dentadura? Supongo que Pelaez, si consiguen que se ocupe del caso, sacara radiografias de la cavidad bucal y de los senos maxilares. En ocasiones, una enfermedad o una operacion previas ayudan a establecer la identidad a base de los expedientes medicos.

– Los peces terminaron por completo con las yemas de los dedos, de modo que no podemos sacar huellas dactilares ni dermicas.

– Como ultimo recurso, podrian orientarse por un grafico hematico, por cicatrices o por deformaciones profesionales. ?Estan seguros de que era espanol?

– No, no tenemos manera de saberlo. A juzgar por la forma de la cabeza, la tez y la constitucion, podria ser latino o eslavo.

– Le aconsejo que deje la decision a Pelaez; en cabezas, es un genio.

4 DE ABRIL, DOMINGO

Cuando a la manana siguiente regreso a la calle de la Concepcion para acudir a la cita con su mujer, al comisario Bernal le sorprendio ver una larguisima cola de mujeres, unas jovenes y otras ya maduras, que en su mayor parte vestian el morado de los penitentes y lucian colgados del cuello escapularios con marco de plata; todas ellas llevaban en la mano una vacia botella de agua. Segun se acercaba, no sin cierta aprension, a la cabecera de la fila, Bernal advirtio que era objeto de atencion y comentarios crecientes. Y quedo atonito ante la variedad de los rostros vueltos hacia el: tartesios, fenicios, cartagineses, romanos, bereberes, eslavos…, todas esas razas estaban alli representadas. Los de mas llamativa belleza pertenecian a las descendientes de las puellae gaditanae, tan apreciadas en la antigua Roma, de negro pelo que daba marco a un rostro franco, sensual, en forma de pera, con grandes ojos de almendra bajo el arco de altas cejas separados ampliamente por una nariz ancha, chata y respingona, de aletas sensitivas, puesta sobre una boca de labios carnosos, de generosa curva, con dientes menudos y blanquisimos. Pero el autentico efecto tartesio procedia de la gran copia de adornos personales: una de aquellas atezadas bellezas exhibia largos pendientes de filigrana de oro, dos collares de dientes de tiburon torneados de plata, cinco ajorcas de oro en la muneca derecha, siete de plata y coral en la izquierda y todo un muestrario de sortijas, dos o tres en cada dedo. La joven mecia lentamente el cuerpo al ritmo de un antiguo tanguillo que tarareaba a la espera de que les dieran acceso al santuario.

La mujer que encabezaba la cola era una rubia alta, de huesos grandes y ojos de color avellana que fulgian tras unas gafas en forma, de mariposa. Mirando de arriba abajo a Bernal con expresion ironica, dijo descarada:

– Se equivoca usted de tienda, senor mio. Esta cola es solo para las hermanas de la Adoracion Diurna.

Las que estaban detras soltaron la carcajada ante el desconcierto de el, cada vez mayor.

– Me esperan, senora; mi esposa reside aqui temporalmente.

– ?Que le esperan! -rio la otra estrepitosamente-. ?Pues pongase en la cola, con todas las que bien quisieramos estar esperando…!

Compartiendo su hilaridad, las demas mujeres de la cola blandieron sus botellas ante el comisario.

– ?Me permite llamar? -se dirigio Bernal a la alta, que hablaba con marcado acento catalan.

– ?Llame cuanto quiera! Pero no dejaran entrar a nadie hasta la marea alta, cuando brote el agua de la roca, asi lo esperamos. Pero que quede claro quien ha usado el timbre, ?eh? Porque, si no, sor Serena me echara a mi la culpa, por impaciente.

Mas perplejo que nunca despues de esa conversacion, Bernal tiro del llamador, habiendo convenido en reconocer, cuando abriesen, que era el quien lo habia utilizado. Las de la cola tendieron el oido a la espera del lejano tintineo.

– Suerte tendra si le dejan entrar -dijo la catalana-. Seria el primer hombre que veo poner los pies en el convento durante la Adoracion Diurna.

Se abrio el postigo del porton y aparecio una monja que, asomandose, exclamo malhumorada:

– Y ahora ?quien es la impaciente? El flujo no ha empezado todavia -pero en ese momento reconocio a Bernal, de su visita de la vispera-. Ah, es usted, comisario. Tenga la bondad de entrar. Su esposa esta ocupada con los arreglos de la procesion, pero confio que encontrara unos minutos para atenderle.

