encontrara el coche correcto, un Audi A4 nuevo, descapotable, automatico, con pocos kilometros, azul metalizado, plateado o negro, simplemente colocaria las matriculas. De ese modo, si el propietario denunciaba su robo, la policia buscaria un coche con una matricula distinta.
Era practicamente seguro que aqui habria algo adecuado. Si no, lo intentaria en otro aparcamiento. Y si se confirmaba lo peor, encontraria uno en la calle, el de alguna zorra rica; en esta ciudad las zorras ricas, oxigenadas y rellenas de silicona abundaban. A el no le importaria nada tener un Audi descapotable. Podia verse a si mismo, en un universo paralelo, llevando a Bethany por la costa, una noche calida de viernes, la musica a todo volumen, calefaccion en los pies y el olor a piel nueva a su alrededor.
Algun dia.
Algun dia, las cosas serian distintas.
Encontro el coche al cabo de unos minutos, al fondo del tercer nivel. De un tono oscuro azul o verde opalino - resultaba dificil saberlo con esa tenue luz de escaso voltaje que alumbraba el aparcamiento-, el techo negro y asientos de cuero color crema. La matricula indicaba que tenia menos de seis meses de antiguedad, pero cuando llego al vehiculo y percibio el olor a gasolina recien quemada, se dio cuenta, para su alegria, de que era novisimo. ?No tenia ni una rayadita!
Y el propietario lo habia aparcado en un lugar muy practico, con el morro hacia dentro, cerca de una columna.
Despues de comprobar cuidadosamente que no hubiera nadie alrededor, se aproximo al lateral del coche y puso la mano sobre el capo. Estaba caliente. Bien. Eso significaba que debian de haberlo dejado hacia poco; asi pues, con suerte, el propietario tardaria unas horas en volver. Sin embargo, por precaucion, saco las dos matriculas de la bolsa y las fijo, con cinta adhesiva de doble cara, encima de las originales.
Luego, saco de la bolsa lo que a cualquier policia que lo parara le pareceria un mando a distancia de Sky TV. Apunto con el al salpicadero, a traves de la ventanilla del conductor, introdujo el codigo que le habian proporcionado y, acto seguido, pulso el boton verde.
No paso nada.
Volvio a intentarlo. La luz roja se ilumino en el mando, pero eso fue todo.
«Mierda.» Miro de nuevo a su alrededor, ahora mas nervioso, luego se acerco a la parte delantera del coche y se arrodillo junto al faro derecho. Oculto por el coche y la columna, se relajo un poco. Era facil. Ya lo habia hecho antes; con una docena de Audis al menos. Un trabajillo de cinco minutos como maximo.
Saco un destornillador de la bolsa de plastico y comenzo a desenroscar el borde del faro derecho delantero. Cuando acabo, extrajo la unidad sellada y la dejo colgando del cable. Luego, cogio unos alicates, metio el brazo por el agujero vacio, toco alrededor hasta que encontro el alambre que llegaba a la bocina y lo corto. A continuacion, palpo a tientas y solto un alarido. Habia tocado por accidente la chapa caliente del motor y se habia quemado los nudillos. Siguio hasta localizar el mecanismo de cierre del coche y despues se abrio camino por entre los cables y lo inutilizo.
Volvio a colocar el faro y abrio la puerta del conductor, lo que disparo los intermitentes -el unico elemento que quedaba en el arsenal de la alarma inutilizada-. Momentos despues, arranco el fusible de la caja de los intermitentes y lo metio en la bolsa. Luego abrio el capo e hizo un puente entre el solenoide y el estarter. Al instante, el motor cobro vida con un rugido dulce.
Se deslizo en el asiento del conductor y giro el volante con fuerza, para romper el tope. Luego vio con alegria que esa noche iba a conseguir una pequena bonificacion. El propietario habia tenido la deferencia de dejar el tique del aparcamiento en el asiento del copiloto. Y Barry Spiker, un cabron tacano para el que hacia estos trabajos, que le habia dado veintisiete libras para pagar la tarifa de todo el dia y poder retirar el vehiculo del aparcamiento, ?no se enteraria!
