– ?Puede explicarnos como se hicieron con las llaves de la verja de La Caleta y de la puerta metalica que comunica con la sacristia? -le presiono Bernal.
Como el prior sacudiese la cabeza, Bernal hizo una sena a Navarro, que puso en marcha la cinta en que Elena habia grabado su conversacion con los conspiradores. El padre Sanandres dejo caer la cabeza, y en seguida se avino a prestar una declaracion completa, con la que Bernal se proponia confrontar a los dos oficiales.
Pelaez llego al amanecer, con aspecto cansado y triunfal, y le entrego a Bernal el informe de la autopsia.
– Ahi lo tiene. La monja se ahogo. Cuando la examine, llevaba muerta entre tres horas y tres horas y media.
– ?Algun indicio de violencia?
– Unas magulladuras en un lado de la cabeza y en los nudillos. Probablemente ocasionadas en el momento de la muerte.
– ?La asesinaron?
– No lo creo. Pudo caer al pozo por un accidente. Se ahogo en agua dulce, eso es seguro. Habia perdido un tacon del zapato, que Varga ha encontrado entre las piedras del suelo, junto al pozo, y tenia descosido el dobladillo del habito. Habia unos hilos prendidos en el tacon. Es posible que se asomase al pozo, se pisara el dobladillo y cayera de cabeza.
– Era muy fisgona -dijo Bernal-. Pero aun asi, necesito saber quien golpeo a Elena.
– Yo voy ahora a la Residencia Sanitaria, a reconocerla. Pero dudo que le haga mucha gracia el que Varga la examine con la lupa.
Al despertar el sabado por la manana en su habitacion del hotel, Bernal, que habia conseguido dormir un par de horas, se encontro a su esposa sentada en la cama vecina, con los pies en un bano de mostaza y agua caliente y pasando el rosario. Como se incorporase el con un grunido, Eugenia interrumpio sus rezos y le miro.
– ?Te apetece un cafe, Luis?
– Si, gracias. ?Quieres pedirle a la telefonista que lo encargue? -Se sento en el borde de la cama, encendio un Kaiser y se aflojo el cuello de la camisa.
– ?Que ocurrio anoche, Luis? ?Que hicisteis con el padre Sanandres?
– Le llevamos detenido a jefatura. Ha confesado abiertamente su implicacion en el complot de los oficiales.
– ?Y sor Serena?
– Muerta. La encontramos ahogada en el pozo de la cueva.
Eugenia se persigno varias veces, con expresion aterrada, y agito el rosario. Pasado un instante, pregunto por sor Encarnacion.
– Los hombres de Fragela la encontraron encerrada en su celda, con un triste mendrugo y una botella de agua. Se la llevaron a la Residencia Sanitaria. Esta en el mismo pabellon que Elena Fernandez.
– ?Que le paso a tu inspectora?
– Le dieron un golpe en la cabeza, y no consigo averiguar quien lo hizo.
– Aunque hablar mal de un difunto sea poco caritativo, ?no crees que pudo ser sor Serena? -apunto Eugenia, no sin persignarse una vez mas-. Era una fanatica y entrometida. A la senorita Fernandez la perseguia por todo el convento. Sospechaba, creo yo, que era una espia.
– Quiza aciertes, Genita. Pero ?con que la golpeo? Eso es lo que me intriga.
En ese preciso momento sono el telefono, y Bernal cruzo hacia la mesilla mas proxima a la ventana, para atender la llamada. Eugenia, a todo eso, continuaba frotandose los lacerados pies en la jofaina de agua caliente con mostaza.
– ?Eres tu, Luchi? -pregunto la autora de la llamada-. ?O sea que sigues en Cadiz?
Bernal lanzo una subrepticia mirada hacia su esposa, de cuya espalda, mas tiesa que un huso, solo le separaba el ancho de la cama.
– Si, eso me temo; aunque una parte del caso ya esta resuelta -contesto lo mas sucintamente que pudo.
