El hombre avanzo, mostrando una identificacion con su fotografia. Estaba plastificada y colgaba de su cuello con dos cuerdas blancas finas.
– Disculpe -dijo muy educadamente-. Soy de la compania del gas. ?Seria posible hacer la lectura del contador?
Entonces Marija se fijo en la pequena maquina metalica con teclado que llevaba en la mano.
– ?Usted quedar con senorita Morey? -dijo ella con brusquedad y un tanto agresiva.
– No. Reviso esta zona hoy. No tardare mas de un par de minutos, si me muestra donde estan los contadores.
Ella dudo. Le parecia bastante normal y llevaba identificacion. Varias veces en su trabajo en distintas casas habia aparecido gente a leer contadores. Era normal. Siempre y cuando llevaran identificacion. Pero tenia instrucciones estrictas de no dejar entrar a nadie en la casa. Tal vez debiera telefonear a la senorita Morey y preguntarle. Pero ?llamarla al trabajo porque un hombre tenia que leer un contador?
– Yo ver identificacion otra vez, por favor.
El hombre le volvio a ensenar la tarjeta. Su ingles no era muy bueno, pero pudo ver su cara y la palabra
– Bien -dijo.
Aun asi, no se fiaba, asi que entro delante de el y dejo la puerta abierta. Luego atraveso el salon abierto de la planta baja y subio un par de escalones hasta la cocina, sin perderle de vista ni un momento.
Su dinero estaba en la mesa de pino cuadrada, sujeto debajo de un cuenco de fruta de ceramica. Junto a el habia una nota manuscrita de Cleo, con las instrucciones sobre las tareas domesticas que debia realizar esa manana. Marija cogio los dos billetes de veinte libras y se los guardo en el monedero. Luego senalo un panel en la pared a la izquierda del enorme frigorifico plateado.
– Contador alli, creo -dijo, y se fijo por primera vez en el vendaje de su mano.
– ?Los bordes afilados! -dijo el hombre, al ver que la mujer abria mucho los ojos-. ?Ni se imagina en que lugares tiene la gente los contadores! Hace que mi vida sea bastante peligrosa. -Sonrio-. ?Tiene algo donde pueda subirme, para alcanzar?
Ella le acerco una silla de madera y el le dio las gracias y se arrodillo para descalzarse. Sus ojos no estaban clavados en el contador en absoluto, sino en el juego de llaves que la mujer de la limpieza habia dejado sobre la mesa. Estaba pensando en como distraerla y hacer que saliera de la habitacion, cuando el movil de la mujer sono de repente.
La observo mientras sacaba su pequeno Nokia verde del bolso, miraba la pantalla y luego, visiblemente temblorosa, respondia:
– ?Si, Danica?
Siguieron unos graznidos furiosos en un idioma que no reconocio. Al cabo de unos momentos, la pelea que la mujer tenia con la otra persona, Danica, parecio intensificarse. Paseaba arriba y abajo de la cocina, hablando cada vez mas fuerte, luego salio y se quedo en lo alto de las escaleras del salon, donde la conversacion se transformo en lo que parecia un partido de gritos en toda regla.
Aparto sus ojos de el menos de sesenta segundos, pero fue mas que suficiente para que su mano saliera disparada, cogiera la llave, la presionara en la cera blanda de la lata que llevaba oculta en la palma de la mano y la devolviera a la mesa.
Capitulo 72
Malling House, la central de la Policia de Sussex, a quince minutos en coche del despacho de Grace, era un batiburrillo de edificios, situados a las afueras de Lewes, la capital del condado de East Sussex, desde donde se manejaban la administracion y gestion claves de los cinco mil agentes y empleados que pertenecian al cuerpo.
Dos edificios dominaban. Uno, de tres plantas, cristal futurista y estructura de ladrillo, albergaba el centro de control, la oficina de registro e investigacion de crimenes, el centro de coordinacion de llamadas y el centro de mando del cuerpo, asi como la mayoria del hardware informatico de la policia. El otro era una imponente mansion estilo reina Ana de ladrillo rojo, en su dia una casa solariega y ahora un edificio de interes historico nacional, conservado en un estado magnifico, que habia dado su nombre a la central de policia. Se erigia con orgullo a pesar de estar junto a una expansion maltrecha de aparcamientos, viviendas prefabricadas de una sola planta, estructuras modernas de poca altura y un edificio oscuro sin ventanas, con una chimenea alta que a Grace siempre le recordaba a una fabrica textil de Yorkshire. Dentro se encontraban los despachos del director, del director adjunto y de los subdirectores, uno de los cuales era Alison Vosper, junto con su personal de apoyo, ademas de diversos agentes de alto rango que trabajaban temporal o permanentemente fuera de aqui.
