremonos mejor en los hechos prosaicos de la vida cotidiana del reino de Portugal a finales del siglo xv. Cuando Henrique el Navegante y, mas tarde, el rey Alfonso V murieron, otro hombre asumio el control del proceso de expansion maritima. Fue el hijo de Alfonso, el nuevo rey don Juan II, llamado el Principe Perfecto. Poco tiempo despues de que este monarca ascendiese al trono, se produjo un acontecimiento que trazaria el destino de Cristobal Colon.

– El descubrimiento del cabo de Buena Esperanza por Bartolomeu Dias.

El conde se rio.

– No, estimado senor, eso fue despues. -Abandonaron el banco de azulejos y cruzaron la plaza de Armas, pasando entre los pequenos naranjos. Vilarigues se acerco a las ruinas de los Pagos Mestrais, los antiguos aposentos reales del castillo, ahora ya sin tejado, y apoyo la mano en la pared desnuda y aspera, como si la acariciase-. No se si lo sabe, pero entre estas paredes vivio el infante don Henrique, el hombre que planeo todo antes del Principe Perfecto. Y aqui tambien vivio otro estadista, alguien a quien cierto plan, en el que Colon estaba implicado, le cambiaria la vida. Se trata del rey don Manuel I, llamado el Venturoso, que sucedio a don Juan II.

– ?Y que plan era ese?

El conde inclino la cabeza y miro a Tomas de un modo extrano.

– La conspiracion para asesinar al rey don Juan II.

El historiador fruncio el ceno.

– ?Como ha dicho?

– La trama contra don Juan II. ?Nunca ha oido hablar de ella?

– Pues… vagamente.

– Preste atencion a esta historia -indico el conde Vilarigues alzando las manos, como si le rogase paciencia-. En 1482, el consejo regio, encabezado por el recien coronado rey don Juan II, determino que los corregidores reales pudieran entrar en las tierras de los donatarios, con el fin de realizar inspecciones para comprobar como se aplicaba la ley y para confirmar privilegios y donaciones. Esta decision constituyo un ataque directo al poder de los hidalgos, hasta entonces duenos y senores de sus dominios. El mas poderoso de los hidalgos era don Fernando II, duque de Braganca y primo lejano del rey. El duque, pues, se acordo de presentar ante la justicia las escrituras de donacion y privilegios que le fueran concedidos a el y a sus antepasados. Encargo a su responsable de finanzas, el bachiller Joao Afonso, que fuese a recoger esas escrituras en cierta caja fuerte. Pero Joao Afonso, en vez de ir el mismo, mando a su hijo, muchacho joven e inexperto. Cuando este se encontraba frente al cofre revisando los documentos, aparecio un escribano, llamado Lopo de Figueiredo, que de inmediato se presto a ayudarlo. Durante la busqueda, sin embargo, Lopo de Figueiredo descubrio una extrana correspondencia mantenida entre el duque de Braganca y los Reyes Catolicos de Castilla y Aragon. Intrigado por documentos tan insolitos, se los llevo a hurtadillas consigo y, una vez fuera, consiguio una audiencia secreta con el rey y le mostro las cartas. Don Juan II examino los manuscritos, algunos con correcciones hechas por el propio duque, y enseguida entendio que revelaban una conspiracion contra la Corona. El duque de Braganca era un aliado secreto de los Reyes Catolicos en Portugal y se comprometia a ayudar a los castellanos a invadir el pais. -Bajo la voz, como si fuese a pronunciar una palabra maldita-. Un traidor. Las cartas -prosiguio retomando el tono normal- mostraban que tambien el duque de Viseu, hermano de la reina, estaba implicado en la conspiracion, tal como la propia madre de la reina. Don Juan II mando copiar aquellos documentos y le dijo a Lopo de Figueiredo que los restituyese en el cofre de donde los habia sacado. El monarca se paso mas de un ano, entre los asuntos del Gobierno y las decisiones relativas a los descubrimientos, reuniendo datos para evaluar el alcance de la confabulacion y preparandose para desmontarla. Descubrio incluso los detalles de la manera en que los conspiradores planeaban ejecutarlo. Hasta que, un dia de mayo de 1483, mando detener y juzgar al duque de Braganca. Condenado por traicion, don Fernando II fue degollado dias despues en Evora. La conjura, no obstante, prosiguio, esta vez encabezada por el duque de Viseu. Hasta que, en 1484, don Juan II decidio poner coto definitivo a la cuestion. Mando llamar al duque, hermano de la reina, y, despues de intercambiar algunas palabras con el, el propio rey lo apunalo hasta darle muerte. Otros hidalgos implicados en la trama fueron degollados, envenenados o huyeron a Castilla. En medio de todo esto, sin embargo, hubo algo extrano. Don Juan II llamo a la corte al hermano del duque de Viseu, don Manuel. Este aparecio, temiendo por su vida; al fin y al cabo, su propio hermano habia sido ejecutado por el rey en aquel mismo lugar despues de una convocatoria semejante. Pero el desenlace fue muy diferente. Don Juan II dono a don Manuel todos los bienes del hermano al que habia matado y, hecho notable, le comunico que si su hijo don Afonso llegaba a morir sin dejar descendencia, seria don Manuel quien heredaria el poder de la Corona. Lo que, en efecto, ocurrio.

