– Segun he podido deducir de nuestra breve conversacion telefonica, usted consiguio ponerse en contacto conmigo gracias a unas notas que dejo el difunto profesor Toscano.
– Asi es.
– Y esos datos se encontraban entre unos documentos relacionados con Cristobal Colon.
– Exacto.
El conde suspiro y se quedo un instante mirando al historiador, como si estuviese sumergido en un debate interno, sopesando los pros y los contras de su decision acerca de lo que iba a comunicarle.
– ?Usted esta familiarizado con la investigacion en la que estaba inmerso el profesor Toscano? -pregunto en un claro intento de tantear el terreno y poner a prueba a Tomas.
– Sin duda -confirmo el historiador. El conde se quedo callado, como si esperase mas, y Tomas se dio cuenta de que tendria que demostrarle que realmente estaba comprometido en el proyecto-. El profesor Toscano creia que Colon no era genoves, sino un marrano, un judio portugues.
– ?Y para que quiere usted retomar esa investigacion?
No eran preguntas inocentes, presintio Tomas. Era una prueba. Tendria que actuar con cautela si queria obtener informaciones de ese enigmatico personaje; cualquier respuesta errada significaria cerrar una puerta.
– Soy profesor de historia en la Universidad Nova de Lisboa y he estado en casa de la viuda viendo los documentos que dejo el profesor Toscano. Creo que puede generar un texto de investigacion excepcional, capaz de revolucionar todo lo que sabemos sobre los descubrimientos.
El conde hizo una larga pausa, taciturno; con los ojos fijos en Tomas, como si quisiese escrutar su alma, formulo una pregunta.
– ?Ha oido hablar de la fundacion de los estadounidenses?
El modo de hacer la pregunta puso a Tomas en alerta. Esta era, por algun motivo que no lograba desvelar, la mas importante de todas las preguntas, la que determinaria la cooperacion del conde o la anularia sin remedio. Apoyado en la reaccion de la viuda ante el nombre de la fundacion que financiaba la investigacion, el historiador presintio que seria mejor que su vinculo con Moliarti se quedase en la sombra. Por lo menos por ahora.
Se escucho a si mismo preguntando:
– ?Que fundacion?
El conde siguio mirandolo fijamente; Tomas le devolvio la mirada, intentando parecer sincero.
– No importa -acabo diciendo su interlocutor, en apariencia satisfecho con la respuesta. Movio la cabeza recorriendo la plaza con la vista, alzo los ojos hacia el monte y sonrio, relajandose-. ?Usted ya ha visitado el castillo y el convento de Tomar?
Tomas siguio su mirada y observo las murallas recortadas por encima del verdor, en el extremo del monte que dominaba la ciudad.
– ?El castillo y el… convento? Si, claro, ya he ido, pero hace mucho tiempo.
– Entonces venga -dijo a modo de invitacion el conde, indicandole que lo siguiese.
Cruzaron la plaza y se internaron por las pintorescas callejuelas laterales empedradas, decoradas con tiestos de colores colgados de los balcones. Llegaron hasta un enorme Mercedes negro, aparcado junto a un muro blanco que se prolongaba hasta la vieja sinagoga. El conde Vilarigues se sento al volante y, con Tomas a su lado, puso el automovil en marcha y circulo por las apacibles calles de Tomar.
– ?Ya ha oido hablar de la Ordo Militaris Christi? -pregunto el conde, mirando de reojo a su pasajero.
– ?La Orden Militar de Cristo?
– No, la Ordo Militaris Christi.
– No, de esa nunca he oido hablar.
– Yo soy gran maestre de la Ordo Militaris Christi, la institucion heredera de la Orden Militar de Cristo.
Tomas fruncio el entrecejo, intrigado.
– ?Heredera de la Orden Militar de Cristo? Pero la Orden de Cristo ya no existe…
– Justamente por eso la Ordo Militaris Christi es su heredera. En realidad, cuando se disgrego la Orden Militar de Cristo, algunos caballeros, disconformes con la decision, decidieron perpetuarla y formaron la Ordo Militaris Christi, una organizacion secreta, con reglas propias, cuya existencia solo conocen algunos. Un punado de nobles, descendientes de los viejos caballeros de la Orden Militar de Cristo, se reune todas las primaveras en Tomar, bajo mi direccion, para renovar las antiguas costumbres y registrar la tradicion oral de los secretos nunca revelados. Puede decirse que somos los custodios de los ultimos misterios de la Orden de Cristo.
