con el correo propiamente dicho, y la coloco sobre el estante. Luego paso por delante de dos bicicletas, que bloqueaban casi toda la entrada, y subio los peldanos pelados de la escalera. En el rellano del primer piso, oyo el televisor de la senora Harsent. Risas de estudio escandalosas. La senora Harsent era una anciana encantadora de ochenta y cinco anos que, por suerte para ella -tenia debajo a unos estudiantes que armaban mucho jaleo-, estaba mas sorda que una tapia.

A Sophie le encantaba su piso en la ultima planta; aunque era pequeno, tenia mucha luz y estaba bien ventilado; el casero lo habia modernizado con moquetas beis, paredes color blanco roto y cortinas y persianas elegantes color crema. Ella lo habia decorado con posteres enmarcados de algunas de las peliculas de Producciones Blinding Light y con bocetos falsos grandes en blanco y negro de las caras de algunas de sus estrellas preferidas. Habia uno de Johnny Depp, otro de George Clooney, otro de Brad Pitt y otro de su preferido, Heath Ledger, que ocupaba un lugar de honor en la pared frente a su cama.

Encendio el televisor, hizo zapping y encontro American Idol, un programa que le gustaba mucho. Con el volumen muy alto, en parte para ahogar el sonido del televisor de la senora Harsent y en parte para poder escucharlo desde la cocina, cogio una botella de New Zealand Sauvignon de la nevera, la abrio y se sirvio una copa. Luego partio el aguacate, saco el hueso y lo tiro a la basura antes de rociar el aguacate con limon.

Media hora despues, tras refrescarse en la banera, se sento en la cama, vestida solo con una camiseta blanca ancha. La ensalada de aguacate y gambas y su tercera copa de vino estaban en una bandeja sobre el regazo. Se puso a ver ?Quien quiere ser millonario?, que habia grabado a principios de semana, y donde un hombre con aspecto de empollon con unas gafas enormes llegaba a la pregunta de las 64.000 libras. Y, por fin, con el cielo oscureciendose gradualmente mas alla de su ventana, su dia comenzo a mejorar.

No oyo como la llave giraba en la cerradura de la puerta.

Capitulo 33

Roy Grace estaba en la habitacion de hotel vacia y marco el movil de Brian Bishop. Salto directamente el buzon de voz:

– Senor Bishop -dijo-. Soy el comisario Grace. Por favor, llameme en cuanto escuche este mensaje. -Dejo su numero. Luego telefoneo a Linda Buckley, que estaba abajo en el vestibulo-. ?Nuestro amigo llevaba equipaje?

– Si, Roy. Una bolsa de viaje y un maletin, para el ordenador.

Grace y Branson revisaron todos los cajones y armarios. No habia nada. Fuera lo que fuese lo que tuviera alli, Bishop se lo habia llevado. Grace se volvio hacia el director de guardia.

– ?Donde esta la escalera de incendios mas proxima?

El hombre, que lucia una placa con su nombre -ROLAND WRIGHT, DIRECTOR DE GUARDIA-, los condujo por un pasillo hasta la puerta de la escalera de incendios. Grace la abrio y miro los peldanos metalicos que bajaban hasta un patio lleno de contenedores de basura. Subia un fuerte olor a comida. Cerro la puerta, muy pensativo. ?Por que diablos se habia vuelto a marchar Bishop? ?Y adonde habia ido?

– Senor Wright -dijo-. Necesito saber si nuestro huesped, Steven Brown, ha realizado o ha recibido alguna llamada durante su estancia en este lugar.

– Ningun problema, podemos bajar a mi despacho.

Diez minutos despues, Grace y Branson estaban sentados en el vestibulo del hotel con Linda Buckley.

– De acuerdo -dijo Grace-. Brian Bishop ha recibido una llamada a las 17.20. -Miro su reloj-. Hace dos horas y media aproximadamente. Pero no tenemos ninguna informacion sobre quien le ha llamado. Bishop no ha utilizado el telefono del hotel. Tal vez haya llamado desde el movil, pero no lo sabremos hasta que obtengamos los registros, que no sera hasta el lunes como muy pronto, por la experiencia que tenemos con las companias telefonicas. Se ha escabullido, con su equipaje, seguramente por la escalera de incendios; te ha eludido deliberadamente. ?Por que?

– No es exactamente lo que haria un hombre inocente -dijo Glenn Branson.

