el. Llevaba un mono azul encima de una camiseta de malla y chanclas, y apestaba a locion de afeitar pegajosamente dulce. Alrededor del cuello, lucia un medallon colgado de una cadena dorada. Sin saludar a Skunk, rodeo el coche, todavia hablando por telefono, discutiendo, malhumorado al parecer.
Mientras Skunk salia del coche, Spiker colgo y, luego, blandiendo el telefono como si fuera una daga, se acerco a el.
– ?Que cono es esta mierda? Queria un 3.2 V6. Esto es una cafetera de dos litros. No me sirve. ?Espero que no creas que te lo voy a comprar!
A Skunk se le cayo el alma a los pies.
– No… No has…
Saco el papel arrugado de su bolsillo, en el que esa manana habia anotado las instrucciones y se lo enseno a Spiker. Ponia, escrito con su letra temblorosa: «Audi A4 nuevo, descapotable, automatico, pocos kilometros, azul metalizado, plateado o negro».
– No has especificado el tamano del motor -dijo Skunk.
– ?De que puto arbol te has caido tu? Resulta que a la gente que compra coches bonitos le gusta tambien que tengan motores buenos.
– Este es la hostia -dijo Skunk a la defensiva.
Spiker se encogio de hombros y volvio a mirar el coche, pensativo.
– No, no me sirve. -Su telefono empezo a sonar-. Tampoco me gusta demasiado el color. -Miro la pantalla, se acerco el movil al oido y dijo con brusquedad-: Estoy ocupado. Luego te llamo. -Y colgo-. Sesenta libras.
– ?Que? -Skunk habia esperado cobrar doscientas.
– Lo tomas o lo dejas.
Skunk lo miro. El cabron siempre encontraba un modo de joderle. O bien habia una rayada en la pintura, o bien los neumaticos estaban hechos polvo, o, tal vez, necesitaba un tubo de escape nuevo. Algo. Pero al menos iba a sacar un beneficio secreto con el aparcamiento y le devolveria la jugada al hombre a su manera, modesta pero satisfactoria.
– ?De donde lo has sacado?
– De Regency Square.
Spiker asintio. Estaba comprobando con cuidado el interior. Skunk sabia por que. Buscaba cualquier marca o aranazo que pudiera utilizar para rebajar aun mas el precio. Entonces a Spiker se le encendieron los ojos con avaricia al ver algo en los pies del asiento del copiloto. Abrio la puerta, se agacho y se levanto con un papel pequeno en la mano, como un trofeo, que inspecciono detenidamente.
– ?Genial! -dijo-. ?Que bien!
– ?Que?
– El recibo del aparcamiento de Regency Square. Hace veinte minutos. ?Solo dos libras! ?Eres la bomba, Skunk! Tienes que devolverme veinticinco libras de la pasta que te he dado.
Skunk maldijo su estupidez.
Capitulo 39
Sus palabras le afectaron. La asustaron. Brian tenia los ojos vidriosos e inyectados en sangre. ?Habia bebido? ?Habia tomado alguna droga?
– ?Abrelo! -volvio a decir-. ?Abrelo, zorra!
Estuvo tentada de decirle que se fuera a la mierda y que no se atreviera a hablarle de aquella forma. Pero como era consciente del estres que estaria sufriendo, intento seguirle la corriente, tranquilizarle y traerle de vuelta del lugar o espacio en el que se encontraba. Retiro otra capa de papel de seda. Que juego mas extrano. Primero te grito y te insulto y luego te doy un regalo, ?de acuerdo?
Levanto otra capa, hizo una bola y la dejo sobre la cama a su lado, pero Brian no rebajo la frialdad de su conducta, sino que la empeoro, temblando de ira.
– ?Vamos, zorra! ?Por que tardas tanto?
Un escalofrio recorrio su cuerpo. De repente, no queria estar alli, atrapada en su habitacion con el. No tenia ni idea de que iba a encontrar en la caja. Nunca le habia comprado un regalo, salvo flores un par de veces ultimamente cuando habia ido a su piso. Pero fuera lo que fuese, no le daba buena espina; era como si, de repente, el mundo se hubiera vuelto del reves.
Con cada capa que retiraba, aumentaba una sensacion muy desagradable sobre lo que habia en la caja. Entonces llego a la ultima capa de papel de seda. Noto algo que era en parte duro, en parte blando y flexible, como si estuviera hecho de cuero, y se percato de lo que podia ser. Y se relajo. Le sonrio. El tio le estaba tomando el pelo, ?habia sido todo una broma!
– ?Un bolso! -grito-. Es un bolso, ?verdad? ?Carino! ?Como sabias que necesitaba un bolso nuevo? ?Te lo dije?
Pero el no le devolvio la sonrisa.
– Tu abrelo -volvio a decir con frialdad.
Ese breve momento repleto de buenas sensaciones se evaporo mientras su mundo se hundia otra vez. No habia ni pizca de calidez en su expresion o sus palabras. Su miedo aumento. ?Y no era raro que le hiciera un regalo el mismo dia que habian hallado muerta a su mujer? Luego, al fin, retiro la ultima capa de papel.
Miro horrorizada el objeto que quedo al descubierto.
No era un bolso. Algo extrano y siniestro, una especie de casco, gris, con lentes abultadas, una correa y un tubo estriado que colgaba en forma de hocico. Una mascara antigas, se percato consternada, de esas que habia visto en las caras de los soldados destinados en Iraq, o quiza fuera mas antigua. Olia a humedad y a goma.
Sophie lo miro sorprendida.
– ?Vamos a invadir un pais o algo?
– Pontela.
– ?Quieres que lleve eso?
– Pontela.
Se la acerco a la cara pero ella la aparto al instante, arrugando la nariz.
– ?De verdad que quieres que la lleve? ?Quieres que me la ponga para hacer el amor? -Sonrio, un poco estupefacta, su miedo remitia-. ?Te excita o que?
A modo de respuesta, Brian se la arranco de las manos, la apreto contra su cara y luego le paso la correa por detras de la cabeza, tirandole de algunos cabellos y haciendole mucho dano. La correa le apretaba tanto que le dolia.
Por un momento, se quedo totalmente desorientada. Las lentes estaban sucias, manchadas y tintadas. Solo podia verlo a el, y la habitacion parcialmente, a traves de una neblina verde. Cuando volvio la cabeza, Brian habia desaparecido de su vista y tuvo que girar el cuello para verle de nuevo. Oyo el sonido de su propia respiracion, jadeos ahogados como el rugido del mar en sus oidos.
– No puedo respirar -dijo aterrada, sintiendo claustrofobia, su voz apagada.
– Por supuesto que puedes respirar -oyo su voz confusa, distorsionada.
Presa del panico, intento quitarse la mascara. Pero Brian le agarro las manos, obligandola a alejarlas de la correa, cogiendolas con tanta fuerza que le hacia dano.
– Deja de comportarte como una zorra estupida -le dijo.
– Brian, no me gusta este juego -gimoteo Sophie.
Casi al instante, noto que la tumbaba de espaldas, sobre la cama. Mientras las paredes y el techo se deslizaban frente a sus ojos, el panico se acentuo.
– ?Nooo!
Sacudio las piernas, noto que el pie derecho golpeaba algo duro. Le oyo rugir de dolor. Luego consiguio liberarse de sus manos, rodo y, de repente, estaba cayendo. Aterrizo en el suelo enmoquetado y se hizo dano.
– ?Zorra de mierda!
Esforzandose por ponerse de rodillas, Sophie subio las manos hacia la mascara, tiro de la correa y, entonces,