– Yo he seguido los breves informes que da la prensa de Canarias; y para mi, por lo que he leido entre lineas, el submarinista muerto era marroqui, y todo ese asunto tiene que ver con Ceuta y Melilla, ?no?
– Excelente, inspector; su deduccion es correcta -repuso Bernal con una risa forzada.
– Me parece que no estas solo ahi, Luchi -dijo Consuelo en tono desconcertado-, o no me dirias esas cosas tan raras ni me llamarias «inspector». ?Esta Eugenia contigo?
– De nuevo acierta usted, y por ese lado no hay novedades que senalar. Le telefoneare tan pronto como regrese a Madrid.
– De acuerdo, Luchi. Yo solo te llamaba para decirte que ya he empezado a trabajar en el banco, y que alli todos se muestran muy amables conmigo. Muchos besos.
– Lo mismo digo. Le llamare pronto.
Colgando el auricular, Bernal alcanzo maquinalmente un Kaiser y abrio una de las carpetas oficiales que tenia amontonadas en la mesa proxima al balcon, cubierta por un tapete de encaje de bolillos.
Todavia de espaldas a el, Eugenia dijo en tono seco incisivo:
– Luis, si la que llamaba era esa nina pindonga con quien tienes la pretension de escaparte, espero que le hayas dicho muy clarito que no hay ni la menor posibilidad de que tu y yo nos divorciemos.
Habia olvidado por un momento lo agudo que tenia su esposa el oido.
– Mira, Genita -suspiro-, si te parece, dejemos ese asunto hasta que yo haya terminado este caso y estemos de vuelta en Madrid.
– No veo llegada la hora de volver. A ver si me consigues plaza en el correo de esta noche… en tercera, claro. Ya sabes el malestar que me causan estos hoteles caros. No nos cobraran suplemento por haber dormido yo aqui esta noche, ?verdad?
– No lo se, pero supongo que al ministerio no le importara apoquinar al menos lo de tu lavatorio de mostaza.
Tirando sin poder de su cuerpo, Bernal se presento a las diez en la sala de operaciones y le pregunto al inspector Navarro, de ojos cargados de sueno, que novedades habia.
– Madrid ha ordenado que les enviemos a los cuatro oficiales, con una escolta armada. El CESID se hara cargo del interrogarlo.
– ?Y el padre Sanandres?
– Han dicho que le retengamos aqui, jefe.
– ?Alguna noticia de Chiclana?
– Lista y Miranda han pasado el parte esta manana. Desde ayer, cuando aparecieron los dos arabes del Cadillac, ninguna actividad.
– No estoy seguro, Paco, de que sea prudente dejar que acudan hoy a su cita del cabo Roche. Yo propondria atraparlos en su escondrijo de ahora. Tendre que acercarme a San Fernando y consultar con Soto.
Camino de San Fernando por la via Augusta Julia, Bernal, viendo una fragata que cruzaba lentamente la bahia interior hacia el puente nuevo, se la senalo al chofer de la policia y dijo:
– El puente se abre al paso de los barcos, ?no?
– Si, se levanta por el medio, comisario, en dos brazos.
Mira por donde…, penso Bernal.
Las calles de San Fernando bullian de marineros que se reintegraban a sus puestos, y en la Capitania General, cuando Soto les recibio, reinaba un ambiente de tiempo de guerra.
– Tengo una noticia que le contentara, Bernal. La JUJEM ha dado su aprobacion: la flota zarpara esta noche hacia Ceuta, y los barcos fondeados en Cartagena saldran hacia Melilla y Alhucemas. Manana llegaran a Cadiz barcos de refuerzo de El Ferrol.
– Me gustaria que pusiesen un reten numeroso en el nuevo puente de la bahia, Soto.
– ?En el de Jose Leon de Carranza? ?Por que?
– Los barcos de gran tamano no pueden pasar por ahi sin que lo levanten, ?no es asi? -dijo Bernal. Soto asintio-. En tal caso, se trata de un punto vulnerable. Hay que poner guardia en las torres de maniobras y en los