En el anchuroso claustro Bernal vio a dos obispos charlando con un oficial del ejercito. No dieron la impresion de reparar en el segun seguia por la arcada que llevaba al patio trasero. Llegado alli, advirtio que el paso de la Entrada en Jerusalen estaba ya listo para los actos del dia, si bien no se veia por alli a ninguno de los costaleros que debian transportarlo.

En tanto cruzaban frente a las hornacinas de los sospechosos santos, aprovecho para preguntar a sor Serena acerca de la cola que habia encontrado formada a la puerta.

– Son mujeres que vienen casi a diario para la Adoracion Diurna en la Santa Cueva, que esta debajo del altar mayor. A menudo el manantial sagrado da agua dulce con la marea alta, aunque a veces solo un hilillo.

– Pero esa agua ?tiene propiedades especiales, hermana?

– ?Desde luego! Por eso acuden tantas mujeres. Si tienen fe, el agua les ayuda a concebir, incluso despues de muchos anos de esterilidad.

Bernal comprendio entonces los comentarios de las que esperaban en la calle.

– Es la primera noticia que tengo de ese manantial, ni sabia que Cadiz tuviese agua dulce propia. ?Hace mucho que se conocen las propiedades de esas aguas?

– Eso tendra que preguntarselo al obispo Sanandres. Hizo muchas investigaciones historicas antes de que la orden comprase esta casa, y a el se deben las excavaciones y el descubrimiento de la Santa Cueva. A lo mejor le gustaria a usted visitarla antes de marcharse.

– Ya lo creo. Es un asunto apasionante.

– Mucho mas que apasionante, comisario -replico sor Serena en tono de censura-. Es milagroso. ?Sabia usted que el obispo Sanandres esta estigmatizado? -concluyo, persignandose al pronunciar la ultima palabra.

– No, no lo sabia -repuso Bernal mientras se preguntaba en que clase de convento se habia metido su mujer-. ?Esta el obispo de la diocesis al tanto de todo esto?

– Nunca nos visita, comisario. Pero no hay duda de que el obispo sera beatificado, y hasta es posible que algun dia le canonicen. Es un hombre maravilloso, con poderes enormes.

La monja le introdujo en el locutorio, de donde salio diciendo que iba en busca de su esposa. Sentado en una incomodisima silla de respaldo recto, Bernal se dedico a mirar con disgusto las catorce escenas decimononicas del viacrucis, de colodrillo chillon, que adornaban las parees enjalbegadas. Penso en la portentosa facultad de Eugenia de situarse, en cuanto se planteaba una discusion matrimonial, en el terreno mas ventajoso. ?Como podia el defender en aquel ambiente su propuesta de divorcio? Le hubiera gustado tener el coraje de encender un Kaiser, cruzar los pies sobre la mesa y decirles al obispo Sanandres y a sor Serena que se fueran a freir esparragos.

Al ver entrar a Eugenia en el locutorio vestida aun con el habito castano de novicia, tuvo una subita inspiracion.

– Siento volver a interrumpirte, Genita, cuando se te ve tan ocupada todavia con los preparativos.

– Puedo dedicarte un cuarto de hora, Luis -repuso ella con cierto recelo-. El manantial aun no ha empezado a fluir. Segun me ha dicho el obispo, tarda por lo menos una hora en hacerlo, a partir de la marea alta, y aun asi no siempre brota el agua sagrada. A veces tiene que intervenir el con oraciones especiales.

En su habitual desconfianza hacia los curas, Bernal se pregunto que otras intervenciones requeriria el fenomeno.

– ?Y les hace tanto bien a esas pobres mujeres, Luis, ayudandolas a concebir! ?La de casos que se han resuelto, donde la medicina moderna nada podia! Si la mujer esteril tiene fe, viene para la Adoracion Diurna y se beneficia del agua sagrada. Luego, tomando una porcion de ella todos los dias durante un mes, se opera el milagro y concibe.

– ?Sin ayuda ninguna del marido? -pregunto Bernal incredulamente.

– No seas ordinario, Luis. Pues claro esta que ha de ayudar, pero sin la mediacion del agua de la cueva, de nada serviria. Bien -agrego tajante- ?que querias decirme antes de tu regreso a Madrid?

Bernal hizo acopio de fuerzas.

Вы читаете Incidente en la Bahia
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×