– Entonces, ?no te alegras de verme?
Ella se incorporo, le echo los brazos al cuello y le beso en los labios. Tenia el aliento rancio y olia a sudor, pero no le importo. Eran olores varoniles, sus olores. Los absorbio como si fueran los aromas mas embriagadores del planeta.
– Me alegro mucho de verte -dijo-. Solo estoy… -Miro esos ojos color avellana que tanto adoraba-. Estoy tan sorprendida, ?sabes?, despues de lo que has dicho antes cuando hablamos. Cuentame. Por favor, cuentame que ha pasado. Por favor, cuentamelo todo.
– ?Abrelo! -dijo, elevando mas la voz.
Sophie aparto el papel de seda pero, como una caja china, habia otra capa debajo, y luego otra mas. Para intentar alejarle de lo que fuera que le tenia tan enfadado, dijo:
– De acuerdo, voy a tratar de adivinar que cosa es. Yo diria que es…
De repente, Brian acerco la cara a solo unos centimetros de la de ella, tan cerca que sus narices casi se tocaban.
– ?Abrelo! -chillo-. Abrelo, zorra de mierda.
Capitulo 38
Skunk, que conducia en la oscuridad incipiente, tenida de purpura, se fijo en los faros brillantes en el retrovisor. Habian aparecido de la nada momentos despues de abandonar el aparcamiento de Regency Square. Ahora habian adelantado la hilera de coches y se colocaban delante de un BMW con los cristales tintados que circulaba justo detras de el.
No tenia por que pasar nada necesariamente, penso. Pero cuando llego a las dos filas de vehiculos que se extendian en la rotonda delante del muelle de Brighton, vislumbro fugazmente en el retrovisor la cara del hombre sentado en el asiento del copiloto, iluminado por el resplandor de neon del alumbrado de la calle, y empezo a entrarle panico.
No podia estar seguro al cien por cien, pero se parecia un huevo a ese secreta joven llamado Paul Packer, a quien le habia arrancado un trozo de dedo despues de un roce por un coche robado, razon por la que acabo en un reformatorio.
A todo volumen en la radio del coche, Lindsay Lohan cantaba Confessions of a broken heart, pero apenas oia la letra; miraba el trafico que entraba y salia de la rotonda, intentando decidir que desvio tomar. El coche de detras le pito. Skunk lo mando a freir esparragos. Podia elegir entre cuatro salidas. Una lo llevaria hacia el centro de la ciudad y el trafico congestionado. Demasiado arriesgado, podia quedarse atrapado facilmente. La segunda direccion era Marine Parade, una calle ancha con muchas vias secundarias, ademas de una carretera rapida y abierta mas adelante. La tercera lo llevaria al paseo maritimo, pero el peligro que corria, al haber solo una salida en cada extremo, era que podian bloquearle con facilidad. La cuarta opcion lo conduciria de vuelta por donde habia venido. Pero habia obras y mucho trafico.
Tomo una decision y piso el pedal a fondo. El Audi salio disparado y cruzo justo por delante de una furgoneta blanca. Muy concentrado, Skunk continuo acelerando por Marine Parade, por delante de las tiendas y, luego, del ostentoso edificio Van Alen. Miro el retrovisor. Ni rastro del Vectra. Bien. Debia de haberse quedado atascado en la rotonda.
El semaforo de delante estaba rojo. Freno y solto un taco. En los espejos volvio a ver el Vectra, que adelantaba por el lado incorrecto y acortaba distancias, conduciendo a lo loco. El coche se detuvo detras de el. Justo detras; parecia estar a un centimetro de su parachoques trasero. Resplandeciente. Antena de radio en el techo. Dos hombres en los asientos delanteros. Y, ahora, iluminado por la luz de sus propios frenos, no habia confusion posible.
«Mierda.»
En el retrovisor vio los ojos de Packer, los recordaba de antes, unos ojos grandes y tranquilos que se clavaban en ti como laseres. Incluso se acordaba de que cuando le habia arrancado el dedo a ese cabron, sus ojos se habian mantenido fijos en el, sin sorpresa, sin ningun gesto de dolor. Unos ojos algo raros, sonrientes -casi como si el hombre se burlara de el-. Y era como si ahora hiciera lo mismo, ahi sentado, sin que ninguno de los dos policias se moviera para salir del coche.
?Por que cono no lo detenian?
