mismo dia, era informar a la ciudadania de los crimenes que se habian cometido, con la esperanza de obtener pistas. Pero lo unico que se conseguia con este alarmismo era colapsar las centralitas de la policia con cientos de llamadas de mujeres asustadas.

Comio todo el sandwich que pudo, lo bajo con una Coca-Cola Light tibia, luego salio del coche y tiro el resto del almuerzo y su envoltorio a una papelera. Diligentemente, compro un tique de la zona azul y lo coloco sobre el salpicadero. Luego se dirigio al puesto prefabricado FLORES HOSPITALIDAD y escogio un ramo pequeno. Recorrio la fachada principal del hospital, que tenia una parte pintada de blanco, otra color crema y otra gris, y entro por debajo del toldo de plexiglas, pasando por delante de una ambulancia con la palabra escrita al reves en el capo con letras verdes grandes.

Roy odiaba este lugar. Le molestaba e incomodaba que una ciudad de la talla de Brighton y Hove tuviera un hospital tan asqueroso y ruinoso como este. Tal vez tuviera un nombre grandilocuente, y un complejo de edificios impresionante, y algunos departamentos, como la Unidad de Cardiologia, eran de lo mejor, eso seguro, pero por lo general la tipica choza provisional del Tercer Mundo que alberga un centro medico dejaba este lugar en evidencia.

En una ocasion leyo que durante la Segunda Guerra Mundial, por primera vez en la historia, murieron mas soldados por heridas sufridas en combate que por infecciones contraidas en los hospitales mientras recibian tratamiento. A la mitad de los ciudadanos de Brighton y Hove les aterrorizaba ir a este lugar, ya que corria el rumor de que era mas probable morir de lo que pillaras alli dentro que de la dolencia que te hubiera hecho acudir a el.

No era culpa del personal medico, que estaba compuesto en su mayoria por personas serias que se dejaban el pellejo trabajando -lo habia visto con sus propios ojos-. Culpaba a la direccion y culpaba al Gobierno, cuyas politicas habian permitido que la calidad de la asistencia sanitaria estuviera bajo minimos.

Paso por delante de la tienda de regalos y del bar Nuovo Caffe, tan hortera que parecia la cafeteria de una gasolinera de autopista, y se aparto para dejar pasar a una paciente anciana de mirada ausente, vestida con su bata de hospital y que bajaba por la rampa.

Su ira contra el lugar se intensifico aun mas cuando se acerco al mostrador en curva de madera de la recepcion solitaria y vio el cartel, junto a un ramillete de flores de plastico: LO SENTIMOS. LA RECEPCION ESTA CERRADA

Afortunadamente, Eleanor habia logrado localizar a su joven agente, la habian trasladado de la sala de traumatologia a otra llamada sala Chichester. Una lista en la pared le informo de que se ubicaba en la tercera planta de esta ala.

Subio por una escalera de caracol, en cuyas paredes habian pintado un mural alegre, recorrio un pasillo azul de linoleo, subio dos tramos mas de una escalera con la barandilla de madera y se detuvo en un pasillo feo y sucio. Una joven enfermera asiatica con camisa azul y pantalones negros se acerco a el. Percibio un olor tenue a pure de patatas y col, tipico de la comida escolar.

– Estoy buscando la sala Chichester -dijo.

Ella senalo.

– Siga recto.

Grace paso por delante de una hilera de bombonas de gas, cruzo una puerta con una ventana de cristal cubierta de avisos y entro en una sala con dieciseis camas. El olor a comida escolar aun era mas intenso alli dentro, tenido de un hedor apagado y agrio a orina y desinfectante. El suelo era de linoleo viejo y las paredes estaban mugrientas. Habian abierto las ventanas de par en par, que daban a otra ala del hospital, y habia un respiradero del que salia vapor. Alrededor de algunas camas, las cortinas horribles estaban parcialmente corridas.

Se trataba de una sala mixta de lo que parecian, en su mayoria, pacientes de geriatria y psiquiatria. Grace se quedo mirando un momento a una anciana menuda con mechones de pelo de color algodon, a juego con el cutis de sus mejillas hundidas, que dormia profundamente, con la boca desdentada muy abierta. Habia varios televisores encendidos. Un joven tumbado en una cama parloteaba en voz alta para si. Otra mujer mayor, en una cama al fondo, no paraba de gritar algo ininteligible a nadie en particular. La cama inmediatamente a su derecha estaba ocupada por un viejo arrugado y consumido, profundamente dormido, sin afeitar, las sabanas a un lado, dos botellas vacias de Coca-Cola en la mesa desmontable. Llevaba un pijama de rayas y el pantalon desabrochado, su pene flacido perfectamente visible, recostado en sus testiculos.

