destinada a eso…
No parecia extranarle el que hubiera salido del confesionario por el lado reservado al cura.
– Gracias por la informacion -repuso Elena-. Debi leer mal el folleto.
– De nada, querida. ?Quieres que recemos juntas hasta el toque de sexta?
– Con mucho gusto, senora.
– A lo mejor te apetece ayudarnos esta tarde a decorar el paso para la procesion de manana…
– Sera un honor.
?Que pensaria Bernal, se dijo Elena para si, si la viese arrodillada con la tragasantos de su esposa ante la recargada imagen de Nuestra Senora de la Palma, cuyos ropajes, entretejidos de oro y plata, resplandecian a la calida luz de las velas? En su recogimiento, ninguna de ambas mujeres reparo en la recelosa y severa observacion de que les hacia objeto sor Serena tras el enrejado de la galeria existente sobre la entrada de la capilla.
Concluida su visita a la base de Rota, Bernal, de regreso hacia la sala de operaciones gaditana, dejo al contraalmirante Soto en San Fernando. Al llegar el comisario a su destino, Navarro le saludo con un parte de las noticias recibidas.
– Angel ha llamado desde Jerez para decir que los cuatro marroquies han salido en una avioneta; segun las autoridades del aeropuerto, con destino a Rabat.
– Haz venir a Angel, Paco. Quiero que proteja a Elena en el convento. No me gustan los riesgos que correria si los conjurados descubriesen su mision.
– ?Y como le metemos alli, jefe? ?Con que pretexto?
– De momento, buscale hospedaje en una casa que de frente al convento, desde donde pueda seguir las idas y venidas del coronel y el capitan confabulados con el prior, y a ser posible, fotografiarles. Hay que descubrir quienes son, y vigilarles discretamente.
– Vale, jefe. Quedo en llamarme dentro de un rato, desde Rota, para recibir instrucciones. La otra noticia es que Miranda y Lista han encontrado una referencia a «Melkart» en esa vieja historia de Cadiz. Como por desgracia el libro no lleva indice, tuvieron que tragarse todo el texto. Lista se fue luego a la biblioteca de la facultad para consultar la
– Que entren, Paco. Estoy impaciente por conocer el resultado.
– No se por que presiento, jefe, que no nos va a servir de mucho.
Miranda, hombre de aspecto estudioso, y timido por lo regular, entro con un fajo de notas, seguido por Lista, que llevaba los dos ejemplares que habian conseguido del libro de Castro.
– Aqui tienes lo que hemos podido sacar en claro hasta ahora, jefe -dijo Miranda-. Melqart, que al parecer significaba «rey de la ciudad», fue un dios que los sirios de Tiro adoraron en el siglo septimo antes de Jesucristo. Mas tarde se le relaciono con el heroe griego Heracles, y los cartagineses, convirtiendole en el Hercules Tirio, le levantaron templos, uno de ellos situado aqui, en Cadiz, donde, segun la leyenda, le rindieron culto tanto Alejandro el Magno como Julio Cesar.
– ?Y se sabe, Miranda, donde se encontraba ese templo?
– En la isla de Sancti Petri, que en la epoca romana se llamo Heradeum. Eritrea, o Euriteia, era el nombre de la isla o promontorio que ocupa hoy el casco antiguo de Cadiz. Los griegos la llamaron tambien Afrodisia, y dedicaron un templo a Venus. Durante el imperio romano hubo otro, consagrado a Juno.
– No veo a donde nos conduce todo esto -comento Navarro-. A lo mejor «Melkart» es un anagrama que nada tiene que ver con el Hercules Tirio.
– Son demasiadas coincidencias, Paco -objeto Bernal-, en particular teniendo en cuenta que el mensaje interceptado tambien mencionaba una «Eritrea». Mira a ver si puedes ponerme al habla con el inspector Ibanez, del Registro Central de Madrid.
Mientras aguardaba la comunicacion, Bernal siguio sopesando el contenido de las notas de Miranda y Lista. Como el primero le pidiese nuevas instrucciones, dijo:
– Llegate a ver a ese arabista de la facultad, el biznieto del historiador Castro. Tiene que haber descubierto algo a estas alturas.
Lo primero que Bernal le pregunto a Ibanez, cuando Navarro le paso la llamada, fue que hacia trabajando en Semana Santa.
– Tengo previsto escaparme unos dias a partir del jueves. Luis, pero es que estos nuevos programas del ordenador nos traen locos. Aunque va a resultar un gran sistema, cuando le cojamos el tranquillo.
