«Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete.»

Ahora Dick Dixon volvia a hablar, sobre un movimiento de protesta cada vez mayor contra la propuesta de la tercera terminal del aeropuerto de Gatwick. Se oyo la voz de un parlamentario local, lanzando un ataque salvaje.

«Ser maligno.»

Se levanto bruscamente, echando chipas, y se alejo del ordenador, abriendose paso por el suelo del sotano a traves de piezas de equipo informatico, pilas de revistas de coches y manuales de automoviles. Se acerco a una ventana mugrienta en saledizo protegida por visillos. Nadie podia ver el interior, pero el podia ver fuera. Mirando desde su «guarida», como le gustaba llamarla, vio que un par de piernas torneadas cruzaban su linea de vision, caminando por la acera, a lo largo de la verja. Unas piernas largas, desnudas, morenas, firmes y musculadas, con una minifalda que apenas cubria la piel.

Noto un pinchazo de lujuria; luego, de inmediato, se sintio mal por ello.

Fatal.

«Ser maligno.»

Se arrodillo al momento, sobre la moqueta fina y descolorida que olia a polvo, junto las manos debajo de la cara y rezo un padrenuestro. Cuando llego al final, prosiguio con otra oracion mas:

– Dios mio, por favor, perdona mis pensamientos lujuriosos. Por favor, no permitas que se interpongan en mi camino. Por favor, no dejes que desperdicie todo el tiempo que tan gentilmente me has dado en estos pensamientos.

Siguio rezando unos minutos mas y al final se levanto, sintiendose como nuevo, lleno de energia, feliz de que Dios estuviera ahora con el en la habitacion. Volvio al ordenador y bebio un sorbo de te. En la radio, alguien estaba explicando como hacer volar una cometa. El no lo habia probado nunca y jamas se le habia ocurrido. Pero tal vez debiera hacerlo. Quizas asi se distraeria. Podria ser una buena forma de emplear parte del tiempo que se amontonaba en su cuenta.

Si, una cometa.

Bien.

?Donde se compraban? ?En una tienda de deportes? ?Una jugueteria? ?O en internet, claro!

Una cometa no demasiado grande, porque andaba escaso de espacio en el piso. Le gustaba esto, y el lugar era ideal para el, porque tenia tres entradas -o, lo que era mas importante, tres salidas.

Perfecto para un «ser maligno».

El piso se encontraba en la concurrida calle de Sackville Road, cerca del cruce con Portland Road, y siempre pasaban vehiculos, dia y noche. Era una zona popular, esta parte. Quinientos metros hacia el sur, junto al mar, se convertia rapidamente en un barrio mas elegante. Pero aqui, proxima a un poligono industrial, con un puente ferroviario arriba y algunas tiendas de fachada mugrienta, era una mezcolanza de casas adosadas victorianas y eduardianas descuidadas y de tamano modesto, todas ellas divididas en pensiones, habitaciones de alquiler, pisos baratos u oficinas.

Siempre habia gente. La mayoria eran estudiantes, asi como vagabundos y gente sin techo, ademas de algun que otro camello. Solo de vez en cuando se veia a alguna dama anciana, aburguesada, con reflejos azules en el pelo paseando durante el dia, esperando en la parada del autobus o de camino a una tienda. Era un lugar donde podias ir y venir las veinticuatro horas del dia sin llamar la atencion.

Y por eso era perfecto para sus propositos. Salvo por la humedad, los radiadores de acumulacion inadecuados y la cisterna que goteaba y que no dejaba de arreglar, una y otra vez. Se ocupaba el mismo de todo el mantenimiento porque no queria que ningun operario entrara aqui abajo. No era una buena idea.

No lo era en absoluto.