– Mire, desconocia…
– ?Y que sabe usted sobre la Orden de Cristo?
– Algunas cosas, pero no mucho. Vera, soy historiador, pero mi especialidad es el criptoanalisis y las lenguas antiguas, no la Edad Media ni los descubrimientos. Digamos que vine a parar a esta investigacion…, pues…, por casualidad…, eh… porque conocia al profesor Toscano, no porque este sea mi ambito natural de interes.
El coche llego a una pequena bifurcacion, adornada con una estatua del infante don Henrique en el centro, giro a la derecha y abandono las arterias de la ciudad, internandose en los caminos verdes y ascendentes de la Mata dos Sete Montes, la carretera que serpenteaba por la ladera, a la sombra de las alamedas vigorosas, rumbo a las viejas murallas.
– Entonces permitame que le cuente la historia desde el principio -propuso el conde Vilarigues-. Cuando los musulmanes prohibieron a los cristianos el acceso a la ciudad santa de Jerusalen, sono un grito de protesta por toda Europa y se emprendieron las Cruzadas. Jerusalen fue conquistada en 1099 y la cristiandad se impuso en Tierra Santa. El problema es que, con el regreso de muchos cruzados a Europa, los desplazamientos de los peregrinos cristianos a Jerusalen se hicieron muy peligrosos; no habia nadie que los defendiese. Fue en ese momento cuando aparecieron dos nuevas ordenes militares. La Orden de los Hospitalarios, consagrada a ayudar a los enfermos y a los heridos, y una milicia creada por solo nueve caballeros y que se dedico a vigilar las vias usadas por los peregrinos. Aunque fuesen solo nueve, estos hombres lograron realmente que los caminos se volviesen mucho mas seguros. Como recompensa, se les ofrecio, como residencia permanente, la mezquita de Al Aqsa, situada en la cima del monte Moriah, en Jerusalen, justamente el sitio donde antes se alzaba el legendario Templo de Salomon. Nacio asi la Orden de los Caballeros del Templo de Salomon. -Hizo una pausa-. Los templarios.
– Historia mil veces contada.
– Sin duda. Es una historia tan extraordinaria que atrajo la imaginacion de toda Europa. Se dice que, registrando los restos abandonados del Templo de Salomon, los templarios habrian encontrado reliquias preciosas, secretos eternos, objetos divinos. El Santo Grial. Sea a causa de esos misterios, o simplemente gracias a su ingenio y persistencia, la verdad es que los templarios crecieron y se diseminaron por Europa.
– Y llegaron a Portugal.
– Si. La orden se instituyo formalmente en 1119 y, pocos anos despues, llegaron aqui. Esta ciudad de Tomar, conquistada a los moros en 1147, fue donada en 1159 por el primer rey de Portugal, don Afonso Henriques, a los templarios, quienes, dirigidos por don Gualdim Pais, construyeron el castillo al ano siguiente.
El Mercedes doblo la ultima curva y desemboco en un pequeno aparcamiento; se trataba de un espacio protegido entre arboles y dominado por la maciza Torre de Menagem, que se destacaba por detras de las altas murallas del castillo templario, enormes muros de piedra recortados en el cielo azul por el entramado de las almenas. Dejaron el automovil a la sombra de unos pinos altos y siguieron por el suelo empedrado que circundaba las murallas de la torre, la Alcagova, en direccion a la imponente Porta do Sol; por momentos, le dio la impresion de haber viajado a la Edad Media, a un tiempo rustico, simple, perdido en la memoria de los siglos y del cual solo quedaban aquellas orgullosas ruinas. Un rudo muro dentado por solidas almenas se extendia a la izquierda, bordeando el camino y delimitando el bosque denso; las hojas de los arboles se agitaban al viento por la ladera del monte, las ramas parecian bailar al ritmo de una suave melodia natural, mecidas tal vez por el animado trisar de las recien llegadas golondrinas y por el permanente trinar de los alegres ruisenores, a los cuales respondian las cigarras con agudos chirridos y las abejas con un zumbar laborioso, golosas en torno a las flores coloridas que asomaban entre el verdor. El lado derecho del camino se mantenia en un silencio seco, vacio, por esa parte solo se elevaba una arida ladera de piedras, en el extremo de las cuales imperaba el castillo, cual senor feudal, altivo y arrogante.
– Asi que este es el castillo de los templarios -comento Tomas, contemplando las viejas murallas.
– Asi es. Los templarios recibieron muchas tierras en Portugal por los servicios prestados en combate,
