desconoce cuales. Hay quien habla del descubrimiento del Arca de la Alianza y del caliz sagrado que uso Cristo para beber vino en la Ultima Cena y en el que se recogio su sangre mientras agonizaba en la cruz.

– El Santo Grial.

– Si. Y hay quien dice que los templarios tambien encontraron aqui el Santo Sudario, supuestamente la manta usada para cubrir el cuerpo de Cristo despues de la crucifixion. Son misterios que siguen sin ser desvelados y que contribuyeron a transformar el monte Moriah en un lugar mitico tambien para los cristianos.

Los dos hombres se acercaron al lugar de las oraciones. Se quedaron observando a los fieles que se lavaban las manos en una jofaina, concentrados en las abluciones para eliminar impurezas antes de irse a rezar junto al muro, y la mechitzah, que separaba la zona masculina, a la izquierda, de la femenina. Frente a la muralla, hombres de un lado y mujeres del otro balanceaban la cabeza y el tronco en una plegaria ritmada, hacia atras y hacia delante, a veces sujetando un pequeno libro en las manos.

Dieron despues media vuelta, se internaron por el rincon norte de la plaza, cogiendo la calle Hashalshelet en la esquina de la biblioteca Khalidi, donde fue sepultado el brutal emir tartaro Barka Khan, y siguieron hasta la calle David. Ya eran mas de la dos de la tarde y sintieron hambre. Chaim llevo a su invitado a un restaurante del tranquilo barrio judio. Comieron una entrada de humus, hecha con carne picada sobre pure de garbanzos y aceite, ajo y limon, y tabuleh, una mezcla de trigo sazonada con menta, perejil, cebolla, tomate y pepino, aceite y limon; de plato principal pidieron dos kebabs en pita, alinados con salsa picante harif, que el israeli rego con un vino tinto local, un Kibbutz Tsora vagamente pesado, mientras que Tomas prefirio probar la cerveza judia mas consumida por aquella zona, la Maccabee. Chaim le explico que, al contrario de los musulmanes, se alentaba a los judios a beber vino; en la fiesta de Purim, por ejemplo, se recomendaba que los judios bebiesen alcohol hasta embriagarse, estado que se consideraba cumplido cuando ya no lograban entender quien era el heroe y quien el bandido de la historia de Esther. De postre, el portugues probo una baklawa, unos pasteles finos rellenos con nueces y pistachos pasados por miel, mientras que Chaim prefirio una halvah, un dulce hecho con semillas de sesamo. La comida concluyo con un katzar, un cafe fuerte servido en recipientes de cobre.

Hicieron la digestion recorriendo tranquilamente la calle David, que separa el barrio armenio del barrio cristiano, admirando su aspecto de bazar alegre, atiborrado de tiendas de ropa, alfombras, bagatelas y estatuillas religiosas esculpidas en madera de olivo, todo lo imaginable para atraer el interes de los turistas y la devocion de los peregrinos. Poco antes de la ajetreada puerta de Jaffa y de la ciudadela giraron a la derecha en la calle Muristan, poblada de peleterias, y entraron por fin en el barrio cristiano; pasaron ante la estructura neorromantica de la iglesia del Redentor y desembocaron en el Souk El-Dabbagha, donde giraron a la izquierda hasta dar con la construccion oscura y siniestra de la iglesia del Santo Sepulcro. Un arabe se ofrecio para servir de guia, pero Tomas, presintiendo que el tipo buscaba dinero, se nego.

Cruzaron los escalones de la entrada y pasaron por debajo de las puertas arqueadas, sostenidas por pilares de marmol; giraron a la derecha y ascendieron hasta el Calvario, la gran piedra sobre la cual los romanos crucificaron a Cristo. La estructura de las dos capillas ocultaba la piedra del Calvario. La capilla latina, a la derecha, marcaba la decima y la undecima estacion, el lugar donde los verdugos clavaron a Jesus a la cruz; un arco al lado registraba el Stabat Mater, donde Maria lloro a los pies de la cruz; la capilla ortodoxa, al otro lado, senalaba el sitio donde fue alzada la cruz; dos cajas de cristal, instaladas junto al altar ortodoxo, dejaban ver la superficie irregular del Calvario surgiendo del suelo.

– ?Impresionante! -comento Tomas en voz baja, inclinandose para observar mejor la piedra donde se llevo a cabo la crucifixion-. Este es el lugar exacto donde murio Jesus.

– No es necesariamente el lugar exacto -repuso Chaim, nada impresionado con aquel lugar de culto de los cristianos.

– ?No?

– ?Se acuerda de que hablamos de Constantino, el emperador del Imperio romano de Oriente que se convirtio al cristianismo?

– Si.

