A finales de 1952 reaparecio, convertido de la noche al dia en un nuevo hombre: un Leland Belding publico, que acudia a estrenos y fiestas, que era visto acompanando a jovenes estrellas a Ciro's, Trocadero o Mogambo. Y que produjo una serie de nuevas peliculas: comedietas insustanciales, repletas de dobles sentidos.

Se traslado desde su «monacal» apartamento en las oficinas de la Magna a una mansion en Bel Air. Se construyo, el mismo, el reactor privado mas potente del mundo, tapizado con piel de leopardo y recubierto interiormente con vieja madera de caoba, arrancada de un chateau frances, de muchos siglos de antiguedad, que dejo reducido a escombros.

Compro cuadros de los viejos maestros clasicos a camionadas, gano al Vaticano en las pujas por tesoros religiosos saqueados en Palestina. Se quedo con caballos de carreras, jockeys, preparadores, todo un hipodromo. Y un equipo de beisbol. Compro todo un tren de pasajeros, que convirtio en un local movil para fiestas. Adquirio una flota de coches de artesania: Dusies, Cords, Packards y Rolls-Royces. Los tres diamantes mas grandes del mundo, locales de subastas llenos de muebles antiguos, mas casinos en Las Vegas y Reno, un surtido de domicilios que se extendian desde California a Nueva York.

Por primera vez en su vida comenzo a contribuir a la caridad: de un modo exagerado, ostentoso. Dando donaciones para hospitales e instituciones de investigacion cientifica, con la condicion de que se les pusiese su nombre y tuviesen los equipos directivos que el designase. Y organizo suntuosos bailes de gala para apoyar a la opera, al ballet, a las orquestas sinfonicas.

Entre tanto, estaba reuniendo todo un haren: actrices, herederas, bailarinas, reinas de belleza. El heredero mas apetecible del mundo habia eclosionado al fin.

Superficialmente, era un cambio radical de personalidad. Pero un periodista del Vogue, hablando de una fiesta que habia montado Belding para el Metropolitan Museum of Art, describia al multimillonario como quedandose «a un lado, sin sonreir y nervioso, mas bien observando los festejos que participando de los mismos. A estos ojos, reconocidamente cinicos, le parecio como un ninito perdido, encerrado en una habitacion llena de dulces… tantos dulces, que el habia perdido el apetito».

Con tantas fiestas, espere encontrar algo acerca de William Houck Vidal. Pero no habia nada, ni siquiera una foto de grupo, que sugiriese que el antiguo «consultor de negocios» hubiera participado en la metamorfosis de su jefe. La unica mencion de Vidal a principio de los cincuenta habia sido una cita en una revista de negocios, hablando del inicio del desarrollo de un nuevo cazabombardero. Era una cita que se atribuia a «W. Houck Vidal, Vice-Presidente Primero y Jefe de Operaciones de Magna».

Un hombre habia pasado de empresario a playboy. El otro habia invertido el proceso. Era como si Belding y Vidal estuvieran equilibrados en un columpio psiquico.

Intercambiando personalidades.

Luego, a principios de 1955, todo acabo.

Belding cancelo una gala de la Asociacion contra el Cancer, se perdio totalmente de vista. Y empezo lo que una revista llamo «la mayor liquidacion de la historia». Las mansiones, coches, joyas y otros articulos de consumo principescos fueron vendidos…, con un gran beneficio. Incluso la venta del estudio cinematografico, ahora apodado «Magnatortazo», represento millones de ganancias por la enorme plusvalia en la valoracion del terreno.

La prensa se pregunto cual seria la nueva «fase» de Belding. Y cuando quedo claro que la desaparicion del magnate era permanente, la cobertura de su vida se fue haciendo mas y mas limitada, hasta que, a mediados de los sesenta, ni Belding ni la Magna eran mencionados en otra cosa que no fueran las publicaciones financieras y tecnicas.

Los sesenta: Oswald. Ruby. Hoffman y Rubin. Stokely y Rap. No faltaban los famosos dispuestos a desnudarse ante la camara. A nadie le importaba ya un rico anacoreta, que en otro tiempo habia hecho malas peliculas.

En 1969, se informo de la muerte de Leland Belding «en algun lugar de California, subsiguientemente a una larga enfermedad». De acuerdo con los deseos del testamento del soltero multimillonario, un grupo de antiguos ejecutivos de la Magna asumio el liderazgo de la empresa, recayendo el puesto de Presidente del Consejo sobre William Houck Vidal.

