pueblo, para sacarse un dinero… ella tenia por ese entonces catorce o quince anos. Asi es como se quedo prenada en esas ocasiones de las que le he hablado. El era pura basura.
Un explotador de mujeres condenando a otro.
– ?Y como es que no lo considero a el como un factor de riesgo cuando penso en Linda como instructora?
– ?Oh, lo hice! Pero pense que ya no habia que preocuparse de ese riesgo: para cuando contrate a Linda, Johnson estaba encerrado en la prision del condado, por robo… y se enfrentaba con una estancia en la penitenciaria, como reincidente. Estaba en la pura ruina, no era capaz ni de llegar a diez dolares en una fianza de cien. Yo obtuve su libertad, le di trabajo en la Magnafilm con un salario hinchado. El muy idiota ni siquiera tenia que aparecer en el trabajo: le mandaban el cheque a su pension. Lo unico que se le pedia a el era que permaneciese apartado de ella. ?No le parece que era un acuerdo muy generoso por nuestra parte?
– No, si se compara a un pedazo de la fortuna de Belding.
– El muy estupido -dijo-. No habia la mas minima posibilidad de que obtuviesen ni una moneda de la misma, pero el era un criminal compulsivo, no podia dejar de planear raterias.
– Y entra en escena el doctor Donald Neurath, experto en fertilidad y amigo del alma.
– Vaya, vaya… -exclamo Vidal-. Es usted un investigador muy concienzudo.
– ?Estaba Neurath en el plan de extorsion?
– El decia que no, aseguro que se le presentaron como una pareja casada, pobres y sin hijos: el senor y la senora Johnson. Insistio en que no lo habian enganado, que habia notado que habia algo raro en ellos, y que por tanto se habia negado a tomarla como paciente. Pero, de algun modo, lograron convencerle.
– Ya sabe usted como -le dije-. Fue un trueque: la pelicula porno a cambio de un tratamiento hormonal para Linda.
– Mas suciedad -dijo.
– Y, no obstante, Neurath sabia demasiado. Usted tuvo que acabar con el en algun punto de Mexico. Apuesto que no muy lejos de aqui.
– Doctor, doctor… me concede usted demasiado protagonismo. Yo nunca he
– ?Es asi como lo conecto usted al esquema de Cable? -le pregunte.
– No. Linda vino a verme diciendome que ya no podia trabajar con Leland. Y llevando una nota, con papel de Neurath, en la que se decia que habia contraido algun tipo de infeccion vaginal. Al principio, no sospeche nada. Todo parecia correcto. Le di una paga de diez mil dolares como finiquito, y le desee buena suerte. Naturalmente, luego uni todas las piezas del rompecabezas.
– ?Como reacciono Belding a la partida de ella?
– No reacciono. En ese momento estaba experimentando, probando su recien hallada confianza con otras mujeres. Tantas como le era posible. Incluso comenzo a pavonearse de ello.
La transformacion de Belding de ermitano a playboy. Las fechas concordaban.
– ?Y que paso luego?
– Casi un ano despues, Cable Johnson me llamo y me informo de que, si realmente me preocupaba el bienestar de Leland seria mejor que tuviese una charla con el. Nos citamos en un repugnante hotelucho de la parte baja de la ciudad; Johnson estaba borracho y contento como un chucho con un gran hueso: paseandose arriba y abajo como un pavo real, muy orgulloso de si mismo. Me explico que Linda habia dado a luz unas hijas de Leland. Que se la habia llevado a Texas para que lo hiciese… pero que ahora ya habian regresado y que «nos iban a atornillar».
Vidal alzo su taza de cafe, lo penso mejor y la volvio a dejar.
– ?Oh, se creia muy listo! Lo tenia todo pensado: poniendome el brazo sobre los hombros, como si fueramos viejos amigos, ofreciendome ginebra barata de una botella sucia. Cantando canciones obscenas y diciendome que ahora, los Johnson y los Belding iban a se
– Tres obsequios -intervine.
Asintio con la cabeza.
Trillizas. Todo aquel trastear con hormonas haciendoles cosas extranas a los ovulos, incrementando las posibilidades de un nacimiento multiple. Hoy esto es de conocimiento medico general, pero Neurath se habia adelantado a su tiempo.
– Lo unico importante que haya pasado en Port Wallace -comente-: Jewel Rae, Jana Sue. Y la pobre Joan Dixie, nacida ciega, sorda y paralitica.
– La pobre cosita, tan patetica -afirmo el-. Fue algun tipo de dano al cerebro… El lugar al que se llevo a Linda era primitivo. Casi se muere en el parto.
Cerro los ojos y agito la cabeza.
– ?Era tan pequena… no mayor que un puno! Fue un milagro el que sobreviviese. Linda la llevaba en un cesto a todas partes, y no dejaba de hacerle mimos y darle masajes en los miembros. Queria creer que sus espasmos eran movimientos voluntarios. Fingia que todo era normal.
– Algo asi debio de ser dificil de aceptar para un hombre remilgado.
Agito la cabeza.
– La pobre chica estupida, creia que, al verlas, a el se le encenderia el amor paterno. El la escucho, y le dijo lo que ella queria escuchar. En el mismo momento en que ella se hubo ido, Belding me llamo y me ordeno ir a verle para una «sesion de resolucion de problemas». Y no es que quisiera conocer mi opinion… ya habia llegado a una decision: todos ellos tenian que ser eliminados. Definitivamente. Y yo iba a ser el angel de la muerte.
– ?Tambien habia que matar a las ninas?
Asintio con la cabeza.
– Toda la maldad es siempre cargada a las espaldas del muerto -comente-. Pero algun buen SS cumplio la orden.
Bebio, tosio, saco del bolsillo la botella nebulizadora y se lanzo una rociada garganta abajo.
– Yo salve a esas ninas -dijo-. Solo yo podia haberlo logrado; solo yo tenia la bastante confianza de Leland como para mostrarme en desacuerdo con el sin que pasase nada. Le dije que el infanticidio estaba absolutamente fuera de cuestion. Que si alguna vez llegaba a saberse, seria su ruina… y la ruina de la Magna.
– Un modo pragmatico de presentarselo.
– El unico modo que el comprendia. Le explique que las ninas serian dadas a adopcion, de un modo que quedaria permanentemente oscurecida cualquier conexion con el. Que podia redactar un nuevo testamento en el que quedasen especificamente excluidos todos los parientes de sangre, conocidos o desconocidos, para que asi no pudiesen heredar ni un centavo. Al principio no queria ni oir hablar de eso, seguia insistiendo en que la unica solucion estaba en la «opcion sin ambiguedades».
»Yo le conteste que siempre habia llevado a cabo todo lo que me habia ordenado, sin rechistar, pero que antes que hacer esto, dimitiria. Y si las ninas morian, no podia garantizarle el guardar silencio. Asi que, ?estaba tambien dispuesto a eliminarme a mi?
»Eso le irrito… y le dejo muy preocupado. Desde la infancia, nadie le habia dicho jamas que no. Pero me respeto por no doblegarme ante el, y al cabo estuvo de acuerdo con mi plan.
– Un plan muy habil -acepte-. Que incluia un premio de consolacion para su hermana…