El soldado desaparecio. Afonso distribuyo el grupo por el lugar, puso a dos hombres para que vigilasen el sector inmediatamente enfrente, con el fin de prevenir sorpresas, y a los restantes en el lado izquierdo. El soldado regreso entre tanto con un periscopio que, a pesar de su nombre pomposo, no era mas que un palo con un espejo en la punta. Afonso lo levanto por encima del parapeto para observar mejor Tilleloy Sur. Al principio no detecto ningun movimiento, pero los destellos blancos que acompanaron una rafaga enemiga le revelaron una ametralladora alemana camuflada junto a la base de un tronco de arbol, con el canon apuntando en su direccion.

– Joaquim -llamo.

El ordenanza se acerco.

– Mi capitan.

– ?Estas viendo ese tronco? -pregunto, mostrandole la imagen en el espejo del periscopio.

Joaquim miro y vio el tronco.

– Si, mi capitan.

– Ve al puesto de senales y pide a la artilleria que destruya el tronco -instruyo-. Cuando los canones abran fuego, quiero que tambien dos Vickers disparen ininterrumpidamente sobre el tronco. ?Entendido?

– Si, mi capitan.

– Entonces ve deprisa antes de que ellos salgan de alli.

Joaquim echo a correr por la trinchera y desaparecio en la primera curva. Afonso volvio al periscopio para observar Tilleloy Sur. Habia detonaciones sucesivas de granadas incluso delante de la linea del frente: era la artilleria del CEO cumpliendo con su reciente indicacion e intentando aislar a los alemanes que habian entrado en la trinchera portuguesa.

Pasados unos minutos mas, Afonso vio a grupos de alemanes que intentaban saltar el parapeto para regresar a las lineas enemigas.

– Capturen a esos boches -ordeno a sus hombres.

Los soldados dispararon inmediatamente las Lee-Enfield, Matias se levanto, apunto la Lewis sobre el parapeto y, a pesar de la incomodidad de la posicion y de los doce kilos de peso de la ametralladora, solto algunas rafagas. Los alemanes que pretendian escapar desistieron momentaneamente, asustados por la atencion que habian atraido, pero la accion tuvo un precio. La ametralladora alemana escondida junto al tronco abrio fuego, las balas cayeron en la posicion portuguesa, muchas silbando, algunas dando en los sacos de arena, en el barro y hasta en el parapeto; una alcanzo a Baltazar, quien cayo en el suelo agarrandose la mejilla izquierda. Los companeros lo rodearon y comprobaron que tenia la piel rasgada junto a la oreja, una herida de la que broto tanta sangre que, en rigor, era desproporcionada con respecto a la gravedad del dano.

Vicente, el Manitas, presto los primeros auxilios a Baltazar, vendandole la herida, y Afonso aprovecho la pausa para explicar la tactica que adoptarian.

– Oigan bien -los interpelo-. Nadie se va a burlar de la gente de Braga. Cuando las granadas comiencen a caer sobre la ametralladora de los boches, avanzamos trinchera arriba y barremos todo lo que nos aparezca por delante, ?entendido?

Los hombres asintieron con un gesto de la cabeza, pero solo Matias, el Grande, parecia realmente motivado y empenado en llevar a cabo el golpe de mano. Afonso lo intuyo y lo encaro, midiendo su corpachon enorme y su actitud resuelta.

– ?Usted quien es?

– 216 .

– El nombre, hombre.

– Matias Silva, mi capitan.

– Pues bien, Matias -le dijo-, usted parece tener fuerza suficiente para llevar la ametralladora por las trincheras. Recargue inmediatamente la «Luisa» y, cuando yo le diga, avance conmigo disparando rafagas sobre los boches, ?esta claro?

– Muy bien, mi capitan.

– El resto del personal que prepare las bayonetas.

– ?Yo tambien, mi capitan? -pregunto Baltazar, el Viejo, con la mano sobre la oreja envuelta en una venda.

