Rathbone habia convertido una situacion insostenible en otra revestida de dignidad, incluso de cierto honor, al menos en apariencia.

Ahora bien, ?y despues? ?Que quedaba detras de la momentanea victoria en la sala del tribunal, el asombro del publico, la admiracion de su talento y habilidad? ?Que pasaba con la cuestion del porque? ?Quien le habia pagado por hacerlo? Si se trataba de un favor, ?a quien se lo debia? ?Quien podia pedir u ofrecer algo que pudiera desear un hombre como el Rathbone que el conocia? En el pasado, Hester, Monk y el habian librado grandes batallas que pusieron a prueba cada gramo de su valentia, imaginacion e inteligencia porque creian en las respectivas causas.

Si Rathbone fuera sincero, ?que pensaria de aquello? Jericho Phillips era un hombre malvado. Incluso Rathbone se habia guardado de decir que era inocente, limitandose a senalar que la acusacion no habia demostrado que fuese culpable mas alla de toda duda fundada. La defensa se centro en tecnicismos legales, no en una valoracion de los hechos ni, por descontado, en un juicio moral. Si Rathbone en verdad amaba la ley por encima de todo lo demas, Monk se habia equivocado con el desde el principio de su amistad, y aquel no era solo un pensamiento inquietante sino tambien triste.

Solo cabia pensar que a Rathbone le motivaba algo menos prosaico que el dinero. Monk se negaba a creer que fuese algo tan innoble y simple como eso.

La cena estaba lista y se sentaron a comer en silencio. Un silencio cordial y amigable; cada cual estaba perdido en sus propios pensamientos, si bien preocupado por el mismo tema. Monk miro a Hester a los ojos un instante y se dio cuenta de ello, asi como de que ella tambien era consciente de lo mismo. Ninguno de los dos estaba preparado aun para hablar.

No habian conseguido que se hiciera justicia. Poco importaba lo que Rathbone hubiera argumentado, el uso de la ley habia posibilitado que un hombre a todas luces culpable saliera en libertad, permitiendosele repetir sus delitos con tanta frecuencia como quisiera. El mensaje transmitido a la gente era que la habilidad gana, no el honor. Y el propio Monk era tan culpable de ello como Rathbone. Si hubiese hecho su trabajo mas concienzudamente, si hubiese sido tan listo como Rathbone, Phillips estaria de camino a la horca. Al darlo por sentado porque tenia razon habia adoptado una especie de invulnerabilidad a la derrota, habia sido descuidado y habia defraudado a Orme, quien tan duro habia trabajado y confiado en el. Tambien habia defraudado a Durban. Aquello estaba llamado a ser un acto de gratitud, lo unico que podia darle incluso mas alla de la tumba: hacer su trabajo honorablemente.

Y al llevar a Phillips ante la justicia para que fuera absuelto, lo habia librado por siempre de ser acusado de aquel crimen otra vez, lo cual era peor que no haberlo capturado nunca. La Policia Fluvial en pleno habia sido traicionada.

La confianza, la paz interior que se habia ganado a pulso y que era su bien mas preciado se le estaba escurriendo de las manos como el agua entre los dedos. Un dia estaba alli, y al otro miraba y estaba desapareciendo sin que pudiera hacer nada para impedirlo. Asi era la cruda realidad: el no era el hombre que habia comenzado a pensar que era. Habia fallado. Jericho Phillips era culpable como minimo de abusar de ninos y de pornografia, y a juicio de Monk, que no abrigaba la menor duda, tambien de asesinato. Era la falta de cuidado de Monk, su incompetencia al cerciorarse de los pormenores, al comprobarlos una y otra vez, al demostrarlo todo, lo que habia permitido a Rathbone retratarlo como una persona que anteponia el sentimiento a la razon, de modo que Phillips se desvaneciera en una bruma de dudas y escapara indemne.

Monk levanto la vista hacia Hester.

– No puedo dejar las cosas asi-dijo-. Ni por mi mismo ni por la Policia Fluvial.

Ella apoyo la cuchara en el plato y lo miro fijamente, casi sin pestanear.

– ?Que puedes hacer? No puedes volver a acusarlo.

Monk tomo aire bruscamente para responder, pero entonces reparo en la franqueza y ternura de los ojos de Hester.

– Ya lo se. Y estabamos tan convencidos de que seria condenado por el asesinato de Figgis que ni siquiera lo acusamos de haber atacado al gabarrero. Y si ahora presentamos esos cargos parecera que lo hacemos porque hemos fallado. Diran que resbalo, que fue un accidente, que luchaba por su vida. Hara que parezcamos todavia mas… incompetentes.