Los nervios se apoderaron de el, como si tuviera un animal enloquecido saltando dentro del estomago. Sacudio la cabeza al ritmo de la musica, pero estaba histerico. Necesitaba algo. Necesitaba otro chute. La cantidad ridicula que habia comprado se agotaba deprisa. Intento pensar en la mejor ruta.
Trato de pensar en por que los maderos no se bajaban del coche.
El semaforo se puso verde. Piso el pedal, acelero hasta la mitad del cruce, entonces dio un volantazo hacia la izquierda y entro en Lower Rock Gardens, a punto de chocar con un taxi que venia en direccion contraria.
Subio a toda mecha por la calle de casas victorianas adosadas, flanqueada a ambos lados de
Mientras miraba en ambas direcciones, vio que dos autobuses se aproximaban por su izquierda, muy pegados. Espero hasta el ultimo momento; entonces acelero y cruzo por delante del primer autobus, veloz como el viento. Subio por Egremont Place y tomo una curva pronunciada, adelantando a un Nissan lento por la izquierda en una esquina sin visibilidad, pero la suerte le sonrio y no aparecio nadie en direccion contraria.
Entonces espero con inquietud en el cruce de la concurrida Elm Grove a que se abriera un hueco en el trafico. De repente, dos faros rompieron la oscuridad detras de el, a lo lejos. Sin pensarlo giro a la derecha, cruzo, haciendo caso omiso al chirrido de los frenos, las bocinas y las luces y, dejando un rastro de goma, paso por delante del hipodromo de Brighton y luego bajo por el barrio residencial de Woodingdean.
Se planteo detenerse a cambiar la matricula y volver a poner la original, ya que estaba casi seguro de que no habrian denunciado aun el robo del coche, pero no queria arriesgarse a que el Vectra volviera a alcanzarle. Asi que le piso, haciendo caso omiso al flash de un radar con una sonrisa ironica.
Diez minutos despues, en una carretera rural a tres kilometros hacia el interior del puerto de Newhaven, con los espejos sucios y el parabrisas salpicado de insectos muertos, redujo y doblo a la derecha en una senal en la ponia: «GRANJA MEADES».
Entro por un espacio en que habia un seto alto e irregular y subio una carretera de grava de un solo carril, la siguio durante ochocientos metros a traves de campos de trigo que tendrian que haberse cosechado tiempo atras; varios conejos arriesgaron la piel y cruzaron en su camino. Paso por delante de los enormes cobertizos abandonados que en su dia habian sido gallineros de cria intensiva y, a su derecha, aparecio un granero abierto por un lado que guardaba piezas de todo tipo y maquinaria agricola en desuso y oxidada. Luego, justo delante, los faros iluminaron la pared de un granero inmenso de acero.
Detuvo el coche. No se veia ninguna luz en el edificio y no habia vehiculos aparcados fuera. Nada que revelara el negocio activo que se llevaba a cabo alli dentro en estos momentos.
Saco el movil de su bolsillo y marco un numero que se sabia de memoria.
– Fuera -dijo cuando contestaron.
Las puertas electronicas se abrieron lo justo para que entrara el coche en un espacio bien iluminado, grande y profundo. Comenzaron a cerrarse tras el al instante. Dentro, vio unos veinte automoviles, la mayoria ultimos modelos de marcas de lujo. Distinguio dos Ferraris, un Aston Martin DB9, un Bentley Continental, dos Range Rovers, un Cayenne, ademas de algunos coches menos exoticos, entre los que se incluian un Golf GTI, un Mazda MX5, un Triumph Stag clasico amarillo y un MG TF nuevos. Algunos de los vehiculos parecian intactos, mientras que otros se encontraban en diversas etapas de desguace. A pesar de lo tarde que era, cuatro mecanicos en ropa de faena estaban trabajando: dos debajo de los capos abiertos, uno boca arriba debajo de un Lexus deportivo alzado con el gato, el cuarto encajando un panel de la carroceria en un Range Rover Sport.
Skunk apago el motor y con el la musica enmudecio. En su lugar, se oyo una antigua cancion estupida de Gene Pitney, que sonaba en un transistor en algun lugar del edificio. Una taladradora empezo a gemir.
Barry Spiker salio de su despacho acristalado al fondo, hablando por el movil, y se acerco a el. Ex campeon regional de peso mosca, bajito y fuerte, con el pelo rapado, tenia un rostro tan duro que se podria partir hielo con