sintio un golpe terrible, un crujido en el estomago que la dejo sin respiracion. Se doblo de dolor, horrorizada al darse cuenta de lo que habia ocurrido.
Le habia pegado.
Y, de repente, percibio que la situacion habia cambiado. Se habia vuelto loco.
Brian la arrojo sobre la cama y ella se golpeo las pantorrillas con el borde. Le grito, pero su voz quedo atrapada dentro de la mascara.
«Tengo que escapar de el. Tengo que salir de aqui.»
Noto que le arrancaba la camiseta. Por un momento dejo de resistirse, de pensar, de intentar elaborar un plan. El ruido de su respiracion era ensordecedor. «Tengo que quitarme esta maldita mascara.» El corazon le dolia al palpitar. «Tengo que llegar a la puerta, al piso de abajo, a los chicos de abajo. Ellos me ayudaran.»
Sacudio la cabeza a derecha e izquierda, para comprobar que objetos habia en las mesitas de noche que pudiera utilizar como arma.
– Brian, por favor, Brian…
Su mano, dura como un martillo, golpeo el lateral de la mascara. Sophie sintio como si el cuello le vibrara.
Habia un libro, un tomo grueso de tapa dura sobre ciencia, de Bill Bryson, un libro que le habian regalado en Navidad y que hojeaba de vez en cuando. Rodo sobre si misma, deprisa, lo cogio y le golpeo con el, alcanzandole de lleno en un lado. Le oyo grunir de dolor y sorpresa; advirtio que se caia por un lado de la cama.
Sophie se puso en pie al instante, salio corriendo del dormitorio, recorrio el corto pasillo, sin quitarse la mascara, no queria perder un tiempo precioso. Llego a la puerta, cogio el pomo, lo giro y tiro.
La puerta se abrio unos centimetros y luego se freno, bruscamente, con un ruido metalico, seco.
Brian habia puesto la cadena de seguridad.
Un pavor gelido exploto en su interior. Cogio la cadena mientras cerraba de nuevo la puerta, la movio, intentando liberarla, pero estaba encallada, ?la muy puta estaba encallada! ?Como podia estar encallada? Temblaba, gritaba, unos chillidos ahogados y resonantes.
– ?Socorro! ?Ayuda! ?Ayuda! Por favor, ?que alguien me ayude!
Entonces, justo detras de ella, escucho un chirrido metalico.
Giro la cabeza. Y vio lo que Brian tenia en la mano.
Sophie abrio la boca, en silencio esta vez, el miedo le habia paralizado la garganta. Se quedo inmovil, gimiendo de terror. Era como si todo su cuerpo se derrumbara. Incapaz de aguantarse, se meo encima.
Capitulo 40
He leido que las noticias devastadoras tienen un impacto extrano en el cerebro humano. Funden el tiempo y el espacio, indeleblemente.
Tal vez forme parte del modo en que estan programados los seres humanos, para darnos una senal de advertencia que marque un lugar peligroso en nuestras vidas o en el mundo.
Yo aun no habia nacido, o sea que no puedo dar fe de ello, pero la gente dice que recuerda exactamente donde estaba y que hacia cuando escucharon la noticia, el 22 de noviembre de 1963, del magnicidio del presidente John E Kennedy a manos de un francotirador en Dallas.
Yo recuerdo donde estaba y que hacia cuando escuche la noticia, el 8 de diciembre de 1980, del asesinato de John Lennon. Tambien recuerdo, muy claramente, que estaba sentado a la mesa de mi estudio, buscando en internet el cableado para un Jaguar Mark II 3.8 del 62, la manana del domingo 31 de agosto de 1997, cuando escuche la noticia de que Diana, princesa de Gales, habia muerto en un accidente de coche en un tunel de Paris.
En especial recuerdo donde estaba y que hacia exactamente la manana de julio, once meses despues, en la que recibi la carta que me destrozo la vida.
