– Mis disculpas, Monk. Ha hecho un trabajo esplendido indagando acerca de el. Espero que nadie mas que yo tenga que enterarse. A ese periodista le dare una pista falsa que lo mantendra entretenido y bien lejos de nosotros tanto tiempo como sea posible. Si habla con usted, le dice que tiene ordenes de no decir nada, so pena de perder el empleo, ?entendido?

– Si, senor. Gracias.

– Mantengame informado.

– Si, senor.

Monk refirio sucintamente a Orme lo que Farnham le habia dicho, y acababa de salir de la comisaria, camino de la escalinata donde aguardaba la lancha de la policia, cuando un hombre lo abordo. Su aspecto era anodino y aunque arrastraba un poco los pies, resultaba imposible describirlo y, por consiguiente, reconocerlo. Llevaba un viejo chaqueton de marino tan holgado que ocultaba su complexion, y tambien una gorra que le ocultaba el pelo. Entrecerraba los ojos a causa del resplandor de la luz sobre las aguas del rio.

– ?Comandante Monk?-dijo cortesmente.

Monk se detuvo.

– ?Si?

– Tengo un mensaje para usted, senor.

– ?De parte de quien?

– No me han dado ningun nombre, senor. Me dijeron que usted lo sabria.

La voz del hombre era inocente, casi afable, pero habia algo resabiado en sus maneras, y las arrugas que casi le tapaban los ojos sugerian cierta mofa.

– ?Cual es el mensaje? -pregunto Monk, y acto seguido casi deseo haberse negado a escucharlo-. Tanto da. Si no va a decirme de parte de quien es, quiza no tenga importancia.

– Tengo que darselo, senor -insistio el hombre-. Me han pagado por hacerlo. Prefiero no pensar lo que me puede ocurrir si la pifio con ese caballero. La cosa se pondria muy fea…, ya sabe que quiero decir. -Levanto la vista hacia Monk, que lo vio sonreir-. Me alegra que me escuche, senor. El caballero me dijo le dijera que dejara correr el caso, sea lo que sea. ?Usted lo sabe? -Levanto una ceja-. Si, ya veo que si.

»Dijo que seria mejor que la gente piense lo que piensa porque Durban hizo lo que hizo. De lo contrario, ese caballero me dijo que lo haria todo publico. Dijo que tiene todas las pruebas que usted recibio con este trabajo de Durban en la policia, con todos sus papeles y cosas. Y que usted se adueno de sus otros intereses; el negocio de conseguir ninos, vamos. Que tiene usted uno muy bien adiestrado y todo. Limpio y vivaracho. Hara las delicias de ciertos caballeros de gustos peculiares. Scuff, creo que lo llamo. ?Le suena de algo, senor?

A Monk se le hizo un nudo en el estomago y sintio frio. Aquello era obsceno, como si una mano mugrienta hubiese tocado lo mas decente y valioso, manchandolo con su suciedad. Tuvo ganas de arremeter contra ese hombre, pegarle tan fuerte que le partiera la cara de sorna y dejarle el cuerpo hecho un amasijo sanguinolento para que nunca volviera a sonreir, para que nunca volviera a hablar con suficiente claridad para que alguien entendiera sus palabras.

Pero eso seria precisamente lo que el queria. Y lo mas probable era que estuviese armado. Un ataque seria la excusa perfecta para rajarle el vientre. Seria en defensa propia. Un ejemplo mas de la brutalidad de la Policia Fluvial. Podria decir sin faltar a la verdad que habia acusado a Monk de procurar un nino a Phillips. ?Quien seria capaz de demostrar lo contrario?

?Fue a eso a lo que Durban se enfrento, amenazas de chantaje? Haz lo que quiero o pintare todas tus compasivas buenas obras como una obscenidad. La acusacion mancillara tu nombre. Debido a su propia inmundicia, no faltaran quienes se la crean. Te veras obligado a abandonar tu trabajo. Te tendre pillado.

O haz lo que digo, haz la vista gorda en los casos que te diga, y mantendre la boca cerrada. Y cuando lo hayas hecho unas cuantas veces por miedo a mi, tendre otro hilo irrompible con el que atarte, y este si que sera cierto. Habras renegado de tu deber, te habras corrompido para mantenerte a salvo.

– ?Ya ha terminado? -pregunto Monk-. Pues digale a su amo que se vaya al infierno.

– ?Oh, que insensato, senor Monk! ?Que imprudencia! -El hombre meneo la cabeza sin dejar de sonreir-. Yo me lo pensaria otra vez, si estuviera en su lugar.

– No me extranaria -repuso Monk-. Salta a la vista que usted esta en venta. Yo no. Digale que se vaya al infierno.