– Queria pedirte un favor, Esteban: que me consultases en tu pantalla el nombre de «Melkart» -se lo deletreo-. La K tambien podria ser una Q. No se si se trata de un anagrama, de un nombre cifrado o de un codigo de llamada. Pero algo me dice que es de origen norteafricano, probablemente marroqui. Podria ser una organizacion del estilo del Frente Polisario. En el mismo radiomensaje que interceptamos aparecia la palabra «Eritrea», o «Euriteia». ?Quieres consultarla en la seccion internacional? Muy agradecido -y le dio el numero de telefono de la sala de operaciones de Cadiz.
Volviendose entonces hacia Navarro, le dijo:
– Si te apetece una excursion maritima esta tarde, Paco, Soto y yo vamos a dar un paseo en una patrullera.
– No, gracias, jefe: soy un mal marino. Pero no hay inconveniente en que te acompane Lista.
– Esperemos que se le de bien el localizar ballenas -respondio Bernal enigmaticamente.
Por suerte el mar esta tranquilo y luce el sol, penso Bernal mientras subia con Lista a la patrullera que el contraalmirante Soto habia puesto a su disposicion. Soto se presento al teniente que mandaba el navio, y en seguida desatracaron del pequeno muelle que tenia la base en Torre Gorda. Acababa de producirse la pleamar de la tarde, y el comisario se pregunto si el sagrado flujo se habria materializado a tiempo en el Convento de la Palma. Decidio consultar a los expertos locales a proposito de aquel extrano fenomeno.
Soto habia ordenado que en la caseta del timon instalasen, en un tripode, unos potentes prismaticos que permitirian a Bernal reconocer la costa. Le habian procurado asimismo una carta de bajios y corrientes, junto con mapas del Instituto Geografico y Catastral correspondientes a la zona costera que iba de Chipiona a la desembocadura del Guadalquivir, por el noroeste y, en la direccion opuesta, hasta el Penon de Gibraltar.
– Cuando enfilemos hacia el sur, contraalmirante, me gustaria pasar entre la isla de Sancti Petri y la boca del canal.
– Se lo dire asi al teniente. Y cuando quiera reducir la marcha o pararse para examinar mas despacio la costa, aviseme.
– ?Podria esta patrullera remontar el canal, o es demasiado poco el calado?
– Si lo desea, podemos navegarlo hasta San Fernando y La Carraca.
– Vamos a entrar solo un poco: digamos, hasta la antigua almadraba, la pesqueria de atun. Solo quiero sacar una impresion del acceso por mar.
El barco, capaz de desarrollar una velocidad de casi veinte nudos, costeo raudamente, siguiendo las dunas que desde Torre Gorda se extendian, hacia el sudeste, hasta Sancti Petri. No vieron nada de interes hasta alcanzar la punta septentrional de la isla, donde Bernal pidio que redujesen la marcha e inspecciono sus contornos con ayuda de los prismaticos fijos, mientras Lista y el contraalmirante escudrinaban la rocosa costa sirviendose de gemelos corrientes. Localizaron las ruinas del castillo y el faro automatico que se levantaba detras.
Poco mas tarde alcanzaron la entrada del canal, que discurria en arco hacia San Fernando, y la patrullera enfilo con precaucion la estrecha boca. Avistaron, a la derecha, los desiertos barracones militares y el embarcadero bajo cuyas tablas habia aparecido ahorcado el sargento Ramos. Saludaron con la mano a la pareja de la Guardia Civil que estaba de vigilancia alli, y penetraron en el canal.
Bernal advirtio en seguida el cambio que registraba el panorama en las salinas, donde se tornaba desolado y amenazador. Las extensiones de barro gris se veian interrumpidas tan solo por algun que otro canaveral poblado de aves marinas, que incomodadas por el paso de la embarcacion, trocaron en agudos gritos de protesta las voces con que llamaban a los companeros. Recorridos los primeros trescientos cincuenta metros, divisaron la mole de la abandonada almadraba, en que se habian preparado durante siglos las capturas de atun. Mas alla, donde se estrechaba el curso de agua, Bernal vio, hacia el norte, un edificio que coronaba una elevacion. Senalandolo, pregunto:
– ?Que es aquello, Soto?
– La ermita del Cerro, aunque reconozco que cerro es mucho decir. Nadie la visita ya.