antes de que pudiera darme cuenta, habia desaparecido. Tras esto, aun la vi menos. Las llamadas a Venice solo servian para poner en marcha su contestador. Las visitas sin previo aviso eran enloquecedoramente insatisfactorias: habitualmente estaba rodeada por musicos de ojos tristones, abrazados a maltrechos instrumentos y cantando un tipo de blues u otro. Cuando la atrapaba a solas, usaba el rugido de las sierras electricas y los tornos, o el siseo de su pistola de pintar, para ahogar toda discusion.

Yo rechinaba de dientes, me echaba atras, me decia a mi mismo que fuese paciente. Y me adapte creandome yo mismo una pesada carga de trabajo. Durante toda la primavera me dedique a las evaluaciones, a escribir informes y a testificar, como un poseso. Comia con abogados, me quedaba atrapado en embotellamientos del trafico. Ganaba montones de dinero y no tenia a nadie en quien gastarlo.

A medida que se fue acercando el verano, Robin y yo nos habiamos convertido en educados desconocidos. Aquello tenia que estallar por alguna parte. Y, a principios de mayo, sucedio.

Fue en una manana de domingo, rica en esperanzas. Ella habia venido a casa, a ultima hora de la tarde del sabado, para recoger algunos bocetos, y habia acabado pasando la noche conmigo, haciendome el amor con una determinacion de llevar a cabo un trabajo bien hecho que me aterraba, pero que me parecia mejor que nada.

Cuando me desperte, tendi el brazo al otro lado de la cama, para tocarla, y palpe unicamente el percal. Se filtraban sonidos desde la sala de estar. Salte de la cama y la encontre vestida, con el bolso colgando del hombro, dirigiendose a la puerta de la calle.

– Buenos dias, nena.

– Buenos dias, Alex.

– ?Te marchas?

Asintio con la cabeza.

– ?Que prisa tienes?

– Muchas cosas que hacer.

– ?En domingo?

– Domingo, lunes, poco importa. -Coloco la mano en el tirador de la puerta-. He hecho zumo… hay una jarra en la nevera.

Fui hasta ella, puse mi mano en su muneca.

– Quedate un poco mas.

Ella se solto.

– De veras que tengo que irme.

– Vamos, date un respiro.

– No necesito un respiro, Alex.

– Al menos quedate un rato y hablemos.

– ?De que?

– De nosotros.

– No hay nada de que hablar.

Su apatia era forzada, pero de todos modos aquello colmo el vaso. Y muchos meses de frustracion fueron comprimidos en unos pocos momentos de incendiario soliloquio:

Ella era una egoista. Estaba obsesionada en si misma. ?Como se creia que se sentia uno, al tener que vivir como un ermitano? ?Que habia hecho yo para merecer un tal trato?

Luego siguio una lista muy completa de todas mis virtudes, de cada servicio que, desprendidamente, yo habia llevado a cabo por ella, desde el dia en que nos habiamos conocido.

Cuando hube terminado, ella dejo el bolso y se sento en el sofa.

– Tienes razon. Necesitamos hablar.

Se puso a mirar por la ventana.

Le dije:

– Te estoy escuchando.

– Estoy tratando de ordenar mis pensamientos. Tu trabajo son las palabras, Alex. No puedo competir contigo en ese campo.

– Nadie necesita competir con nadie. Simplemente, hablame: dime lo que tienes en mente.

Ella agito la cabeza.

– No se como decir esto sin resultar danina.

– No te preocupes por eso. Limitate a soltar lo que llevas dentro.

– Lo que usted diga, Senor Doctor. -Y luego-: Lo siento, es que me resulta muy dificil.

Espere.

Apreto los punos, los abrio y extendio los dedos.

– Dale una ojeada a esta habitacion… al mobiliario, a las obras de arte… Todo esta exactamente del mismo modo en que estaba el primer dia que la vi. Perfecta, como para una foto de revista de decoracion… tu gusto perfecto. Durante cinco anos, yo solo he sido una invitada.

– ?Como puedes decir eso? Esta es tu casa.

Ella iba a replicarme, pero agito la cabeza y aparto la mirada.

Me coloque en su linea visual, senale hacia la mesa de caballetes en madera de fresno, que habia en el comedor.

– El unico mueble que me importa es ese. Y es porque tu lo construiste.

Silencio.

– Solo tienes que decirlo, y cogere un hacha y lo hare todo astillas, Robin. Empezaremos a partir de cero. Juntos.

Ella oculto su cara en las manos, la mantuvo asi un tiempo y luego la alzo, con los ojos llorosos.

– No es un problema de decoracion de interiores, Alex.

– ?Cual es el problema?

– Tu eres el problema. El tipo de persona que eres. Avasallador. Agobiante. El problema es que nunca me has preguntado si queria algo diferente… si tenia ideas propias.

– Nunca pense que este tipo de cosas te importara.

– Nunca te hice saber que me importasen…, tambien yo soy el problema, Alex. Aceptando, siguiendote, adaptandome a tus nociones preconcebidas. Y, entre tanto, he estado viviendo una mentira…, viendome a mi misma como fuerte y autosuficiente.

– Eres fuerte.

– Esa era la argumentacion habitual de Papi: eres una chica fuerte, una hermosa chica fuerte. Acostumbraba a enfadarse mucho conmigo cuando me fallaba la confianza en mi misma, me gritaba y me decia, una y otra vez, que yo era diferente de las otras chicas. Mas fuerte que ellas. Para el, el ser fuerte equivalia a usar tus manos, a crear. Cuando las otras chicas estaban jugando con sus munecas Barbie, yo estaba aprendiendo a como cambiarle la hoja a una sierra de tira y rascandome los dedos hasta los huesos con el cepillo. Construyendo perfectas uniones de madera. Siendo fuerte. Durante anos me trague ese cuento. Y aqui estoy ahora, dandome por fin una buena mirada en el espejo, y lo unico que veo en el es a otra debil mujer, viviendo de un hombre.

– ?Lo de Tokio ha tenido algo que ver con todo esto?

– La oferta de Tokio me hizo ponerme a pensar acerca de lo que yo queria de la vida, y me hizo darme cuenta de lo muy lejos que estaba de ello… de lo dependiente que siempre he sido de alguien.

– Nena, yo nunca quise meterte bajo mi ala…

– ?Ese es el problema! ?Soy una nena… un maldito bebe! ?Inerme y preparada para ser ajustada por el buen doctor Alex!

– Nunca te he visto como a una paciente -le dije-. ?Por Dios, te amo!

– Amor -dijo ella-. Sea lo que sea lo que eso signifique.

– Yo se lo que significa para mi.

– Entonces, eres mejor persona que yo, ?vale? ?Lo cual es la parte central del problema, ?no?! El doctor Perfecto, Comecocos, Desfacedor de Entuertos. Bien parecido, inteligente, encantador, con dinero… y con todos esos pacientes que piensan que eres Dios.

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