Y esto era todo. Hasta 1972, cuando un ex-periodista y escritor especializado en hacer de negro por encargo, llamado Seaman Cross, produjo un libro que el afirmaba ser la biografia, no autorizada, de Leland Belding. Segun Cross, el multimillonario habia falseado su muerte para lograr hallar la «verdadera paz». Despues, tras haber meditado durante diecisiete anos en soledad, habia decidido que tenia algo que decirle al mundo, y elegido a Cross como su profeta, concediendole centenares de entrevistas para un proyectado volumen de autobiografia, antes de cambiar de idea y anular el proyecto.

De todos modos, Cross habia seguido adelante y completado el libro, titulandolo El Multimillonario Ermitano, y obteniendo por el un «adelanto del orden de las seis cifras, casi siete». Durante su muy breve vida, el libro habia causado furor.

No era el tipo de cosas que a mi me iban, asi que en su momento, no le habia prestado demasiada atencion. Pero ahora me lo trague de un tiron, sin dejar el tomo hasta haberlo terminado.

La tesis de Cross era que una tragedia personal, a principios de los cincuenta, una tragedia de la que Belding se habia negado a hablarle, pero que Cross suponia romantica, habia hundido al joven multimillonario en una fase maniaca de playboy, seguida por un grave colapso psiquico y varios anos de convalecencia en un hospital mental privado. El hombre que habia emergido de alli era «alguien lleno de fobias, paranoide, obseso seguidor de una extrana filosofia personal que combinaba las religiones orientales con un vegetarianismo militante y un individualismo a lo Ayn Rand, llevado a su maxima expresion».

Cross afirmaba haber hecho numerosas visitas a la casa de Belding, un domo geodesico hermeticamente sellado, sito en algun lugar del desierto, del que el multimillonario jamas salia. El sistema de transporte era espectacular: a Cross lo llevaban en coche, siempre con los ojos vendados, siempre en plena noche, hasta un helipuerto que se hallaba a menos de una hora de Los Angeles… la implicacion era que se trataba de El Segundo, y luego era trasladado en vuelo hasta el domo, en donde permanecia un par de horas, para ser devuelto a casa por el mismo sistema, antes de que rompiese el alba.

El domo era descrito como equipado con una consola de mandos, controlada por ordenadores, mediante la cual Belding podia seguirle el pulso a sus multiples intereses economicos internacionales, regular los sistemas de purificacion del aire y del agua (desarrollados por la Magna Corporation para la NASA), efectuar la aspiracion automatica del polvo y desinfeccion quimica ambiental, y manejar un complicado sistema de canerias, valvulas, tubos y conductos neumaticos por los que entraban al domo el correo, los mensajes, la comida y bebida esteriles, y salian del mismo los desechos.

Nadie mas que Belding podia entrar en el domo, ni estaba permitido hacerle fotos o dibujos. A Cross le habian obligado a realizar sus entrevistas dentro de una cabina con ruedas, que era colocada junto al domo, de modo que estuviese en contacto con un panel de comunicaciones del mismo.

Asi describia las entrevistas:

Nos comunicabamos mediante un sistema de microfonos y altavoces que Belding controlaba. Cuando deseaba que yo lo viese, me lo permitia a traves de una ventana de plastico transparente, una superficie que el podia oscurecer, tocando un boton. Y utilizaba esta ventana, que podia cerrar a voluntad, y no pocas veces, para castigarme por haberle hecho alguna pregunta indebida. Y no volvia a prestarme su atencion hasta que yo me excusaba y le prometia ser bueno.

Por extrano que esto pudiera parecer, aun lo era mas la descripcion que Cross daba de Belding:

Demacrado hasta casi parecer un rescatado de Auschwitz, con una gran barba, con sus largos y enmaranados cabellos canos llegandole hasta media espalda, con collares de cristales colgando de su cuello delgado, como de pajaro, y con grandes anillos, tambien de cristal, en cada dedo. Las unas de esos dedos estaban pulimentadas y lacadas de un negro brillante, aguzadas en punta, y parecian tener unos cinco centimetros de largo. El color de su piel era de un extrano blanco verdoso. Sus ojos, tras gruesos cristales tenidos de rosa, estaban desorbitados y nunca paraban de moverse, saltando de un lado a otro y parpadeando, como los de un sapo mientras caza moscas.

Pero era su voz lo que me resultaba mas escalofriante: plana, mecanica, completamente desprovista de emocion. Una voz carente de humanidad. Aun ahora me estremezco cuando la recuerdo.

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