– En los ultimos dos anos, Genita, vengo observando que se te ve mucho mas feliz aqui, o en sitios como este, que en casa. Ahora que los chicos son mayores y se han marchado, y pasando yo tantas horas en el trabajo, te debes aburrir muchisimo en el piso de Madrid sola. ?Has considerado la posibilidad de hacerte novicia y entrar en una orden? No tiene por que ser esta precisamente, claro esta.

Eugenia le dedico una fria mirada.

– Eso es de todo punto imposible para una mujer casada y con dos hijos, Luis. Debes haber perdido el juicio.

– Pero podriamos pedir la anulacion del matrimonio, Genita, y eso allanaria el terreno.

– No te molestes en continuar, Luis. Reconozco que si me quedara viuda, que Dios no lo quiera -Bernal la miro con aprension-, podria estudiarlo. Pero segun estan las cosas, no hay base ninguna para conseguir la anulacion, y una separacion legal, como bien sabes, no le basta a la Iglesia. ?Que estado seria el mio a los ojos de Dios? Lo que no puede remediarse ha de sufrirse. Tendras que hacerte a la idea de que estas unido a mi por todos los anos que Dios nos de de vida. Y ahora -concluyo en tono vivo-, dejame seguir con los preparativos. ?Vuelves en seguida a Madrid?

– Manana, quiza, si puedo conseguir plaza en el Talgo.

Mientras cruzaba de nuevo el patio con sor Serena, Bernal le pidio que le mostrase la Santa Cueva.

– No faltaria mas, comisario; pero si quiere ver el propio manantial, tendra que bajar solo: la escalerilla es demasiado empinada para mi.

A Bernal le impresionaron las proporciones de la basilica construida sobre la Santa Cueva y la riqueza de las seudobarrocas ornamentaciones de plata y oro. La monja le indico una puerta visible junto al altar, y el comisario bajo con precaucion la escalerilla de hierro forjado. A continuacion se encontro en una gruta natural, cuya boveda aparecia cubierta de conchas fosilizadas de ostra que trazaban hileras entre formaciones de caliza. En mitad de la cueva se abria un pozo a cuya boca se acerco, sin que no obstante alcanzara a ver nada en la oscuridad de lo que supuso una chimenea natural. Si advirtio, en cambio, grandes huellas humedas de lo que parecian pies de pato y que, avanzando hacia el agujero, se alejaban luego de el en sentido inverso. Siguiendolas, Bernal llego a una puerta metalica instalada en el fondo de la cavidad y la abrio sin hacer ruido. Detras de ella encontro lo que parecia un pequeno vestuario, y en su interior, colgado de la pared, un chorreante traje negro de inmersion.

– ?Esta usted bien, comisario? -sono la voz de sor Serena en lo alto de la escalerilla metalica.

– Si. Enseguida voy.

– ?Ha empezado a subir el agua en el pozo?

– No, no he visto nada.

– Ay, a lo mejor no se produce hoy el milagro -exclamo ella-. No ocurre todos los dias, ?sabe?

Bernal no le menciono para nada su pequeno descubrimiento al despedirse en la puerta.

Ya de vuelta en el Hotel de Francia y Paris, habiendo pedido que le subieran un jarro de cafe y el periodico de la manana, el calor le invitaba a echar una «canoniga». Lanzo una ojeada a los titulares del Diario de Cadiz: Continua el misterio del hombre rana: desconcierto de la policia, proclamaban con gran lujo tipografico. Y abajo, en caracteres menores: «Tres pasos recorreran las calles de Cadiz el Domingo de Ramos», tras lo cual se detallaban los itinerarios y las iglesias participantes. En una pagina interior, la cronica de sucesos locales daba cuenta de una serie de robos y atracos cometidos la vispera en las calles de la capital y anadia una relacion de coches sustraidos o violentados. A Bernal nunca dejaba de sorprenderle la cantidad de dinero y valores que llevaban encima los particulares o que los conductores dejaban encerrados en el maletero del coche.

Seguia un largo articulo acerca de los conflictos pesqueros entre los profesionales espanoles y las autoridades marroquies, y la noticia del apresamiento de tres barcas del Puerto de Santa Maria, que habian sido conducidas a Tanger. A modo de protesta, los pescadores del Puerto habian amarrado sus barcos y se negaban a faenar.

Estaba ya adormeciendose cuando sono el telefono en la mesilla de noche.