– Constantino convoco en el ano 325 un concilio ecumenico para discutir la naturaleza de la Santisima Trinidad. Estaba presente en ese concilio el patriarca de Jerusalen, el obispo Macario, que convencio a la madre de Constantino, Helena, para que viniese a Tierra Santa a identificar los descuidados lugares por donde Cristo paso. Helena vino y localizo, por aproximacion, la gruta donde nacio Jesus, en Belen, y la gruta del monte de los Olivos, en la cual profetizo la destruccion de Jerusalen. La madre de Constantino llego a la conclusion de que el Golgota, la gran roca donde Cristo fue crucificado, se encontraba por debajo de los templos paganos construidos por Adriano, emperador de Roma, doscientos anos antes, en el noroeste de la ciudad vieja.

– ?Golgota?

– Es el nombre hebreo de la piedra, significa «El lugar de la calavera». En latin es Calvario -vacilo-. ?Por donde iba?

– Por el momento en que Helena descubrio que el Calvario se encontraba debajo de los templos romanos.

– Bien. Hizo demoler esos templos, destruyo parte de la piedra que se encontraba por debajo y edifico una basilica en este lugar. Helena determino, de manera arbitraria, cuales eran los lugares exactos donde Jesus se preparo para la ejecucion, donde fue clavado a la cruz y donde esta fue alzada, es decir, la decima, la undecima y la duodecima estacion. Pero lo que hizo fue mera conjetura y la verdad es que no hay certidumbre absoluta de que esta piedra, que se situa por debajo de la basilica, sea realmente el Golgota, aunque todo indique que si. Se sabe por los Evangelios que Cristo fue crucificado en una piedra situada fuera de las antiguas murallas de la ciudad, al pie de un pequeno monte con grutas usadas como catacumbas, y todo lo que se puede decir es que las investigaciones arqueologicas revelan que este lugar corresponde exactamente a esa descripcion.

Aun tuvieron tiempo de ponerse en la fila para entrar en el Santo Sepulcro, la parte de la catacumba donde se deposito supuestamente el cuerpo de Cristo despues de su muerte y que ahora estaba protegido dentro de un santuario erigido en pleno centro de la Rotunda, el majestuoso salon circular construido en estilo romano justo por debajo de la gran cupula blanca y dorada de la basilica, con sus pasajes arqueados, en el patio y en la primera planta, rodeando la pequena estructura funebre. Chaim, como buen judio, no quiso entrar, prefirio quedarse admirando el Catholikon, la cupula vecina que cubria la nave central de la iglesia de los Cruzados y que la Iglesia ortodoxa consideraba el centro del mundo; cuando llego su vez en la fila, Tomas bajo la cabeza, traspuso el pequeno pasaje y observo la camara calurosa y humeda del Santo Sepulcro; miro con inesperado respeto la losa de marmol que cubria el sitio donde se supone que estuvo extendido el cuerpo de Jesus y contemplo los bajorrelieves que decoraban la claustrofobica cripta mortuoria y reproducian una escena de la Resurreccion. Solo se quedo alli unos segundos, tan grande era la presion para que, saliendo, dejase entrar a los que se encontraban atras, esperando en la fila; a la salida, el israeli lo esperaba con la muneca extendida, mostrando el reloj, y le indico la hora.

– Son las cuatro y media de la tarde -dijo-. Tenemos que volver.

El cuerpo voluminoso de Solomon Ben-Porat se encontraba de espaldas a la puerta, con el solideo muy visible en su cabeza calva, conversando con un hombre delgado y huesudo, de ojos pequenos, luenga barba negra y puntiaguda, vestido con un bekeshe, un sombrio traje jasidico. El rabino sintio la presencia de los dos recien llegados y se volvio en la silla, con una sonrisa de satisfaccion que dejaba entrever su abundante barba gris.

– ?Ah! -exclamo-. Ma shlomcha?

– Tov -respondio Chaim.

– Entren, entren -los invito Solomon en ingles y haciendo bailotear los dedos de su mano izquierda-. Profesor Noronha -dijo en voz muy alta acentuando mucho las erres, como siempre: «Prrrofesorrr Noronha», y se volvio hacia el hombre sentado a su derecha-. Permitame que le presente a un amigo, el rabino Abraham Hurewitz.

El hombre delgado se levanto y saludo a Tomas y a Chaim.

– Yom tov -dijo dando las buenas tardes.

– El rabino Hurewitz ha venido a echarme una mano -explico Solomon, mientras se acariciaba distraidamente su barba blanca-. ?Sabe? He estado estudiando los documentos que me dio y he hecho algunas llamadas a unos amigos. He descubierto que el rabino Hurewitz habia estudiado hace tiempo los textos de Cristobal Colon, en

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