Dos minutos despues, tras haber aflojado solo dos libras al encargado, subio la rampa alegremente, con ya veinticinco libras de beneficio. Estaba de tan buen humor que se detuvo en lo alto de la rampa, subio el volumen y bajo la capota.
No fue un movimiento inteligente.
Capitulo 37
– ?Como estas? -pregunto Sophie en tono de suplica-. ?Que ha pasado? ?Como…?
– Pruebatela -dijo el con brusquedad, y dejo el paquete sobre la bandeja, haciendo caso omiso a sus preguntas.
Fuera, en la oscuridad acechante, se oyo el gemido de una sirena que ahogo momentaneamente el bum- bum-bum de la musica de baile, que se hacia cada vez mas pesada.
Sophie, estupefacta -y tambien incomoda por su comportamiento-, desato docilmente el lazo y luego miro dentro de la caja. Lo unico que vio de momento fue un papel de seda.
Con el rabillo del ojo, en la pantalla del televisor, vio que Chris Tarrant articulaba las palabras: «?Respuesta final?».
El tipo con cara de empollon y gafas grandes asintio con la cabeza.
Una luz amarilla ilumino la palabra «Marruecos».
Momentos despues, en la pantalla, una luz verde ilumino: «Tunez».
Las cejas de Chris Tarrant subieron varios centimetros en su frente.
La senora de la silla de ruedas, que antes parecia estar a punto de recibir un golpe con un bate de criquet, parecia ahora que hubiera recibido el mazazo. Mientras tanto, su marido parecio encogerse en la silla.
Sophie leyo los labios de Tarrant, que dijeron: «John, pero si tenias 64.000 libras…».
– ?Quieres ver la television o abrir el regalo que te he comprado? -dijo el.
– ?El regalo, por supuesto! -contesto ella mientras dejaba la bandeja con la comida en la mesita de noche-. Pero quiero saber como estas. Quiero saber que…
– No quiero hablar del tema. ?Abrelo! -dijo en un tono tan agresivo de repente que Sophie se asusto.
– De acuerdo -dijo ella.
– ?Por que ves esa mierda?
Los ojos de Sophie volvieron a la pantalla.
– Porque me gusta -dijo, intentando calmarle-. Pobre hombre. Su mujer esta en una silla de ruedas. Acaba de fallar la pregunta de las 125.000 libras.
– Ese programa es un timo -dijo.
– ?No lo es!
– La vida es un timo. ?Todavia no lo has entendido?
– ?Un timo?
Ahora fue el quien senalo la pantalla.
– No se quien es ese tio; el resto del mundo tampoco lo sabe. Hace solo unos minutos estaba sentado en esa silla y no tenia nada. Ahora va a irse con 32.000 libras y se sentira insatisfecho cuando deberia estar saltando de alegria. ?Vas a decirme que eso no es un timo?
– Es una cuestion de perspectiva. Quiero decir… Desde su punto de…
– ?Apaga esa mierda, joder!
Sophie aun estaba escandalizada por la agresividad de su voz, pero al mismo tiempo un pronto desafiante la impulso a contestar:
– No. Me gusta.
– ?Quieres que me vaya, para que puedas seguir viendo tu triste programa de mierda?
Sophie ya se arrepentia de lo que habia dicho. Pese a su determinacion anterior de cortar con Brian, al verle en persona se dio cuenta de que preferia mil millones de veces que estuviera esa noche con ella que ver aquel programa -o cualquier otro-. Y, Dios santo, por lo que debia de estar pasando el pobre… Pulso el mando y apago la tele.
– Lo siento -dijo.
La miraba de un modo que no habia visto nunca. Como si un velo cubriera sus ojos.
– Lo siento mucho, ?vale? Solo me ha sorprendido verte en mi casa.