– ?Comisario Bernal? -pregunto una joven voz femenina-. Aqui la centralita del hotel. Acaba de llegar un mensajero que le trae un sobre de la Comandancia de Marina. ?Le hago subir? Dice que ha de entregarselo en mano.

– Si, supongo que sera mejor -repuso Bernal, intuyendo que algo estaba ocurriendo.

Una perentoria llamada a la puerta le saco de la cama. Despues de saludar, el motorista de la Comandancia le pidio ver su placa de la DSE.

– Gracias, senor comisario. Tenga la bondad de firmarme el acuse de recibo -dijo el mensajero, que tras un nuevo saludo marcial se alejo pasillo abajo.

Bernal se llevo el gran sobre blanco a la mesa situada junto a la ventana y examino el lacre rojo con el sello de la Armada. Abajo aparecia el epigrafe azul de la Capitania General de Marina de San Fernando. Abierta la solapa con un cortaplumas, advirtio que el mensaje llevaba el encabezamiento de Secreto.

Ministerio de Marina – Seccion Segunda Bis

Mensaje en clave recibido a las 6.00 horas del dia 4 de abril, de la Subsecretaria del Ministerio del Interior, Madrid. Texto descifrado:

Comisario Luis Bernal. Tenga la bondad de permanecer en Cadiz a fin de hacerse cargo de la investigacion relativa a la muerte del submarinista no identificado, colaborando plenamente a tal efecto con el inspector Fragela de la Policia Judicial de Cadiz y consultando con el Departamento de Seguridad Naval y con la Seccion Segunda Bis de la Capitania General de Marina de San Fernando. La orden emana de la Presidencia del Gobierno y del CESID, Ministerio de Defensa. Se pondra a su disposicion todo el personal y medios materiales que pueda necesitar.

Sigue autorizacion personal por escrito. Fin del mensaje.

Bernal pondero largo rato el contenido del comunicado. La emocion se mezclaba en su animo con el desaliento. Emocion por el hecho de que le encargaran ocuparse de un caso que prometia ser apasionante; y desaliento ante la perspectiva de tener que operar fuera del territorio que mejor conocia: Madrid. Nacido y criado en ella, conocia la capital como la palma de la mano. En Cadiz, en cambio, tendria que trabajar en un puerto de ciento treinta mil habitantes de una singular idiosincrasia, tipicamente andaluza, que no era la suya ni el comprendia del todo. El terreno era complejo: una vieja ciudad estilo plaza fuerte, de blanqueadas calles y construida sobre un promontorio de caliza, unida a una parte mas moderna y amplia, que incluia rascacielos y ocupaba el istmo y la tierra ganada al mar en la bahia, detras de la Puerta de Tierra, que antano marcaran el limite sur del antiguo puerto. Mas hacia el sudeste, al otro lado del puente Suazo, estaba San Fernando, base naval de la Armada espanola, cuyos ochenta y cinco mil habitantes recibian de los gaditanos el nombre de canaillas, ello por cierto caracol de mar que se daba en gran abundancia en su isla de Leon. Mas alla, hacia el este y el nordeste, ya fuera del istmo, se encontraban la bahia de Cadiz y las pequenas ciudades que la rodeaban: Puerto Real, el Puerto de Santa Maria (desde principios de los anos setenta comunicado con Cadiz por un moderno puente levadizo) y Rota, donde se encontraba la base aeronaval conjunta hispano-norteamericana.

Aquel caso del submarinista muerto podia tener ramificaciones en el espionaje naval, en el que Bernal no tenia experiencia alguna. Por otra parte los cadaveres de desconocidos, muertos en circunstancias no aclaradas, atraian poderosamente sus notables dotes detectivescas y aquella firme voluntad suya de descubrir la verdad y lograr que, en lo posible, se hiciera justicia. Nunca sabia resistirse a una tentacion semejante, que por lo demas, en aquel caso, se le presentaba en forma de orden directa del Gobierno: «Tenga la bondad de permanecer…», un mandato cortes donde los hubiera, pero mandato al fin. El otro aspecto de la cuestion lo constituian la plena autoridad y todos los medios que le brindaban. Empezaria por eso: como minimo pediria una sala de operaciones en la jefatura de Cadiz, dotada de enlaces directos con la DSE y con el Ministerio de Marina de Madrid, y por otro lado con la Capitania General de San Fernando. Tambien necesitaria un coche con chofer y medios de transporte

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