El despacho de Vosper estaba en la planta baja, en la parte delantera del edificio. Por una ventana grande de guillotina se veia un sendero de gravilla y un cesped circular detras. Mientras Grace se acercaba a la mesa, vislumbro un tordo en la hierba, banandose debajo del chorro de un aspersor.
Todas las salas de recepcion contenian muebles esplendidos, estuco magnifico y techos impresionantes, que habian sido restaurados cuidadosamente despues de que unos anos atras un incendio destruyera el edificio casi por completo. Originariamente, la casa habia sido construida para proporcionar una vida refinada y recalcar a los visitantes la riqueza de su propietario.
Debia de ser agradable trabajar en una sala como esta, penso, en este oasis de calma, lejos de los espacios estrechos y asquerosos de Sussex House. A veces pensaba que podria disfrutar de la responsabilidad, y el subidon de poder que la acompanaba, pero luego se preguntaba si podria soportar el politiqueo. En especial esa maldita correccion politica insidiosa que obligaba a doblegarse ante mucho mas que los rangos. Sin embargo, en estos momentos no pensaba tanto en un ascenso como en evitar que lo degradaran.
Hacia ya algunos anos, debido a sus cambios de humor, una persona ocurrente habia apodado a Alison Vosper «Numero 27», por un plato agridulce del menu de un restaurante de comida china para llevar, y el mote habia cuajado. La subdirectora podia ser tu nueva mejor amiga hoy y tu peor enemiga manana. A Grace le parecio que desde hacia mucho tiempo el solo era lo ultimo. Aguardaba delante de su mesa, habituado al hecho de que rara vez invitara a sus visitas a sentarse, para acortar las reuniones e ir al grano.
Asi que le sorprendio, y le provoco una sensacion bastante desagradable en la boca del estomago que, sin levantar la vista de un documento encuadernado con cinta verde, le indicara con la mano uno de los dos sillones rectos junto a la gran extension de su mesa brillante de palisandro.
De unos cuarenta y pocos anos, rubia con el pelo corto y un corte severo que envolvia un rostro duro pero no carente de atractivo, vestia de manera formal, con una blusa blanca perfectamente planchada abotonada hasta el cuello, a pesar del calor, y un traje chaqueta entallado azul marino, con un pequeno broche de strass en la solapa.
Como siempre, los periodicos nacionales de la manana estaban desplegados sobre su mesa. Grace podia oler su perfume habitual, ligeramente acido; estaba matizado con el aroma mucho mas dulce de la hierba recien cortada que entraba flotando con una agradable brisa por la ventana abierta.
No podia evitarlo. Cada vez que entraba en este despacho su confianza se evaporaba, como solia pasarle cuando, de nino, lo llamaban al despacho del director. Y el hecho de que ella siguiera ignorandole, lo puso mas nervioso a cada segundo que pasaba. Escucho el silbido del aspersor fuera. Luego, dos tonos de un movil, apenas perceptibles, en otra sala.
Munich iba a ser el primer punto del ataque de Alison Vosper, y Grace tenia preparada su defensa -aunque habia que reconocer que era algo debil-. Pero cuando por fin la subdirectora lo miro, si bien no resplandecia de alegria, si le ofrecio una sonrisa cordial.
– Disculpame, Roy -dijo-. Estaba leyendo unas malditas normas de la Union Europea sobre el trato que deben recibir los solicitantes de asilo que delinquen. No queria perder el hilo. ?Menuda chorrada! -prosiguio-. Es increible la cantidad de dinero de los contribuyentes, tuyo y mio, que se gasta en cosas asi.
– ?Y tanto! -dijo Grace, que tal vez mostro su conformidad con demasiada seriedad, esperando con cautela a que la expresion de Vosper cambiara y utilizara el arma que tuviera preparada contra el.
La subdirectora levanto el puno en el aire.