Hester se mordio el labio y dijo:

– Esta vez tenemos que saber lo que nos proponemos hacer; con toda exactitud. No basta con ver la verdad, ?cierto?

Era un desafio, una invitacion a enfrentarse a algo mucho peor que la amargura de aquel dia. Que pragmatica que era. Claro que para una enfermera era basico tener sentido practico. El tratamiento de las enfermedades del cuerpo era ante todo practico. No habia tiempo ni lugar para errores o excusas. Exigia una clase de coraje inmediato, de fe en la utilidad de intentarlo prescindiendo del resultado. Fallas una vez y debes seguir dandolo todo la vez siguiente, y otra mas.

Hester habia dejado de comer su tarta de ciruelas y aguardaba la respuesta.

– Si lo investigo a fondo seguro que puedo demostrar que es culpable de algo -contesto Monk-. Aunque no sirva para ahorcarlo, una buena temporada en Coldbath Fields dejaria a salvo de abusos a bastantes chavales, quiza tantos como cien. Para cuando salga, muchas cosas podrian ser distintas. Quizas incluso muera alli. No seria el primero.

Hester sonrio.

– Entonces comenzaremos de nuevo, desde el principio. -Se comio el ultimo bocado de tarta y se puso de pie-. Pero antes una taza de te. Y aun queda un pedazo de tarta de manzana. Si vamos a pasar toda la noche en vela, mas vale que no lo hagamos con el estomago vacio.

La gratitud que embargo a Monk fue tan grande que se vio incapaz de hablar sin ponerse en evidencia. Agacho la cabeza y se concentro en acabarse su tarta.

Despues fue en busca de los papeles de Durban, los extendieron sobre la mesa, las butacas y el suelo del salon y los releyeron todos. Por primera vez Monk se dio cuenta de cuan fragmentarios eran. Unos estaban llenos de descripciones, aparentemente sin omitir ningun detalle. Otros eran tan breves que apenas contenian unas pocas palabras apuntadas como recordatorios de hilos de pensamiento jamas completados. Algunos se habian escrito tan deprisa que apenas eran legibles, y a juzgar por la letra picuda y la escasa delicadeza del trazo se habian compilado en un estado de intensa emocion.

– ?Sabes que significa esto? -pregunto Hester, levantando un trozo de papel rasgado con las palabras «?Era dinero? ?Que mas?» escritas con una pluma distinta.

– No lo se -reconocio Monk. Habia encontrado otras notas, frases garabateadas, preguntas sin respuesta que habia supuesto que aludian a Phillips pero que tal vez no lo hicieran. En su momento habia releido las notas de todos los casos, tanto las de Durban como las de los demas agentes, y tambien comprobo todas las acusaciones guardadas en los archivos de la comisaria.

Hester seguia mirandolo. Monk penso que sabia lo que Hester iba a decirle, si no a proposito de aquel trozo de papel, si del siguiente, o del que viniera despues. El peso que suponia para su mente era como un agujero en el suelo.

– Podria ser algo relacionado con la vida del propio Durban -le dijo a Hester por fin-. Algo personal. No me habia dado cuenta de lo poco que en realidad se acerca de el. -Rememoro aquellos escasos dias que pasaron juntos, buscando a la tripulacion del Maude Idris. Monk nunca habia tenido un caso tan apremiante o terrible y, sin embargo, habia surgido un sentimiento de camaraderia cuyo recuerdo aun lo hacia sonreir. Durban le habia profesado aprecio, y no sabia de nadie mas que lo hubiese hecho con una franqueza tan inmediata e incondicional.

Si habia tenido algun otro amigo como el, habia sido en esa enorme porcion de su pasado que le era imposible recordar. Tenia momentos repentinos de luz entre sombras, tan fugaces que le dejaban solo una imagen, nunca una historia. Segun se desprendia de lo que le habian contado y lo que habia deducido sobre si mismo, la inteligencia y la falta de piedad, la implacable energia que lo empujaba, no le habria resultado simpatica ni siquiera a Durban. Desde luego, no lo habia sido para Runcorn, y ni Hester ni Oliver Rathbone lo conocian entonces. Hester quiza lo hubiese domado, aunque sin la tremenda vulnerabilidad de su confusion y el miedo a ser culpable de la muerte de Joscelyn Gray, ?por que se habria molestado en hacerlo? Monk tuvo poca humanidad que ofrecer hasta que se vio obligado a mirar en su fuero interno y analizar lo peor.

Se alegro de que Durban solo hubiese conocido al hombre en el que se habia convertido y no al original.

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