Una de las salidas estaba en la parte delantera. Otra en la trasera, por el jardin del piso de la planta baja, encima de el. El propietario, un tipo de aspecto debilitado y pelo desgrenado, cultivaba royas y hierbajos con mucho exito. La tercera salida era para el dia del Juicio Final, cuando por fin llegara. Estaba oculta debajo de una pared falsa de contrachapado, cubierta cuidadosamente y a la perfeccion con el mismo papel soso de flores que el resto de la habitacion. En ella, igual que en casi todas las paredes, habia colgado recortes de periodicos, fotografias y partes de arboles genealogicos.

Tenia una fotografia nueva -la habia anadido hacia solo un cuarto de hora-. Era la cabeza y hombros granulados del comisario Roy Grace, sacada del Argus de hoy, que habia escaneado en el ordenador, ampliado y, luego, imprimido.

Ahora miraba fijamente al policia. Miraba fijamente sus ojos penetrantes, la determinacion impasible de su expresion. «Vas a suponer un problema para mi, comisario Grace. Eres una amenaza. Tendremos que hacer algo contigo. Darte una leccion. Nadie me llama “ser maligno”.»

Entonces, de repente, grito con fuerza:

– ?Nadie me llama ser maligno, comisario Roy Grace del Departamento de Investigacion Criminal de Sussex! ?Me entiendes? Hare que lamentes haberme llamado ser maligno. Se a que mujer quieres.

Se quedo quieto, hiperventilando, abriendo y cerrando la mano izquierda. Luego dio un par de vueltas a la habitacion, sorteando cuidadosamente las revistas, los manuales y los componentes de los ordenadores que estaba montando en el suelo. Luego regreso a la fotografia, consciente de que las circunstancias habian cambiado. Su banco habia recibido una llamada; ya no podia disfrutar de ser un multimillonario de tiempo.

Estaba quedandose sin liquidez.

Capitulo 48

Poco antes de las cuatro, Holly Richardson estaba en la caja de la nueva boutique mas moderna de Brighton, pagando el vestido negro caro, brevisimo, ribeteado de strass, del que habia decidido que no podia prescindir para la fiesta de esta noche. Lo compraba por cortesia de una tarjeta de credito Virgin que habia aterrizado oportunamente en el felpudo de su puerta, seguida de un codigo PIN, hacia justo unos dias. Su tarjeta Barclays habia sobrepasado el limite y, segun sus calculos, si continuaba con el ritmo actual de gastos, el sueldo que ganaba en el centro de fitness Esporta en Falmer, donde trabajaba de recepcionista, le permitiria saldar todas sus deudas mas o menos cuando cumpliera noventa y cinco anos.

Casarse con un rico no era una opcion, era una necesidad.

Y tal vez esta noche el «senor realmente guapo e inmensamente rico a quien le gustan las chicas morenas de pelo rizado con una nariz ligeramente grande» estuviera en esa fiesta a la que iban a asistir ella y Sophie. El tipo que la organizaba era un productor musical de exito. La casa era una vivienda impresionante de estilo morisco que estaba justo en la playa, a un par de puertas de la que Paul McCartney le habia comprado a su ex amada Heather.

«?Oh, mierda!» Acababa de recordar que habia prometido a Sophie llamarla ayer, cuando saliera de la peluqueria, y se le habia ido totalmente de la cabeza.

Tras agarrar su carisima compra por las asas de la bolsa chic de la tienda, salio a la concurrida East Street, saco su movil Nokia minusculo ultimo modelo y marco el numero de Sophie. Salto directamente el buzon de voz. Dejo un mensaje de disculpa y le sugirio quedar para tomar una copa sobre las siete y media y compartir luego un taxi hasta la fiesta. Cuando termino, llamo al fijo del piso de Sophie. Pero tambien salto el contestador.

Y dejo un segundo mensaje.

Capitulo 49

Roy Grace no dejo ningun mensaje. Ya habia dejado uno antes en el telefono de casa de Cleo, asi como en su movil, y tambien otro en el contestador del deposito de cadaveres. Ahora estaba escuchando la introduccion alegre de su buzon de voz por tercera vez en el dia hoy. Colgo. Era evidente que estaba evitandole, enfurecida todavia por el tema de Sandy.

«Mierda, mierda, mierda.»

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