– Claro -repuso prontamente el capitan-. No quiero mariconerias aqui, en el 8. Que yo sepa, un aranazo en la oreja no le impide a nadie combatir.

Matias coloco un nuevo disco de balas en la Lewis, levanto la ametralladora y la apoyo verticalmente en la pared de la trinchera para que despues le resultara mas facil cogerla y salir a tiros. Los otros hombres, incluido Baltazar, encajaron las bayonetas debajo del canon de las Lee-Enfield.

Afonso volvio al periscopio y se quedo observando Tilleloy Sur. De repente, en medio del fragor de la artilleria, comenzaron a alzarse nubes de humo y barro en torno al tronco donde estaba la ametralladora alemana emboscada y, acto seguido, las Vickers portuguesas abrieron fuego sobre la posicion enemiga. Joaquim habia comunicado bien las instrucciones de Afonso.

– Ya estan neutralizando la ametralladora -dijo Afonso sin apartar los ojos del periscopio. Despues de un breve instante, dejo el instrumento en el suelo y se volvio hacia los hombres-. Vamos.

Matias, el Grande, agarro la pesada Lewis, sus musculos macizos se tensaron por el esfuerzo, respiro hondo y se lanzo corriendo por la trinchera, sujetando el arma en ristre con sus enormes brazos, mientras Afonso avanzaba junto a el con la pistola en una mano y una Mills en la otra. Llegaron a la linea del frente e inspeccionaron los dos lados, a derecha y a izquierda, y no vieron a nadie.

– Limpia -dijo Matias.

– Usted ahi -indico Afonso, senalando a Baltazar-. Quedese vigilando el ala derecha para que no nos sorprendan por detras.

Baltazar, el Viejo, se aposto como centinela a la derecha y los ocho hombres restantes giraron por la izquierda en direccion a Tilleloy Sur, mientras Matias seguia con la Lewis apuntada hacia delante zigzagueando por la linea.

Un bulto surgio del humo en la trinchera y el portugues no vacilo, solo podia ser un aleman, abrio fuego con la ametralladora y derribo al bulto, los hombres del CEP siguieron mas alla del cuerpo del enemigo caido en el suelo, y Matias volvio a disparar con la Lewis contra la espesa cortina de humo, donde aparecio un segundo aleman que levanto las manos en senal de rendicion gritando «Kamerad». Matias no lo dejo seguir con una nueva rafaga, silbaban proyectiles por todas partes. En plena confusion, los alemanes pensaron que era un contraataque de gran envergadura, habian perdido momentos antes la ametralladora y oian ahora a soldados portugueses acercandose desde la posicion donde se encontraban, asi que saltaron todos por el parapeto, desafiaron temerariamente las granadas del CEP que alzaban penachos de humo y hierro en la Tierra de Nadie y se sumergieron entre las nubes de guerra que se cernian entre las lineas enemigas.

Los portugueses se quedaron mirando a los alemanes correr de regreso a sus posiciones. Sabrian despues que varios companeros del 29 habian sido hechos prisioneros, pero nunca llegarian a saber que era ese el verdadero objetivo de aquel asalto aleman: coger prisioneros portugueses para obtener informaciones que facilitasen la planificacion de la ofensiva de la primavera, decidida once dias antes, en Mons, por el consejo de guerra enemigo. En el parapeto, el unico soldado portugues que aun disparaba a los alemanes en fuga era Matias, el Grande. Afonso le indico con una sena que parase cuando se hizo evidente que los alemanes ya estaban demasiado lejos y seria dificil alcanzarlos en movimiento, pero Matias lo ignoro, mantuvo el dedo furiosamente apretado en el gatillo y asi siguio mientras vio enemigos delante y aun despues de que los perdiera de vista. El capitan quedo sorprendido por la furia del soldado y la atribuyo erradamente a cualidades innatas de guerrero. Lo que Afonso no sabia, no podia saber, era que, aquel dia, Matias tenia que vengar a un amigo de la infancia.

Capitulo 5

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