acrobatico por encima de una senal de informacion.
Varios vagabundos, a quienes conocia de vista, habian pasado por delante de el en la ultima media hora. Seguramente pasarian el dia en los jardines del Pavilion antes de trasladarse al siguiente portal o callejon, transportando sus bienes materiales en bolsas de la compra, plasticos o en carritos de supermercado, dejando tras ellos el hedor agrio a sacos humedos. Y comenzaban a salir los delincuentes de Brighton -los traficantes, camellos, contrabandistas y consumidores-. Los yonquis, que casi habian agotado sus ultimas dosis, iniciaban su tarea ardua e incansable de encontrar el dinero para sus siguientes chutes, por el medio que fuera.
Durante los parentesis entre un transeunte y otro, el agente Packer si tomaba notas de verdad en su cuaderno. Aspiraba a ser escritor y, en estos momentos, trabajaba en un guion sobre una pandilla de extraterrestres cuyo sistema de navegacion se habia estropeado y habian logrado aterrizar en la Tierra, justo en las afueras de Brighton, en busca de ayuda. Transcurridos solo unos dias, estaban desesperados por marcharse. Habian atracado a dos de los marcianos, les habian hecho polvo la nave espacial, que habia ido a parar al deposito municipal porque no tenian dinero para pagar la grua que podria sacarla de la carretera donde la habian aparcado, y no les gustaba la comida. Ademas, no podian obtener ninguna ayuda terricola sin rellenar previamente un formulario a traves de internet, lo que requeria un codigo postal y un numero de tarjeta de credito que no tenian. A veces Packer se preguntaba si su trabajo le estaba volviendo demasiado… cinico.
Entonces volvio a la realidad de golpe. Con el rabillo del ojo, vio una figura conocida de hombros redondos que arrastraba los pies. Y de repente su manana, que ya de por si era agradable, mejoro notablemente cuando la figura paso por delante de el sin verle.
Con aversion, asco y compasion a partes iguales, Paul se quedo mirando al joven escualido y demacrado con la capucha raida, pantalones de chandal y zapatillas sucias. Llevaba el pelo naranja rapado al uno, como el, y lucia, como siempre, un hilito de barba que bajaba del centro de su labio inferior hasta el menton. Paul le observo mientras pasaba lentamente por delante de un chico que estaba sacando una fotografia a su novia o esposa, ajeno a casi todo lo que ocurria a su alrededor. Zigzagueo por entre un grupo de turistas conducidos por un guia turistico, y ahora el agente supo exactamente adonde se dirigia.
A la pared al otro lado de la plaza, donde estaban los cajeros automaticos, uno junto a otro. Y, en efecto, el joven se sento entre dos. Era un lugar popular para mendigar. Y ya tenia un objetivo, una joven que estaba introduciendo su tarjeta de credito en la maquina.
Paul Packer aprovecho el momento, cruzo la plaza a grandes zancadas y se planto delante del chico justo cuando oyo que decia con voz ronca y debil:
– ?Me das algo de cambio, guapa?
A modo de saludo, Packer alargo el dedo indice acortado de su mano derecha.
– Hola, Skunk -dijo-. ?Me recuerdas?
Skunk lo miro con cautela. La mujer estaba hurgando en su monedero. Packer se volvio hacia ella.
– Soy policia. Mendigar es ilegal. Aunque este tio conoce mejores formas de conseguir una libra de carne, ?verdad? -dijo, volviendose hacia Skunk, moviendo el indice maltrecho y haciendo una serie de mordiscos rapidos, entrechocando los dientes ruidosamente, burlandose de su antiguo agresor.
– No se a que te refieres -dijo Skunk.
– Hay que refrescarte la memoria, ?verdad? ?Te ayudaria pasar el dia en el calabozo?
– Vete a la mierda. Dejame en paz.
Packer miro a la joven, que parecia no saber donde meterse. Cogio el dinero y la tarjeta y huyo.