Grace, absorto en sus pensamientos, reconocio el comentario un tanto obvio asintiendo levemente con la cabeza.

– Lleva dos bolsas con el. Asi que ?ha ido caminando a algun sitio o ha cogido un taxi?

– Depende de adonde fuera -dijo Branson.

Grace miro a su companero con la clase de mirada que reservaba normalmente para los imbeciles.

– ?Y adonde iba, Glenn?

– ?A casa? -dijo Linda Buckley, intentando ayudar.

– Linda, quiero que hables con las empresas locales de taxis. Llamalas a todas. Comprueba si alguien ha recogido a un hombre cuya descripcion encaje con Bishop por los alrededores del hotel sobre las cinco y veinte, cinco y media de esta tarde. Comprueba tambien si alguien ha llamado a un taxi para que lo recogiera aqui. Glenn, habla con el personal. Pregunta si alguien ha visto a Bishop subirse a un taxi.

Luego llamo a Nick Nicholl.

– ?Que estas haciendo?

El joven agente parecia un poco histerico.

– Estoy…, mmm…, cambiandole los panales a mi hijo.

«Eso si que es una suerte», penso Grace, pero se mordio la lengua.

– Odio tener que alejarte de tu felicidad domestica -dijo.

– Seria un alivio, Roy, creeme.

– Que no te oiga tu mujer -dijo Grace-. Necesito que vayas a la estacion de Brighton. Brian Bishop ha vuelto a desaparecer. Quiero que revises las camaras de seguridad de alli, a ver si aparece en el vestibulo o en alguno de los andenes.

– ?En marcha! -La voz de Nick Nicholl no habria sonado mas alegre ni aunque le hubiera tocado la loteria.

Diez minutos despues, muerto de miedo, Roy Grace iba sentado con el cinturon abrochado en el asiento del copiloto de un Ford Mondeo de la policia.

Tras haber suspendido el curso de conduccion avanzada -que le habria permitido participar en persecuciones a alta velocidad-, ahora Glenn estaba preparandose para examinarse de nuevo. Y aunque tenia la cabeza llena de palabras sabias que le habia impartido su instructor, Grace creia que no habian arraigado en su cerebro. Cuando la aguja del indicador de velocidad alcanzo los 160 kilometros por hora al acercarse a una curva cerrada, en la carretera que salia de la ciudad hacia el club de golf North Brighton, Grace penso con arrepentimiento: «Pero ?que estoy haciendo?, ?por que dejo que este loco me lleve otra vez? Este loco agotado, resacoso, profundamente deprimido, que carece de vida propia y tiene tendencias suicidas».

Las moscas salpicaban el parabrisas, como copos de nieve rojos. Los coches que venian en direccion contraria, y que parecia que iban a estamparse contra ellos en una explosion de metal y carne humana, de algun modo pasaron sin mas consecuencias. Dejaban atras los setos a cada lado de la carretera a la velocidad del rayo. Vagamente, con el rabillo del ojo, distinguio gente que blandia palos de golf.

Y, por fin, tras desafiar todas las leyes de la fisica que Grace conocia y comprendia, llegaron, sin saber como, al aparcamiento del North Brighton, sanos y salvos.

Y entre los coches estacionados todavia se encontraba el Bentley rojo oscuro de Brian Bishop.

Grace salio del Mondeo, que apestaba a gasolina quemada y que emitia un sonido agudo como un piano mal afinado, y llamo al movil del inspector William Warner en el aeropuerto de Gatwick.

Bill Warner contesto al segundo tono. Ya se habia ido a casa, pero le aseguro a Grace que alertaria de inmediato al aeropuerto por si veian a Brian Bishop.

Despues, Grace llamo a la comisaria de Eastbourne, que tenia jurisdiccion para patrullar por Beachy Head. Ahora podian considerar a Brian Bishop un sospechoso potencial. Luego llamo a Cleo Morey, para disculparse por tener que anular su cita de esta noche, que llevaba deseando toda la semana. Ella lo comprendio y le invito a tomar una copa a ultima hora cuando acabara, si no estaba exhausto.

Finalmente, ordeno a uno de los ayudantes del departamento que llamara a cada uno de los miembros de su equipo para decirles que, a causa de la desaparicion de Brian Bishop, los necesitaba a todos otra vez en la sala de reuniones a las once de la noche. A continuacion, llamo al CG 99, la senal del inspector de guardia al mando de la

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