El hombre vacilo unos segundos, y entonces se dio cuenta de que no ganaria nada insistiendo, de modo que dio media vuelta y se marcho, caminando con sorprendente rapidez.

Monk regreso a la comisaria. Lo que tenia que hacer mas valia hacerlo de inmediato, antes de que tuviera tiempo de sopesar sus palabras y le entrara miedo.

Orme levanto la vista, sorprendido de verlo regresar tan pronto. Sin duda reparo en la preocupacion que traslucia el rostro de Monk. Se levanto con la intencion de seguirlo a su despacho.

– Tengo que hablar con todos ustedes -dijo Monk con claridad-. Ahora mismo.

Orme volvio a sentarse lentamente y, uno tras otro, los demas fueron dejando lo que estaban haciendo para ponerse de cara a el.

Tenia su atencion. Debia comenzar.

– Hace un momento, en cuanto he salido de aqui, me ha abordado un hombre para darme un mensaje - explico-. No me ha dicho de parte de quien, pero lo que implicaba era indudable.

Le costaba confiarse. Detestaba mostrarse vulnerable. Miro sus rostros expectantes. Aquel era su futuro. Debia confiar en aquellos hombres o perderia su respeto y la unica oportunidad que tenia de liderarlos.

– El hombre en cuestion me ha dicho que dejara correr el caso de Jericho Phillips -prosiguio-. Si no lo hago, Phillips se asegurara de que me acusen de proporcionarle ninos para el negocio que tiene montado en su barco, donde los alquila a sus clientes y saca fotografias de actos obscenos e ilegales que luego vende. -Inspiro profundamente y solto el aire poco a poco, procurando controlar el temblor de su voz. Le dio verguenza no reprimirlo del todo-. Dira a la prensa que, para empezar, el comandante Durban no era su enemigo sino su socio, y que discutieron por el reparto de los beneficios. Tambien dira que cuando asumi el cargo del comandante Durban, tambien me apropie de sus intereses comerciales, y que el chico que mi esposa y yo hemos albergado en casa tambien servira a ese proposito.

Se habia comprometido. No habia sido su intencion, pero habia dicho que Scuff vivia con ellos. Admitio sin verdadera sorpresa que lo decia en serio, y le constaba que Hester hacia tiempo que no debatia consigo misma a ese respecto. Solo faltaba oir lo que pensaba Scuff, una vez que el peligro inmediato que corria desapareciera; suponiendo que desapareciera.

Contemplo los rostros de los hombres, temeroso de lo que pudiera ver: regocijo, indignacion, decepcion, duda sobre si creerle o no, miedo a perder sus puestos de trabajo…

– Tenemos que detenerle -prosiguio, evitando mirar a los ojos de ninguno de los hombres en concreto. Se guardaria de exigirles nada y de intimidarlos, y por supuesto, de suplicar-. Si no lo hacemos, hara cuanto pueda por desmantelar la Policia Fluvial. Somos el unico cuerpo de seguridad que le impide continuar con su repugnante negocio sin trabas.

?Debia contarles el resto, hablarles del peligro mayor? Hasta entonces habia confiado en ellos, ahora era el momento de ganarselos o perderlos por completo. Miro a Orme y vio su mirada fija, grave e inmutable.

Apenas se oia nada en la estancia. Hacia demasiado calor para tener encendida la estufa. Las puertas que daban fuera estaban cerradas y amortiguaban los ruidos del rio.

– Hay algo peor que la situacion de esos ninos -prosiguio, esta vez mirandolos a la cara uno por uno-. Los clientes de Phillips son hombres ricos, pues de lo contrario no podrian permitirse pagar sus tarifas. Los hombres ricos tienen influencia y, normalmente, poder, de modo que Phillips tiene tantas oportunidades de hacer chantaje como quiera. Imaginenselo: autoridades portuarias, capitanes de puerto, funcionarios de aduanas, abogados. - Cerro los punos-. Nosotros. -Nadie se movio-. Ven el peligro. -Lo dijo afirmativamente, no formulando una pregunta-. Aunque no seamos culpables, es sumamente probable que se nos acuse.

»?Y quien de nosotros no tendra tentaciones de hacer lo que le pidan con tal de que no se presenten esos cargos en publico, por mas inocentes que seamos? La sola idea da nauseas. ?Que tendran que soportar sus esposas? ?Sus padres o sus hijos? -Sus rostros le dijeron que lo entendian y que tenian miedo. Aguardo a verlos enfurecidos, pero fue en vano. No percibio ni una pizca de rabia-. Lamento que mi prisa por condenar a Phillips le permitiera salir absuelto del asesinato de Figgis. Lo capturare por algun otro motivo.

Lo dijo con calma, pero fue una promesa que, mientras la hacia, supo que le obligaria para siempre.

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