quedado dos dias antes, cuando la pobre Priscilla perdia a su familia a causa de la viruela.
– Hmm hmm hmmm hmmmmmm hm hm…
Alexei le lanzo una brusca mirada de fastidio.
– Estoy cantando Dios salve al Rey -le dijo Harry-. Por si se lo estaba preguntando.
– No me lo estaba preguntando.
– Dios salve a nuestro gracioso Rey, larga vida a nuestro noble Rey. ?Dios salve al Rey!
El principe movio los labios, pero entre dientes dijo:
– Conozco la melodia.
Harry dejo que el volumen de su voz aumentara ligeramente:
– Que le haga victorioso, feliz y glorioso. Que tenga un largo reinado sobre nosotros: ?Dios salve al Rey!
– Acabe con su canto infernal.
– Solo estaba siendo patriotico -dijo Harry, volviendo a la carga-: ?Oh, Senor, nuestro Dios, dispersa a sus enemigos y hazlos caer!
– Si estuviesemos en Rusia, habria ordenado que lo arrestaran.
– ?Por cantar el himno de mi propio pais? -musito Harry.
– No necesitaria razon alguna aparte de mi propia complacencia.
Harry penso en ello, se encogio de hombros y prosiguio:
– Confunde sus politicas, frustra sus viles tretas, en ti depositamos nuestras esperanzas, ?que Dios nos salve a todos!
Hizo una pausa porque decidio que el ultimo verso no era necesario. Preferia terminar con las «viles tretas».
– Somos un pueblo sumamente justo -le dijo al principe-. Lo digo por si se ha sentido aludido por el «todos».
Alexei no respondio, pero Harry reparo en que tenia las dos manos cerradas en un puno.
Harry devolvio la atencion a La senorita Butterworth tras decidir que esta parte del espionaje no le disgustaba. No se habia divertido tanto fastidiando a alguien desde…
Nunca.
Al pensar eso se sonrio. Ni siquiera atormentando a su hermana habia disfrutado tanto. Y Sebastian nunca se tomaba nada en serio, practicamente era imposible hacerle enfadar.
Harry canturreo los primeros compases de La Marsellesa, unicamente para observar la reaccion del principe (su cara se encendio por la ira), y luego se puso a leer. Fue pasando paginas porque de pronto considero que no tenia ningun interes en los anos de formacion de Priscilla Butterworth, y por fin se decidio por la pagina 144, en la que por lo visto se hablaba de locura y desfiguracion, y habia insultos y lagrimas; todos los requisitos de una novela extraordinaria.
– ?Que lee? -pregunto el principe Alexei.
Harry alzo la vista distraidamente.
– ?Como dice?
– ?Que lee? -le espeto el principe.
Harry desvio los ojos hacia el libro y luego los levanto de nuevo hacia Alexei.
– Me ha parecido intuir que no deseaba usted hablar conmigo.
– Cierto, pero siento curiosidad. ?Que libro es?
Harry sostuvo el libro en el aire para que el principe pudiese ver la cubierta.
– La senorita Butterworth y el baron demente.
– ?Eso es lo que lee todo el mundo en Inglaterra? -se mofo el principe.
Harry penso en ello.
– No lo se. Lady Olivia lo esta leyendo. Y creo que yo tambien lo hare.
– ?No es este el libro que ella dijo que no le gustaria?
– Si, creo que si -musito Harry-. Y no la culpo.
– Leame un poco.
Primer tanto para el principe. Harry estaba casi tan sorprendido como si el principe se hubiese acercado hasta el y le hubiera besado en los labios.
– No creo que le guste -dijo Harry.
– ?Le gusta a usted?
– No mucho -contesto el sacudiendo la cabeza. No era exactamente cierto, porque le encantaba escuchar a Olivia cuando le leia en voz alta o leerle en voz alta a ella. Pero por alguna razon dudaba que las palabras tuviesen la misma magia compartidas con el principe Alexei Gomarovsky de Rusia.
El principe levanto el menton e inclino muy ligeramente la cabeza. Fue como si estuviese posando para un retrato, observo Harry. Ese hombre se pasaba la vida actuando como si posara para un retrato.
Si no fuera tan imbecil, se habria compadecido de el.
– Si lady Olivia lo esta leyendo -dijo el principe-, yo tambien quiero leerlo.
Harry hizo una pausa para asimilar eso. Supuso que por el bien de las relaciones anglo-rusas podia renunciar a La senorita Butterworth. Cerro el libro y se lo ofrecio.
– No. Leamelo usted.
Harry decidio obedecer. Era una peticion tan estrafalaria que no se atrevio a decir que no. Ademas, Vladimir habia dado dos pasos hacia el y empezaba a grunir.
– Como Su Alteza desee -dijo Harry, arrellanandose una vez mas con el libro-. Me imagino que le gustaria empezar por el principio.
Alexei contesto con un simple y regio asentimiento de cabeza.
Harry volvio al principio.
– Era una noche oscura y ventosa, y la senorita Priscilla Butterworth estaba convencida de que de un momento a otro empezaria a llover, y caeria del cielo una incesante cortina de agua que mojaria cuanto habia dentro de su ambito. -Alzo la vista-. Por cierto que la palabra «ambito» no se ha empleado correctamente.
– ?Que es esa «cortina»?
Harry repaso el texto.
– Mmm… no es mas que una forma de hablar. Parecida a la de «llover a cantaros».
– Eso si que me parece una estupidez.
Harry se encogio de hombros. Nunca le habia gustado mucho su idioma.
– ?Continuo?
De nuevo un asentimiento de cabeza.
– Naturalmente, dentro de su diminuta habitacion estaba guarecida de las inclemencias del tiempo, pero los marcos de las ventanas…
– El senor Sebastian Grey -anuncio la voz del mayordomo.
Con cierta sorpresa, Harry levanto la mirada del libro.
– ?Ha venido a ver a lady Olivia? -inquirio.
– Ha venido a verlo a usted -le informo el mayordomo, que parecia ligeramente desconcertado con todo el asunto.
– ?Ah…, vale! En ese caso hagalo pasar.
Sebastian entro instantes despues y ya iba por la mitad de la frase:
– … me ha dicho que te encontraria aqui. Debo decir que me ha venido muy bien. -Freno en seco y parpadeo unas cuantas veces mirando atonito al principe-. Alteza -saludo con una reverencia.
– Es mi primo -dijo Harry.
– Lo recuerdo -repuso Alexei con mucha frialdad-. Es un poco torpe con el champan.
– ?Que verguenza me dio! -dijo Sebastian, sentandose en un sillon-. Vera, soy un verdadero zopenco. La semana pasada sin ir mas lejos manche de vino al Ministro de Hacienda.
Harry estaba bastante seguro de que Sebastian no habia tenido nunca ocasion de estar con el Ministro de Hacienda en una misma sala, y mucho menos lo suficientemente cerca como para echarle vino en las botas.
Pero esto se lo guardo para si.
– ?Que haran sus excelsas senorias esta tarde? -pregunto Sebastian.
– ?Ya es por la tarde? -inquirio Harry.