– Una historia extrana -comento Tomas, impresionado por los detalles de la intriga palaciega en plena fase de los descubrimientos-. Pero no entiendo por que razon me la esta contando.

El conde Vilarigues cruzo los brazos delante del pecho, en posicion de dominio, y alzo la ceja izquierda.

– Estimado senor -exclamo de modo condescendiente-. Asi pues, ?usted esta a cargo de una investigacion sobre Cristobal Colon y la fecha en que culmino este gran operativo de limpieza real no le dice nada?

– ?Cuando dice que ocurrio?

– Fue en 1484.

Tomas se rasco el menton, pensativo.

– Ese fue el ano en que Colon dejo Portugal y se fue a Castilla.

– ?Bingo! -respondio con entusiasmo el conde, con un brillo que bailaba en sus ojos.

El historiador se quedo un largo rato inmovil, cavilando sobre el asunto, considerando sus implicaciones, ajustando las piezas del rompecabezas. Se inclino hacia el conde y lo miro con expresion inquisitiva.

– ?Usted esta insinuando acaso que Colon formo parte de la confabulacion contra don Juan II?

– Touche.

Tomas abrio la boca, perplejo.

– Ah… -balbucio, incapaz de ordenar el torbellino de ideas que afloro a su mente-. Ah…

Al verlo privado del habla, el conde le echo una mano.

– Digame una cosa, estimado senor, ?ya se ha fijado en que existen toneladas de documentos sobre el paso de Cristobal Colon por Espana, pero, en lo que respecta a su presencia en Portugal, solo existe un enormisimo vacio? ?No hay nada de nada! ?Ni un solo documento de muestra! Lo poco que se sabe se reduce a breves referencias que dejaron Bartolome de las Casas, Hernando Colon y el propio Cristobal Colon. Nada mas. -Se encogio de hombros, simulando perplejidad-. ?Asi pues, el hombre se canso de recorrer el pais, se agoto navegando en nuestras carabelas, se caso con una noble portuguesa, deambulo por la corte, tuvo varios encuentros con el rey y no han quedado registros ni testimonios. ?Eh? ?Por que sera?

– Pues… ?lo destruyeron todo?

– Es posible, amigo. Pero tal vez la verdad sea aun mas sencilla que eso. Colon tenia otro nombre. Estamos buscando documentos con el nombre de Colon cuando, en definitiva, ellos existen, pero relativos a una persona que era conocida por otro nombre.

– ?Que…, que nombre?

– Nomina sunt odiosa.

Tomas desorbito los ojos.

– ?Como?

– Nomina sunt odiosa.

– Los nombres son impropios -tradujo Tomas, casi mecanicamente-. Ovidio.

El conde le devolvio la mirada, sorprendido.

– ?Vaya! -exclamo-. ?Que rapidez!

– El profesor Toscano me dejo esa cita de las Heroidas como primera pista para

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