Y en la cama de al lado, rodeada de aparatos polvorientos, vio horrorizado a la persona a la que habia ido a visitar. Y ahora, mientras deslizaba la mano en su bolsillo y sacaba el movil, pasando furioso por delante de la concurrida sala de enfermeras, le hirvio la sangre.

Una de sus policias preferidas, la agente Emma-Jane Boutwood, habia resultado gravemente herida al intentar detener una furgoneta en la misma operacion en la que Glenn Branson recibio el disparo. Quedo aplastada entre la furgoneta y un coche aparcado y sufrio importantes lesiones internas, incluida la extirpacion del bazo, ademas de multiples fracturas oseas. La joven de veinticinco anos estuvo en coma y soporte vital mas de una semana; y cuando recupero la conciencia, a los medicos les preocupaba que no volviera a andar. Pero durante las ultimas semanas habia experimentado una mejoria espectacular, era capaz de levantarse sin ayuda y ya hablaba con entusiasmo de cuando podria reincorporarse al trabajo.

A Grace le caia muy bien. Era una agente increible y creia que tenia un gran futuro por delante en el cuerpo. Pero en esos momentos, al verla alli tumbada, sonriendole debilmente, parecia una nina perdida y desconcertada. Siempre delgada, ahora parecia escualida dentro de la bata ancha de hospital, y la etiqueta naranja casi le caia de la muneca. Tenia el pelo rubio, pero habia perdido su brillo, parecia paja seca, y lo llevaba recogido de cualquier manera, con algunos mechones sueltos. En la mesa junto a la cama descansaba un derroche de tarjetas, flores y fruta.

Sus ojos se lo dijeron todo antes incluso de hablar y algo estallo dentro de el.

– ?Como estas? -pregunto, sin desprenderse de las flores de momento.

– ?Como nunca! -dijo ella, esforzandose por animarse delante de el-. Ayer le dije a mi padre que iba a ganarle al tenis antes de que acabe el verano. Bueno, tendria que ser facil. ?Juega fatal!

Grace sonrio, luego pregunto con delicadeza:

– ?Que diablos estas haciendo en esta sala?

Ella se encogio de hombros.

– Me trasladaron hace tres dias. Dijeron que necesitaban la cama de la otra sala.

– ?Eso dijeron? Joder. ?Quieres quedarte aqui?

– La verdad es que no.

Grace dio un paso atras y escudrino la sala, buscando una enfermera. Luego se acerco a una joven asiatica con uniforme de enfermera que estaba sacando un calientacamas.

– Disculpe -dijo-. Estoy buscando al responsable de este lugar.

La chica se dio la vuelta y senalo a una enfermera agobiada de unos cuarenta anos, con el pelo recogido y rostro estudioso detras de unas gafas grandes, que justo entraba en la sala, con una tablilla sujetapapeles en la mano.

Con cuatro zancadas rapidas y decididas, Grace le corto el paso y le bloqueo el camino. La chapa que colgaba de su camisa azul decia: «ANGELA MORRIS, JEFA DE SALA».

– Disculpe -dijo Grace-, ?puedo hablar con usted?

– Lo siento -contesto ella, con una voz claramente hostil y altiva-. Estoy intentando solucionar un problema.

– Bueno, pues ahora tiene otro -dijo el, casi temblando de ira, y saco su placa y se la acerco a la cara.

La mujer parecio alarmada.

– ?Que…? ?De que va todo esto? -De repente su voz descendio varios decibelios.

Grace senalo a Emma-Jane.

– Tiene exactamente cinco minutos para sacar a esa joven de este agujero apestoso y ponerla en una habitacion privada o solo de mujeres. ?Lo entiende?

Altiva otra vez, la jefa de sala dijo:

– Tal vez deberia intentar comprender algunos de los problemas que tenemos en este hospital, comisario.

Elevando la voz hasta casi gritar, Grace le respondio:

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