Capitulo 41
Roy Grace estaba sentado a la mesa de su despacho pequeno y mal ventilado en Sussex House, esperando noticias de Brian Bishop y ocupando el tiempo antes de la reunion informativa de las once. Estaba mirando con tristeza la cara igualmente triste de una trucha marron de tres kilos trescientos gramos, disecada y montada en una caja de cristal colgada en una pared de su despacho. Estaba justo debajo de un reloj redondo de madera que habia formado parte del atrezo de la comisaria de policia de ficcion de
Habia comprado el pez, movido por un impulso, algunos anos atras, en un puesto en Portobello Road. Aludia a el en alguna ocasion cuando instruia a los inspectores jovenes y sin experiencia, para hacer un chiste cada vez mas manido sobre la paciencia y los peces gordos.
Sobre su mesa, delante de el, habia una pila de documentos que tenia que repasar detenidamente, parte de los preparativos del juicio, a unos meses vista, de un hombre llamado Carl Venner, uno de los bichos mas detestables que habia conocido en toda su carrera. Esperaba que si no la cagaba con la preparacion, Venner se enfrentaria a varias cadenas perpetuas simultaneas. Pero con algunos de los jueces que habia nunca podias estar seguro.
Su cena, que habia elegido hacia unos minutos en el ASDA, tambien descansaba sobre la mesa. Un sandwich de atun que todavia estaba en su caja de plastico transparente, con una pegatina amarilla con la palabra «?Oferta!», una manzana, una barra de chocolate Twix y una lata de Coca-Cola Light.
Dedico varios minutos a echar un vistazo a la avalancha de e-mails, contesto algunos y borro un monton. Parecia que no importaba lo rapido que se ocupara de ellos, no dejaba de recibir mas y mas, y el numero de mensajes sin contestar en la bandeja de entrada llegaba casi a los doscientos. Afortunadamente, Eleanor se encargaria de la mayoria de ellos. Ya habia despejado su agenda -un proceso automatico siempre que se iniciaba una investigacion criminal importante.
Lo unico que habia mantenido era el almuerzo del domingo con su hermana Jodie, a quien hacia mas de un mes que no veia, y un recordatorio para comprar una tarjeta y un regalo de cumpleanos para su ahijada Jaye Somers, que la semana proxima cumpliria nueve anos. Se pregunto que podia regalarle, y decidio que Jodie, que tenia tres hijos que rondaban esa edad, lo sabria. Tambien tomo nota mentalmente de que tendria que cancelar la comida si se iba a Munich.
Mas de quince e-mails estaban relacionados con el equipo de rugby de la policia, del que le habian elegido presidente para el proximo otono. Eran un ingrato recordatorio de que a pesar del calor glorioso que reinaba, en poco menos de cuatro semanas ya estarian en septiembre. El verano estaba llegando a su fin. Los dias ya se acortaban sensiblemente.
Toco el teclado para activar el software Vantage del sistema informatico interno del cuerpo y comprobo los ultimos informes registrados para ver que habia sucedido en el ultimo par de horas. Leyendo por encima las letras naranjas, nada atrajo especialmente su atencion. Era demasiado temprano -mas tarde habria un sinfin de peleas, agresiones y atracos-. Un accidente de trafico en la carretera de Londres de acceso a Brighton. Un tiron de bolso. Un ladron en un supermercado Tesco de Boundary Road. Un coche robado abandonado en una gasolinera. Un caballo desbocado en la A 27.
Entonces sono el telefono. Era el sargento Guy Batchelor, una nueva incorporacion a su equipo investigador, a quien habia enviado por la manana a hablar con los companeros de golf de Brian Bishop.
A Grace le gustaba Batchelor. Siempre habia pensado que si se solicitara a una agencia de casting un policia de mediana edad para interpretar una escena en una pelicula, el hombre seleccionado seria igual que Batchelor. Era alto y fornido, con la cabeza con forma de pelota de rugby, pelo ralo y una conducta jovial pero seria. Aunque no era enorme, tenia un aire de gigante bonachon, mas por su naturaleza que por su corpulencia fisica.
– Roy, he visto a las tres personas que jugaron hoy al golf con Bishop. Te digo algo que creo que podria tener interes: todos han dicho que parecia estar de un humor excepcional y que estaba jugando como nunca, mejor de