– Estoy limpio -anadio de repente Skunk hoscamente.
– Ya lo se, colega. No quiero trincarte. Solo me preguntaba si querrias darme cierta informacion.
– ?Que gano yo?
– ?Que sabes de Barry Spiker?
– No se quien es.
Un coche de bomberos bajo gimiendo por North Street, la sirena mas fuerte que la de un barco, y Packer espero a que acabara de pasar.
– Si que lo sabes. Haces trabajitos para el.
– No se quien es.
– Entonces, ese Audi descapotable en el que andabas pavoneandote el viernes por la noche por el paseo, ?era tu coche?
– No se a que te refieres.
– Creo que si lo sabes. Un coche te siguio, un coche camuflado de la policia. Yo iba en el. Conduces bastante bien -dijo con admiracion, a su pesar.
– No. No se a que te refieres.
Packer acerco el dedo indice recortado a la cara de Skunk.
– Tengo buena memoria, Skunk. ?Entiendes?
– Ya me encerraron por eso.
– Y luego saliste, pero mi dedo no volvio y aun estoy bastante cabreado, asi que voy a hacer un trato contigo. Elige: o bien me tienes pegado a ti el resto de tu asquerosa vida, o bien me ayudas.
Tras unos momentos de silencio, Skunk dijo:
– ?Que clase de ayuda?
– Informacion. Solo una llamada, eso es todo. Lo unico que quiero es que me llames la proxima vez que Spiker te encargue un trabajo.
– ?Y luego?
Packer le explico a Skunk lo que queria que hiciera. Cuando acabo, dijo:
– Entonces estaremos en paz.
– Y me detendreis, ?no?
– No, no te tocaremos. Y yo desaparecere. ?Trato hecho?
– ?Voy a sacar pasta?
Packer lo miro. Era un tipo tan patetico que, de repente, el agente sintio lastima por el.
– Ya apanaremos algo despues, como recompensa. ?Trato hecho?
Skunk se encogio de hombros, mustio e indiferente.
– Lo interpretare como un si.
Capitulo 74
La rueda de prensa del sabado ya habia sido tensa, pero la de hoy fue todavia peor. Unas cincuenta personas abarrotaban la sala y en el pasillo se apretujaban muchas mas que el sabado. Lleno total, penso Grace con gravedad. Lo unico bueno era que esta manana contaba con un apoyo solido.
Flanqueandole a cada lado, de manera que formaban una linea de tres delante del tablon concavo con la direccion de la pagina web de la Policia de Sussex y la leyenda de Crimestoppers, estaban la subdirectora Alison Vosper, que se habia cambiado de ropa despues de que Grace se marchara de su despacho y vestia un uniforme impecable, recien planchado, y el capitan de division de la Policia de Brighton, el comisario jefe Ken Brickhill, un policia franco y sincero de la vieja escuela, con un uniforme igualmente inmaculado. Brickhill era un tipo duro que no tenia tiempo para ser politicamente correcto y que colgaria sin remordimientos a la mayoria de los delincuentes de Brighton y Hove, si le dejaran. No era sorprendente que fuera respetado por casi todo el mundo que habia servido a sus ordenes.
Algunas de las ventanas estaban abiertas, pero, aun asi, con el sol entrando a traves de las persianas, el calor era sofocante. Alguien hizo una comparacion sarcastica con el Agujero Negro de Calcuta, mientras el jefe de prensa de la Policia de Sussex, Dennis Ponds, que iba vestido con exuberancia pero un poco anticuado, se abria paso alrededor de la mesa para unirse al trio, murmurando una excusa por llegar tarde.
Ponds comenzo acercandose demasiado al microfono, de manera que sus primeras palabras casi se perdieron en un chirrido.
– Buenos dias -dijo, empezando de nuevo. Esta vez, su voz empalagosa y obsequiosa sono mas clara-. El comisario Grace comenzara esta rueda de prensa repasando las investigaciones sobre las muertes de la senora